miércoles, 25 de junio de 2014

CAPITULO 24




Paula


La dirección de correo electrónico posicionada en mi bandeja de entrada se está burlando de mí, es más, me distrae de la manera más maravillosa. Se trata de un seguimiento por parte de la agencia de adopción. Se trata de un simple correo electrónico, de tres líneas, pero las noticias que contiene está a punto de cambiar mi vida. Han confirmado que enviarán información sobre mi madre biológica a mi dirección de residencia. Incluso tengo un número de seguimiento para trazar el progreso del paquete, si quiero.


Pongo distancia entre el  escritorio y yo, incapaz de mirar a las palabras por más tiempo.


Tengo que vestirme de todos modos, y terminar de secarme el cabello. 


Catalina está zumbando en su mundo mientras se aplica el resto de su maquillaje frente al espejo de cuerpo entero, completamente ajena a mi confusión interna.


Ahora que la información se encuentra en camino, se siente como una bomba de tiempo, sin duda destinado a explotarme en la cara una vez que me lo encuentre.


Supongo que no tengo que abrirlo si no quiero. 


 ¿A quién estoy engañando? Por supuesto que lo abriré. He esperado diecinueve años para conocer esta información. No importa lo que pase, algo dentro de mí necesita saber.

Mariano nunca llamó, no es que me importe. Prefiero estar con Pedro de todos modos. Até mi cabello en una cola de caballo, sabiendo que no habrá forma de domar esa locura de pelo esta noche, y me compruebo en el espejo. Pantalones oscuros ajustados, zapatillas de ballet y una sencilla blusa de seda blanca, rozando por los codos. Añado unos coloridos collares de cuentas.


—Estás muy guapa. —Catalina sonríe a mi reflejo. Ella tiene una cita esta noche, pero está siendo sorprendentemente relajada y sensata al ir conmigo a la fiesta de Sig Delta.


—Gracias. Te ves caliente. —Su vestido púrpura y botas vaqueras no pueden ser más adorable. Estoy totalmente segura de que los pediré prestados en algún momento.


Me da un abrazo inesperado.


—Pedro no sabe lo increíble que eres. Así que si hace alguna cosa para estropear esto, voy a darle de comer sus propios huevos —dice, acariciando mi espalda.


Asiento en silencio. No le dije que probablemente voy a ser yo la que complique las cosas.


Cuando llego a la casa, estoy feliz de que Pedro tuviese razón. Es una fiesta discreta en comparación a las habituales. Esta noche es sólo para amigos. Hay cerca de treinta personas allí, que se distribuyen entre la sala de estar y la cocina, mezclándose y hablando contra la música baja. Es un ambiente totalmente diferente al de sus fiestas habituales.


Es bonito. 

Desafortunadamente, Veronica es una de las pocas personas aquí. Me sonríe abiertamente y también tímidamente. Sé que odia mi amistad con Pedro, y a mí no me gusta ni su propia existencia. Es algo extraño que nos comuniquemos todo eso con una simple mirada que compartimos.

Encuentro a Pedro en la cocina, con una botella de cerveza colgando en su mano, y una sonrisa fresca está en sus labios mientras habla con Hernan. Me tomo un
momento sólo para admirarlo por la habitación. Es agradable ver lo relajado que está. Su cadera está apoyada en el mostrador, con los pies cruzados en los tobillos. 

Su remera es un tamaño pequeño para él, pero abraza sus bíceps realmente bien.


Dejo escapar un suspiro de satisfacción y me dirijo hacia él. 

Los ojos de Pedro se encuentran con los míos y su sonrisa se ensancha.


—¡Pajarito! Trae tu culo caliente aquí. —Una vez que estoy cerca me alcanza y me jala a su lado.


