viernes, 27 de junio de 2014

CAPITULO 28




Pedro


Limpio mi habitación dos veces, incluso maniobro de forma torpe con la aspiradora hasta tres tramos de escaleras, porque no puedo recordar la última vez que la usé, lo que significa que probablemente debería hacerlo.


Para el momento en el que he terminado, hay líneas de aspiradora en la alfombra junto a la cama, y la habitación huele a cera de cítricos para muebles. 


No puedo recordar sentirme así por una chica —es un poco intenso. Paula y yo somos opuestos en todos los sentidos, y aun así me encanta estar cerca de ella.


Pero tal vez es por eso que funcionamos bien juntos —yo soy abierto y ella cerrada, he vivido y tomado oportunidades por las que ella ha estado esperando; la hice salir de su caparazón y ella me mantiene cuerdo. Entiende mi sentido del humor, se llevó bien con mi mamá, y anoche... Mierda. 


Lo de anoche se encuentra en una categoría propia. Verla deshacerse así. Mierda, fue caliente. Degustarla,
escuchando sus gemidos entrecortados, estoy medio duro sólo de pensarlo. Paula despierta tantas emociones en mí. 


Quiero protegerla, hacerla sonreír, y ocuparme de cada una de sus necesidades. 


Es muy distinto a cómo era con Veronica. Odio decirlo, pero siempre ponía todo por delante de ella. Con Paula, quiero ponerla primero. Es extraño.


Termino de limpiar mi habitación, llevo la aspiradora a la planta baja y la escondo en un armario que contiene una muñeca inflable a medio inflar y una colección de artículos deportivos. Luego me meto en la ducha. Quiero estar fresco para Paula. Incluso me afeito y me tomo un poco de tiempo para depilarme, haciendo que las cosas estén presentables en caso de que quiera aventurarse hacia el sur. Es probablemente un pensamiento de esperanza por mi parte. Pero quiero que eso sea su idea. Y ruego que así sea, porque tan impresionante como fue la última noche, fue jodidamente duro. Literalmente. Apenas contuve el impulso de irme a masturbarme mientras ella se preparaba para la cama. Pero no voy a presionarla. Es evidente que todo esto es nuevo para ella, y aunque no sé mucho acerca de su pasado, sin embargo, sé que su idiota ex novio hizo algo para hacerla cautelosa. 

Cuando Paula llega, viene al piso de arriba con palomitas de maíz y dos latas de soda.


—Hola. —Me sonríe desde la puerta, mirándome dentro de mi habitación.


—Hola. —Dejo los bocadillos y me vuelvo hacia ella. Lleva pantalones vaqueros y una camiseta gris que la hacen lucir sexy. Y su cabello está como a mí me gusta; cae suelto sobre los hombros—. Ven aquí.


Abro mis brazos y Paula cruza la habitación, lanzándose contra mí. Apoya la cabeza en mi pecho y suspiro con satisfacción. Me pregunto si, en caso de que yo no iniciara el contacto físico entre nosotros, lo haría ella, pero lo dudo. Mi chica es más tímida que nadie. Odio a quien la hizo así. 


Quiero que me cuente, que se abra, pero confío en que lo hará con el tiempo.


—Tienes la oportunidad de elegir la película —le digo, dando un paso atrás para dejarla en libertad.


Asiente y recorre la colección de DVDs que he subido de los chicos de la casa. La mayoría son comedias con humor sucio o películas de terror, pero no se queja. Selecciona un thriller paranormal y me lo da.


—¿Estás segura? 

Asiente. —Me encantan las películas de terror. 

—¿En serio? —No estoy seguro de por qué, pero esto me sorprende. Tal vez porque es tan dulce e inocente. De cualquier manera, me encanta. He querido ver esta película desde hace un tiempo—. Bueno, si sientes demasiado miedo o la necesidad de dormir, eres bienvenida. —Suave, Pedro. 

Sonríe torcidamente. —¿Como una fiesta de pijamas? 

 —Ah no, no es como una fiesta de pijamas. Como tú y yo en mi cama acurrucados, y espero besos.


Sus mejillas se ruborizan y agacha la cabeza. No puedo resistirme a inclinarle la barbilla con dos dedos. Presiono un beso suave en su boca y luego la miro para calibrar su reacción. —¿Estás bien con lo que pasó anoche? Quiero decir... te gustó, ¿verdad?

