Pedro
Sé que debí confesar antes y no ahora. Es parte de la razón por la que no he dejado que nuestra relación física vaya demasiado lejos. Saber que todavía no le he dicho acerca de mi noche con Veronica mientras nosotros no nos hablábamos, me retenía. Sé que a Paula no le va a gustar, y ya que nos hemos puesto de acuerdo para ser honestos, también sé que me hace un idiota.
Una vez que llegamos a mi habitación, cierro la puerta detrás de nosotros y me vuelvo hacia ella. Sus manos se cerraron en puños, como si estuviera preparándose.
—Siéntate, cariño.
Parece segura, pero se quita los zapatos y cruza la habitación para sentarse en el borde de mi cama. Tomo una respiración profunda, tratando de encontrar las palabras para explicar este desastre de una manera que no cause que enloquezca.
Me siento a su lado y tomo su mano. Está inerte. Mierda.
Esto no va a ir bien. — Cuando tú y yo... no nos hablábamos... Veronica empezó a venir de nuevo.
Sus ojos delatan sus emociones, y comienzan a llenarse de lágrimas, incluso antes de llegar al corazón de la historia.
—Nos pusimos muy borrachos... y um... —Mierda. No puedo decirlo.
—Dime —susurra con la voz rota.
—No tuvimos sexo, pero... —Me detengo, tomando otra respiración—. Ella como que empezó a ir abajo en mi...
Sus ojos vuelan a los míos. Recuerdo la vez que admití a Paula que era mi favorito y sé que también está recordándolo. También sé que es plenamente consciente de que es algo que ella y yo ni siquiera hemos hecho juntos.
Me siento como un idiota. No quiero volver a ver esa mirada en sus ojos de nuevo.
Traga. —Ya veo.
—Pajarito, lo siento, pero no nos hablábamos.
Retira su mano de la mía y se levanta de repente. —No nos hablábamos porque no me querías, porque pensaste que era barata y fácil a causa de esas estúpidas fotos. Pero ¿sabes qué? ¡No eres mejor que yo! —Agarra su bolso y desliza sus pies de nuevo en sus zapatos—. Tengo que ir a casa.
—Paula... espera...
—¡No me toques! —Un sollozo rompe de su garganta y se retira de mi alcance.
—Por lo menos deja que te lleve a casa. Voy a estar preocupado por ti.
Niega con la cabeza. —Voy a llamar a alguien. —Agarra su teléfono y hace una llamada—.Cata —solloza—. Ven por mí. Estoy donde Pedro... Sí.
Paula finaliza la llamada y se va corriendo por las escaleras.
Maldita mierda.
No voy a echar a la mierda esto de nuevo. No voy a esperar unas cuantas semanas sin hablar con ella, al igual que nuestra última pelea. Tengo que hacer lo correcto esta noche. Corro escaleras abajo tras ella, pero no la encuentro en ninguna parte en el mar de cuerpos. Salgo a la fría noche, busco la terraza de atrás, donde sé que se ocultó antes. Pero está ocupado por un par besándose.Paula se fue.
Agarro mis llaves del bolsillo y cruzo por el lado de mi casa, para ir directamente hacia mi coche. No puedo dejar las cosas así entre nosotros. No lo haré. Ya hemos perdido demasiado tiempo. Mi coche está bloqueado por tres coches en nuestro camino, y sé que tratar de encontrar a los dueños de los vehículos será inútil. No puedo esperar.
Corro por el campus a su dormitorio, llegando sin aliento por las tres millas de distancia. Tengo que esperar que alguien me deje entrar, pero tengo suerte y entro detrás de un grupo de chicos que regresan por la noche. Unos minutos más tarde, estoy llamando a la puerta, rogando que responda.
Catalina abre la puerta en una rendija, con una mueca. —¿Sí?
—¿Está Paula aquí?
—No quiere verte. —Empuja la puerta para cerrarla, pero meto mi pie en el marco, así evita que se cierre.
—Tengo que hablar con ella, por favor. Paula —llamo.
Cata rueda los ojos, cediendo y me deja entrar en la habitación. —Sólo habla con él. No puedo con ustedes dos —informa a Paula.
Mi Pajarito se acurruca en su estrecha cama, abrazando la almohada contra su pecho. Y ha estado llorando. El dolor apuñala mi pecho. Mierda.
Catalina agarra su bolso. —Voy con Noah. —La puerta hace clic detrás de ella.