Una parte de mí adora lo unidos que estamos. Una parte de mí está aterrorizado por ella. Pedro todavía no conoce mi pasado, y no tengo ni idea de cómo se lo tomaría ni las cosas que haría. Sin embargo, cuando el peso de su brazo se envuelve alrededor de mi cintura y me aprieta, todos mis temores se desvanecen. De pie a su lado, puedo fingir por un momento que pertenezco a este lugar, que todo está bien. Le sonrío a su idiota amigo Hernan, golpeteo mis pies al ritmo de la música y con gratitud tomo la lata de refresco que Pedro me pasa.


Pedro todavía me mira con sus brillantes ojos azules. Me encanta la forma en que me mira, pero me está haciendo ponerme toda nerviosa. Mis ojos se apartan de mala gana de los suyos, sólo para ser asaltada por dos chicas de la hermandad que lo toquetean con gran entusiasmo. ¡Gah! 


No puedo evitar mirar. Sí, porque me encantaría desarrollar el cáncer de ojo esta noche. 

—Ya vuelvo. Voy rápido al baño. —Todas esas chicas exageradamente arregladas deben de aprobar mi decisión. 


Pedro asiente y saca su cálido brazo de mi cintura. 

Rodeo la esquina y choco de bruces con Veronica. Se tambalea hacia atrás, sus ojos enfocándose mientras me registra. Está borracha de nuevo. Si cree que va a pasar la noche en la habitación de Pedro, se equivoca. Diablos, me quedaré allí mismo para estar segura. El pensamiento hace que mi estómago dé un salto. 

Planto mis manos en mis caderas, preparándome mentalmente para el enfrentamiento que se aproxima.


—Perdón, ¿puedes moverte? —le digo, tratando de mantener la voz calmada. 

Pone los ojos, señalándome con una uña bien cuidada hacia mi cara. —Tú no vas a durar, ya lo sabes. Él va a dormir contigo y luego vas a pasar a ser igual que todas las demás. Yo soy la única que siempre sigue. Siempre ha sido así y siempre lo será.


Me enderezo y finjo una confianza que no siento.


—Retrocede, Veronica. Yo estoy saliendo con Pedro. No tú.

Guau, eso apareció de la nada, pero tal vez es al menos parcialmente cierto.


—No exclusivamente —responde, agitando las pestañas y dejándome preguntándome qué demonios significa eso.


Me deja momentáneamente sin habla. Las palabras amargas mueren en mi lengua, y la rodeo para alejarme. 


Lucho mientras me encamino al baño, me desplomo en la puerta y respiro. Una chica pálida me mira con los ojos abiertos.


¡Dios! Odio a Veronica. No me gusta que pueda afectarme. No sé lo que Pedro y yo tenemos, sólo sé que no quiero que ella sea parte de esto. 

Me incentivo a mí misma, uso el baño, me lavo las manos y luego intento volver a unirme a la fiesta. Sólo que me detuve en seco de nuevo, esta vez por algo un millón de veces peor que estar frente a frente con Veronica. 

Mi estómago se cae a mis pies.


Mariela Capri, con el mismo pelo rubio rizado que tenía en la secundaria, está de pie en el pasillo, conversando con Veronica.


¡Mierda!


Me deslizo en la esquina antes de que me vean, mi corazón tambaleándose y tropezando consigo mismo. Cada parte de mí tiembla y mi cabeza es un lío. Hago la única cosa que se me ocurre hacer. Llevo mi mano al bolsillo, agarro mi silbato y soplo lo más fuerte que puedo.

CAPITULO 23



Paula 


Cuando Pedro prácticamente me empuja en la habitación, estoy confundida. Y herida. Pensé que realmente habíamos llegado a alguna parte, y después de lo que sucedió anoche, yo había estado esperando una repetición de eso. 


Eso apesta. 


Lavo mi cara, cepillo mis dientes, y trato de no hacer pucheros cuando entro en la cama.


Por la mañana, las cosas están tranquilas de nuevo durante el desayuno y Pedro no pierde el tiempo, pronto estamos diciéndole adiós a su mamá y en el coche para el viaje de regreso.