  
—Pensé que era obvio que sí.


Me atrevo a acercarme un paso. —Así que tal vez esta tutoría se puede extender un poco...


Paula se muerde el labio inferior. —¿Cómo puede extenderse? 

—Hmm... —Pongo la mano en su cintura, acercándola más—. Te voy a enseñar.

***
Treinta minutos más tarde, la película se reproduce en mi portátil, casi olvidada, y Paula está metida entre mis brazos, apoyando la cabeza en mi lugar favorito —en el centro de mi pecho. Arrastro los dedos ligeramente por sus brazos, no quiero que se mueva de este lugar. Encaja perfectamente, escondida contra mí, y su pelo huele tan bien.


Demasiado pronto, Paula levanta la cabeza para mirarme con los ojos tristes, que me gustarían que estuviesen felices.

—¿Todo bien? —le pregunto—. La película no es demasiado aterradora para ti, ¿verdad? 


Es más bien un thriller psicológico sangriento, pero parece que algo le está molestando. Tengo la sensación de que hay algo más en su mente que las películas y las caricias. 


Hay una pequeña arruga entre sus cejas y se muerde el labio inferior. 

—Es que... no importa. —Deja caer la cabeza contra mi pecho, acomodándose una vez más.


Estoy dividido entre la conveniencia o no de dejarlo ir, pero hay una sensación molesta en mi interior. Ruedo sobre la cama, así que estoy sosteniéndome por encima de ella. Sus ojos se abren con sorpresa cuando nuestros cuerpos alineados captan su atención. Aparto el pelo de su cara, metiéndolo detrás de las orejas. —Oye, sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad?


Asiente. —Todavía no estoy lista. No quiero que las cosas terminen entre nosotros.


Mi pulgar permanece en su mejilla. Quiero decirle que está equivocada, que está a salvo y esto no se va a acabar, pero algo me da que pensar y en su lugar asiento. —Está bien. 

Me inclino y la beso, suave al principio, pero después de unos momentos nuestros besos se vuelven más intensos y sus piernas terminan alrededor de mi espalda, y me acuerdo de cuánto tiempo ha pasado desde que estuve con alguien. 
No es bueno. Me obligo a respirar profundamente con los pulmones y lo dejo escapar lentamente, concentrándome en frenar nuestro ritmo, mientras la lengua de Paula coquetea sin descanso con la mía. Un pequeño gemido de frustración escapa de su garganta mientras aprieta sus piernas alrededor de mi cintura, obligando a su pelvis a frotarse contra la mía. Cedo y caigo contra ella, mi cuerpo Reacciona al roce. Miiiiiierda. Se siente muy bien. 

Varios minutos más tarde me aparto, sin aliento, con deseo, y sus ojos soñolientos se encuentran con los míos por la repentina pausa. —Paula... si no estás segura de ir más lejos, voy a tener que parar. —Ojalá pudiera decirlo de una manera más elegante, pero joder, ella va a hacer que me corra. 

Puedo decir que está en conflicto; su cuerpo quiere esto, pero su cabeza no está tan segura. —Oye, está bien. Es que... no he estado con nadie desde hace tiempo, y a cierta parte de mi cuerpo le gusta que te roces contra él.


Sonríe con comprensión. —Lo sé. A mi cuerpo también le gustas. Mucho. 

¿Qué me está diciendo? ¿Quiere ir más lejos? —¿Paula?

Traga, tomando coraje. —No me gusta tener que pensar en esto. Quiero esto. De verdad. Sólo...


—Shh. —La silencio con un beso rápido. Está pensando demasiado—. Te divertiste anoche, ¿verdad?


Una sonrisa tonta curva su boca. —¿Qué te hace pensar eso? 

La beso de nuevo. —Hm. Podría haberme dado cuenta cuando gritabas mi nombre...  


Sus mejillas se tiñen de rosa. —Pedro...


—¿Sí, nena?


Está pensando, mordiendo el labio inferior. —Ojalá pudiera soltarme, estar contigo como quiero. 

Creo que entiendo lo que está diciendo. Odia cómo su pasado herido la hace prudente. Lo entiendo. Hay ciertos eventos en la vida que cambian a una persona.