Sin hacer ningún movimiento para acercarme, sólo la miro.
Sus ojos están alertas y sus manos agarran la almohada más fuerte.
—¿Paula? —Trago el nudo en la garganta, va a escuchar lo que tengo que decir—. ¿Podemos hablar?
—¿Qué hay que hablar? —Se desplaza en la cama para poder sentarse, pero mantiene la almohada abrazada contra su pecho, una barrera física entre nosotros—. Es tu favorito ¿verdad? Y no te lo di, así que... —No termina, pero sus ojos caen a la cama frente a ella.
—Paula—Hago un movimiento, acercándome tanto como me atrevo. Me arrodillo en el borde de la cama, así estoy al nivel de su mirada—. Lo siento mucho. Eso fue un gran error. Me sentía herido y traicionado por qué no me habías dicho, y tan malo como parece, no me importaba nada en ese momento, porque pensé que te había perdido. Así que cuando Veronica comenzó a deshacer el
cinturón...
La mano de Paula vuela hasta detenerme. —No necesito los detalles. Dios, ¿qué te pasa?
Cristo. —Lo siento, tienes razón. Yo sólo... Lo siento mucho. Si pudiera regresar aquella noche, lo haría. Y quería decirte. Esa noche en Denver en el hotel, yo quería decirte... pero tenías muchas cosas en mente...
Parpadea hacia mí. —¿Es por eso que no tenemos...?
—¿Algo más físicamente?
Asiente.
—Sí. Primero quería asegurarme de que todo estuviera ventilado entre nosotros.
—Ya veo. —Mete sus piernas debajo de ella.
Quiero tomar su mano. Tanto. Pero me quedo de rodillas junto a la cama. — Dime lo que estás pensando. Por favor.
Su mirada verde me perfora y corta mi alma. —Tienes razón. Descubrir cosas de otra persona apesta.
Asiento. Y cada vez que hablamos de Veronica, sé que es especialmente molesto teniendo en cuenta que es mi ex. —Siento que tuvieras que escucharlo de ella. Todo en el futuro vendrá directamente de nosotros. No hay más secretos.
Niega con la cabeza. —Eso dijiste la última vez, incluso cuando sabías que debiste haberme dicho esto. ¿Cómo puedo confiar en ti?
—Porque te amo, cariño. Eres mía, y me he cansado de jugar. Ya he terminado de hacerte daño. Te daré cualquier cosa y todo. Voy a mantenerte a salvo y cuidar de todas tus necesidades.
—Mierda. —Una sonrisa torcida aparece en su boca, curvándose hacia arriba en un lado—Pedro... —Su voz declara algo. Todo lo que ella quiera, lo puede tener.
—¿Qué, bebé? Te amo. —Tomo sus manos y las llevo a mi boca, besando la parte posterior de cada una, y luego sus muñecas y sus palmas—. Es la pura verdad.
Su sonrisa se amplia. —Me gusta escuchar eso, pero tal vez si podrías decirme un poco más...
—Al igual que amo la forma en que sabes. La forma en que tu pelo huele, y lo dulce que eres. Amo cómo te echas a reír en momentos al azar. Me encanta cómo te hago sonrojar, como mi madre te ama, que eres inteligente y trabajadora, genuina y tan amorosa... —Sus mejillas resplandecen con cada elogio, y beso su muñeca y sus dedos.
Su sonrisa es completa y atractiva en este momento. Quito la almohada de su regazo y me uno a ella en la cama, para que pueda tomarla en mis brazos. Lo he sabido por un tiempo, pero no se lo he dicho. No estoy seguro de por qué, pero está claro en su mirada con los ojos llorosos que siente lo mismo, aunque no lo dice en estos momentos. Sigo abrazándola con fuerza y amando la manera en que su cuerpo se siente contra el mío. Remolinos protectores florecen dentro de mí y me prometo no volver a hacer daño a esa chica.
Un golpe en la puerta nos interrumpe y un segundo después, Catalina asoma la cabeza en el interior. —¿Es seguro entrar?
Está con Noah en la entrada y no espera la respuesta. Paula y yo nos separamos cuando Catalina lanza su bolso sobre la cama y Noah se deja caer en el futón. —Sabía que harían las paces.
Me apoyo en Paula, respirando su olor y susurro—: ¿Pijamada en mi casa?
Se aleja ligeramente para mirarme los ojos y asiente.
Gracias, Dios.