Cuanto más nos acercamos al campus, más se instala mi pánico. Catalina había estado más que enojada porque me iba a casa con Pedro, sin creer por un segundo que sus motivos conmigo eras honestos y ahora Pedro, el chico por el que estoy arriesgando todo, apenas habla conmigo.


Cuando aparca delante de mi dormitorio, salimos del coche y espero mientras él saca mi bolso.
  

—No sé qué hice mal... pero no quiero que las cosas sean raras entre nosotros —le digo.


Sus cejas se juntan. —No hiciste nada malo. Pensé que me había apresurado la otra noche, así que quería asegurarme de que supieras que no era todo lo que quería.


Oh. Niego con la cabeza. —Bueno, estás callado conmigo… así que pensé que estabas enojado por algo.


Sus dedos presionan sobre mis labios. —Dejar de pensar tanto. No estoy enojado. Te voy a dar tiempo para resolver todo lo que necesitas resolver. Eso sí, no me dejes fuera, ¿de acuerdo?


Asiento. —Gracias por este fin de semana. 

—Gracias por ser tan dulce con mi mamá —dice. Se inclina para plantar un tierno beso en mi frente, luego se vuelve hacia su coche. 

Tenía razón sobre el estado de ánimo de Cata. Me envía miradas sospechosas y comentarios crípticos toda la tarde mientras trato de estudiar. Me siento aliviada cuando Noah se presenta para nuestra cena regular del domingo por la noche en la cafetería. 

Lleno mi plato con cazuela misteriosa, no puedo concentrarme en otra cosa que en las sospechas de Catalina. ¿Soy estúpida por pensar que hay algo entre Pedro y yo? Cuando me deslizo en mi asiento, Noah ha sido claramente informado de mi escapada de fin de semana, porque también me está frunciendo el ceño.


Pongo mi bandeja sobre la mesa, pero permanezco de pie delante de ellos. 

—¿Qué? ¿Podrían simplemente escupirlo? 

Noah pone su mano en Catalina, diciéndole que él se encarga. —Creemos que tienes que tener cuidado. Pedro podría estar jugando algún tipo de juego contigo. Y estás destinada a enamorarte de él, pasando tanto tiempo a solas con él. 

Tal vez debería tomar su intervención como muestra de su preocupación,pero por alguna razón, me molesta. —¿Es tan imposible que a Pedro le guste? ¿Cuántas de las otras chicas con las que ha salido las ha llevado a su casa para pasar el fin de semana con su madre? ¿Alguna vez pensaste que quizás hay algo diferente entre nosotros?  


Noah levanta sus manos en señal de rendición. —Está bien. Te amamos. Te apoyamos. Siempre y cuando lo hayas pensado.


Catalina sonríe débilmente y puedo decir que está mentalmente diciéndose que va a recoger mis pedazos cuando me abandone.


—Está bien. —Me deslizo en el asiento y pincho la comida en mi plato. 

¿Saben algo que yo no sepa? ¿Piensan que todo esto me va a estallar en la cara?




El martes por la tarde, tengo muchas ganas de ir a la clase de sexualidad humana, aunque sólo sea para ver a Pedro


La conferencia del profesor Gibbs se trata del amor propio, es decir, la masturbación —un tema con el que me siento muy incómoda. Claro, lo he intentado, pero no llego al orgasmo. Se discute la importancia de la comunicación con tu pareja y parte efectiva en comunicación es comprender primero tu cuerpo y tus necesidades. Estoy tan malditamente incómoda durante toda la conferencia que cuando la clase termina, me escapo por la puerta, y una profunda risita hace que los cabellos de mi nuca se paren mientras Pedro me sigue. 

Me deslizo en nuestro lugar de siempre, mientras Pedro ordena el café. Pongo mi rubor bajo control en el momento en que regresa y me entrega una taza de café con una sonrisa. 

Se sienta frente a mí, con los ojos bailando juguetonamente hacia mí. Me preparo para el comentario vergonzoso que seguro va a hacer de la conferencia.