Al igual que con mi mamá. Probablemente nunca voy a ser el mismo chico despreocupado de nuevo. Voy a estar más alerta, más consciente de que todo te puede ser arrebatado cuando menos te lo esperas. Me gustaría poder hacer las cosas más fáciles para ella. —Deja que yo me ocupe de ti. No pienses esta noche. Quédate conmigo como tú quieres. Déjame hacerte sentir bien. 

Asiente. —Sí.


Me inclino hacia ella y dejo caer un beso suave en su boca, la garganta, la curva de su clavícula. Tomándome mi tiempo, quito cada pieza de su ropa, besando su piel expuesta mientras tanto, pero dejando sus bragas en su lugar. Eso tendrá que ser su decisión. Saco mi camisa por encima de mi cabeza, necesitando sentir su cálida piel contra la mía. Beso cada seno, froto la barrera de humedad de sus bragas hasta que está gimiendo mi nombre. Leyendo su cuerpo, empujo la tela a un lado y le doy el contacto que necesita. Sus rodillas se caen a pedazos y gime en voz alta, moviendo sus caderas. Ver a Paula correrse es jodidamente caliente. 

De repente estoy más duro de lo que he estado nunca, pero después de correrse, mete su cálida mano en mi bóxer y me acaricia. Más rápido de lo que hubiera creído posible, lo pierdo. Hundo mi mano alrededor de la de ella para protegerla de la suciedad que libero.


—Joder, Paula —respiro, plantando un beso en su sien.


Sonríe, contenta y claramente satisfecha de sí misma por haber hecho que me corra. 

Agarro algunas telas de al lado de mi cama y nos limpio, luego me tumbo a su lado. —¿Pasas la noche conmigo? —le pregunto. 

—Sí. —Sus ojos arden con confianza y certeza. 

Tengo la sensación de que está diciendo que sí a algo más que a una fiesta de pijamas. Me dice que sí a mí, a la vida, y la atraigo hacia mí y la abrazo con fuerza.

CAPITULO 27



Pedro  


Ofrezco a Paula una de mis camisetas, y silenciosamente se la desliza por la cabeza, luego se acurruca contra mi almohada en un acuerdo tácito de que se va a quedar toda la noche. Verla acostada en mi cama, envuelta en mi camisa es la mejor vista que he tenido jamás. Saber que va a dormir en mis brazos esta noche,que está compartiendo partes de sí misma conmigo a pesar de sus temores, hace cosas emocionantes a mis instintos protectores. Aun así me gustaría saber lo que pasaba dentro de esa bonita cabeza, pero sé que llegaremos allí. Esta noche fue un gran paso adelante. Y no voy a olvidar pronto como sabe, el sonido sensual de sus jadeos roncos diciendo mi nombre. Joder, eso fue caliente.  


Apago la luz y me uno a ella en la cama, haciendo cuchara contra su espalda para así poder sostenerla en mis brazos. 


Su cabello huele a fresas y me inclino para besar su nuca. 


—Sólo descansa. Todo va a estar bien —murmuro contra su piel.  


Deja escapar un suspiro y se relaja en mi contra. 


No sé que la hizo reaccionar así esta noche, pero estoy feliz de que vino a mí para consolarla. Nunca olvidaré la sensación de pánico cuando escuché el silbato interrumpir la fiesta. Ni siquiera noté que lo llevaba con ella, se lo había dado como una especie de broma. Pero a una parte de mí le encantaba saber que lo mantuvo, y lo usó para llamarme cuando me necesitaba.  

Por la mañana, dormimos hasta tarde, y tomamos café y panecillos en el campus antes de llevarla a su dormitorio. No me importaría pasar el día con ella simplemente descansando en mi cama, pero dice que tiene tarea, así que a regañadientes la dejo ir.  

En la acera frente a su edificio, la abrazo fuertemente contra mi pecho y la beso.  


—Gracias por todo lo de anoche —dice, parpadeando hacia mí.

—En cualquier momento. —La beso una vez más y la dejo ir—. Ahora será mejor que vayas a escribir esa asignación sobre los orgasmos... —Sonrío.  

Da un paso y tropieza en la acera, pero la atrapo por el codo antes de que empiece a caer. El calor se arrastra en sus mejillas y me lanza una mirada. 

 
—Llámame más tarde, cariño.


Asiente una vez, luego huye hacia su dormitorio.