Sólo que no lo hace. Sus ojos se ponen serios y se inclina en mi dirección, su aroma único a colonia y suavizante me saludan. —¿Estás segura de que estás bien con lo que pasó entre nosotros este fin de semana?

Me atraganto. —¿Por qué no habría de estarlo? —Quiero parecer fresca,naturalmente sexy, y tranquila. Lástima que soy un manojo de nervios, agarrando la mesa delante de mí por apoyo, lista para fundirme en un charco en el suelo por la forma en que Pedro me está mirando.


Su voz es una octava más baja. —Porque estoy dispuesto a prestar mis servicios... para ampliar tus conocimientos en una zona gris que he apodado Operación Primer Orgasmo de Paula.


¡Eek! Tenía la esperanza de que hubiese olvidado el comentario que había hecho en la cafetería, pero es evidente que no lo ha hecho. Aprieto mis muslos juntos y me recuerdo respirar. No hay palabras para el hormigueo que Pedro puede enviar a través de mi cuerpo sólo con su voz profunda y sexy. Eso ciertamente no ocurrió con mi novio de la secundaria, Mauricio.


—¿Pajarito? ¿Estás bien? —Toma mi mano y distraídamente traza su pulgar en mi palma—. Respira para mí, está bien.


Respiro entrecortadamente, sin poder hablar. 

Su sonrisa arrogante está de vuelta. —Sólo piensa en ello, cariño.


Sólo muevo la cabeza.

Pedro toma un sorbo de su café, sus ojos nunca dejan de mirarme sobre el borde de la tasa. —Hay algo que no entiendo —dice, pasándose una mano por el pelo desordenado—. Tú dijiste que tenías un novio en secundaria, y ustedes eran bastante serios...


Oh Dios, no puedo contestar a las preguntar qué está haciendo acerca de Mauricio —Uh huh. 

—Y, sin embargo, nunca has... —Levanta las cejas—. ¿Así que ustedes nunca lo hicieron? 

Me siento como que estoy teniendo una experiencia fuera de mi cuerpo. No puedo creer que Pedro quiere hablar de mi vida pasada... el amor, o la falta del mismo. Esto es una locura. Me siento como si estuviera flotando por encima de nosotros, viendo, preparándome para presenciar mi muerte. Hemos experimentado un poco, pero nunca tuvimos relaciones sexuales. 


Frunce el ceño. —¿Y nada de orgasmos para ti?

—¿Por qué estás tan obsesionado con mi estatus de no-orgásmico? Algunas chicas simplemente no los tienen, ¿de acuerdo?

  
—Um, no. Eso definitivamente no está bien para mí.


Pongo los ojos. —Catalina dijo que probablemente lo habría tenido si él... no importa. —Necesito un bozal. En serio, deberían dispararme. Las cosas que él hace que confiese... 

Pedro me clava una mirada gélida. —¿Si él qué? 

 —Hubiera usado su boca —chillo. No fue realmente la forma en que ella lo había dicho, pero no usaría esas palabras groseras para describirlo.


—¿Y no? —Los ojos de Pedro se amplían. 

Niego con la cabeza. —Me dijo que no lo haría.

Pedro echa la cabeza atrás con disgusto, gimiendo mientras sus ojos ruedan atrás en su cabeza. —Cualquier persona que tiene una política en contra de eso es un idiota.


Las olas de nerviosismo rompen en mi interior en un frenesí total con esta información. La opinión de Pedro sobre el sexo oral no debería encender mi impulso sexual, hacer hormiguear mi piel, o calentar mis partes femeninas, pero eso es exactamente lo que sucede.


Su expresión se oscurece, más seria mientras se inclina más cerca. —Cariño,si me dejas, yo te haría venir durante una semana.

 Mierda.

CAPITULO 22



Pedro

 
Paula está callada en el viaje de vuelta a casa de mi mamá. 


Pasa todo el viaje cambiando las emisoras de radio. Puedo decir que hay algo sucediendo dentro de su cabeza, pero no la presiono. Sé que no está absolutamente aquí conmigo, pero sé que está acercándose a dejarme entrar. Sobre todo por cómo me comporté esta noche y mi disculpa con Laura. 


Paula y yo no nos quedamos mucho tiempo con Radar después de mi conversación con Laura. Comenzó torpe, pero tan pronto como pronuncié las palabras “lo siento”, sus hombros cayeron e inmediatamente se relajó. Después de eso, las palabras simplemente salieron. Le dije cómo había utilizado las chicas como una distracción para escapar de mi vida en casa, y ella admitió que aprendió que las chicas no pueden atrapar a los chicos en una relación simplemente física.


Hablamos unos quince minutos, cómodos y aliviados por el final de la conversación. Sabía que las cosas no se podrían incómodas si me encontraba con ella de nuevo. Toda la experiencia fue una revelación. 


Después, me encontré a Paula y Radar donde los había dejado en la cocina,riendo sobre una historia que él le contaba. Nos quedamos un poco más, visitando a los chicos antes de dar por terminada la noche. Mi estado de ánimo cambió después de la conversación con Laura, y además de que no me importaba salir temprano porque la idea de estar a solas con Paula me atraía más.


La casa está a oscuras y en silencio, pero no puedo encontrar mi camino en la oscuridad, así que coloco una mano sobre la espalda de Paula y la guío hacia la
escalera. Una vez que estamos en el rellano, le acompaño hasta la puerta de la habitación y me detengo, en lugar de llevarla a mi habitación como realmente quiero.


Ella no es mía, y anoche, probablemente presioné demasiado las cosas. Y sintiendo el tranquilo estado de ánimo de Paula, contemplando el camino a casa, estoy en silencio con ella en la puerta de la habitación de invitados. 

—Estoy orgullosa de ti por pedirle disculpas a Laura—dice finalmente. 

Estoy callado mientras la observo. No estoy seguro de lo que quiere de mí, lo que necesita. Si lo supiera, sin duda se lo daría. Asiente una vez parpadeando esos ojos verdes mirándome, me inclino hacia abajo y planto un beso en su frente.


—Buenas noches, Pajarito.  

Luego desaparece en la habitación.

CAPITULO 21



Paula

 
Por la mañana, la mamá de Pedro redime sus habilidades de cocina, haciendo los más deliciosos waffles caseros con arándanos frescos. Nos reunimos alrededor de la mesa, comiendo en silencio, pero puedo sentir los ojos de Pedro constantemente vagando hacia mí. Él y yo no nos hemos dicho mucho después de la extremadamente caliente sesión de besuqueo de anoche. No creo que Pedro suela ir tan lento, pero me sentí orgullosa de que mantuvimos las cosas bajo control. A pesar de que nuestras camisetas estaban fuera, los pantalones se quedaron firmemente en su lugar. Lo cual no fue fácil, sobre todo porque yo podía sentir la excitación de Pedro luchando contra sus vaqueros. Joder. Tengo que evitar que mi mente siga con esos pensamientos sucios. Me concentro en tomar otro bocado de los waffles frente a mí. 


—Así que…  qué deberíamos hacer hoy  —pregunta Pedro


—Pueden hacer lo que quieran —responde su mamá.


Pedro se vuelve para mirarme, midiendo mi reacción.


Me encojo de hombros, mi expresión relajada y abierta.


—Bueno, pensé que hoy podríamos estar contigo —le dice Pedro a su madre—. Y después, esta noche me podría salir con Paula y presentarla a algunos de mis amigos.


—Sí, eso suena genial. Estoy abierta a lo que sea. —Me siento sorprendentemente en casa y cómoda estando con Pedro y su mamá. No hay nada de la torpeza de ser un huésped de la casa, o tratar de forzar una conversación
educada sólo para llenar los silencios. Anoche superamos eso muy rápido, nos habíamos metido en algunos temas bastante pesados, los cuales Pedro trató con facilidad. 


Tiene un carácter fácil y natural que hace que la gente se sienta cómoda al instante. Me gusta estar cerca de él. Me siento aceptada y cómoda, lo que tratándose de mí es algo importante. Estos últimos años, no siempre me he sentido cómoda en mi propia piel, y mucho menos en compañía de un tipo como Pedro

Estoy agradecida de haberme encontrado con él y darle una oportunidad. A pesar de lo que había oído acerca de su reputación, no ha sido nada como el fiestero y mujeriego chico de fraternidad que Madison le hace parecer. Y a decir verdad, de hecho me gusta que tenga un pasado del que no se siente orgulloso. Puede que le sea más fácil aceptar el mío sabiendo que él tampoco es perfecto.


Ayudo a la mamá de Pedro con los platos del desayuno mientras Pedro hace algunos quehaceres de la casa—cambiar una bombilla en el garaje y sustituir la batería de un detector de humo. Se siente muy natural y acogedor estar aquí con ellos. Estoy disfrutando el fin de semana lejos del campus y los dormitorios. 

Nos tumbamos el resto del día, relajándonos en casa con su madre. Ella nos hace el almuerzo e incluso muestra algunos álbumes de Pedro siendo bebé. Era el bebé más lindo, regordete, rubio, de ojos azules que haya visto. En serio, podría haber sido modelo.


Pedro se sienta en el sillón y frunce el ceño mientras su madre y yo nos amontonamos en el sofá, hojeando las fotos, riéndonos y murmurando lo lindo que era. En serio, fue bendecido genéticamente. No tengo dudas de que algún día hará bebés hermosos.


Pedro dice que la noche será algo tranquilo, sólo un casual encuentro en el apartamento de su amigo Radar. Al parecer, el apellido de su amigo Tomas era Radaresky y todo el mundo lo había llamado Radar desde octavo grado. Pedro ha sido amigo de este grupo desde hace años y trata de visitarlos cada vez que está en casa por un fin de semana. Ellos habían decidido permanecer en la ciudad y conseguir un trabajo en vez de ir a la universidad. 


También menciona que este es un grupo de amigos que su padre no aprueba. No es de extrañar que Pedro sea tan
leal, parece que haría cualquier cosa para desafiar a su padre.

Me visto en un par de vaqueros y una camiseta de manga larga. Las noches empiezan a refrescar mientras el otoño se asienta. Pedro me encuentra en el vestíbulo, viéndose delicioso en pantalones vaqueros y una sudadera con capucha de color azul claro que resalta el azul de sus ojos. 


Sólo Pedro puede hacer que unos vaqueros y una sudadera luzcan sexy. Joder, estoy en problemas. 

Pedro besa a su madre despidiéndose. —Vamos a llegar tarde, mamá, así que no nos esperes despierta.


—Está bien. —Nos despide con la mano.


Es un paseo rápido en auto a través de la ciudad hasta un edificio antiguo de apartamentos con ladrillos en el frente. Pedro me guía por tres tramos y llama a la puerta con una serie de golpes secretos antes de abrirla. Es interesante echar un vistazo a su vida fuera de la casa de la fraternidad. 


Me gustan todos los lados que me está mostrando: primero, el lado cariñoso con su madre, y ahora su disposición a presentarme a sus amigos de casa.


—¡Oye! —grita un tipo rubio esquelético cuando Pedro cruza la puerta—. Adonis —dice, levantando su vaso en un saludo burlón.


—¿Adonis? —pregunto a Pedro, permaneciendo detrás de él para entrar en el apartamento.


Pedro se ríe y niega con la cabeza. —Dios griego. 

Eso es correcto. Adonis era el dios griego de la belleza. Puedo ver eso. Él tiene un maldito paquete de ocho, por amor de Dios. Por no hablar de ese hermoso rostro, penetrantes ojos azules y su cabello perfectamente con estilo que luce como si hubiera rodado fuera de la cama después de un revolcón sexy. Pero es divertido para mí que incluso sus amigos hombres sean conscientes de su condición superior y se burlen de eso.


Lo toma con buen humor —la expresión de su rostro es relajada y divertida. 

Me conduce hacia una mesa de póquer y hacia el grupo de chicos en medio de un juego de cartas. Me presenta a Radar, el tipo rubio con la amplia sonrisa que le llamó Adonis; David, un tipo hippie con pelo desgreñado; Sal, una chica de piel aceitunada, con una gorra de béisbol que le cubre los ojos; y Mateo, un hombre alto pelirrojo con los ojos azules más brillantes que jamás haya visto. Todos dicen hola, pero es obvio que estamos interrumpiendo su juego.

Nos aventuramos a la sala siguiente, donde un chico y una chica están jugando un juego de video y otra se sienta de mal humor en el extremo del sofá.


Pedro no me presentará, pero veo que intercambian una mirada que es cualquier cosa menos agradable. Tengo la sensación de que tienen un pasado, y tan curiosa como soy, una parte de mí no quiere saber. Ya estoy al tanto de la historia de Pedro con las mujeres, pero eso no significa que quiera sentarme allí mientras que una chica con la que se haya acostado nos dispare dagas con los ojos.


Le doy un tirón a su brazo. —¿Podemos conseguir algo de beber? 

—Por supuesto. —Pedro parece aliviado de dejar la torpeza atrás. 

Estamos en la cocina bebiendo cerveza de unas botellas, mientras la pregunta sobre quién es la amarga chica de la otra habitación permanece sobre la punta de mi lengua. Una parte de mí sólo quiere preguntarle, pero no lo hago. No estamos saliendo y no le he dicho prácticamente nada sobre mi pasado, así que ¿quién me da el derecho de fisgonear?

Pedro se ve pensativo, apoyado en el mostrador como si quisiera decir algo. 

—La respuesta a tu pregunta es sí —dice finalmente. 

—¿Qué pregunta?


—Te estás preguntando si me acosté con esa chica de ahí.

Guau. Su honestidad me nivela. —¿Y lo hiciste?


Asiente. —En la secundaria.


—¿Por qué me dices esto? —No me debe una explicación.

—Porque sé que lo notaste y quiero ser honesto contigo.

—Oh. —Honestidad. Qué concepto.
.

—Fue sólo una vez, estaba borracho en una fiesta. Creo que ella esperaba que se convirtiera en algo más.


Lo estudio, con los ojos de color azul marino, su áspera y cincelada mandíbula espolvoreada con un rastrojo de luz. Puedo ver cómo las chicas probablemente se lanzan hacia él, con la esperanza de que va a convertirse en más.


—¿Pero no lo hizo?


Niega con la cabeza. —Yo era un idiota en ese entonces. Era mi último año de secundaria, y estaba a punto de salir para la universidad. No quería estar atado a una novia, quería jugar. Y cuando ella me dijo que siempre le había gustado, asumí que estaría bien con una noche...


Aunque no podía exactamente relacionarme con lo que la chica había tenido que pasar, aún sé la cadena de rechazos que sufres cuando el tipo al que te entregaste físicamente no lo valora. —Tienes que ir a hablar con ella. Disculparte. 

El reconocimiento cruza sus facciones, pero antes de que pueda responder, Radar viene caminando hacia la cocina. Él y Pedro comparten un abrazo de hermanos —del tipo que viene con un apretón de manos y luego un par de palmadas fuertes en la espalda. A continuación, Radar se vuelve hacia mí.


—Bienvenido al palacio del amor de Radar. —Sus manos hacen un gesto hacia delante, señalando una pequeña cocina sucia, y tenuemente iluminada, de un apartamento escasamente amueblado. Si cree que esto es un palacio del amor, estoy segura que Radar no ha visto acción en bastante tiempo.


—Idiota. —Pedro empuja en broma el hombro de su amigo—. Mantén un ojo en Paula por un minuto. Iré a hablar con Laura. 

Radar asiente. —Claro que sí, jefe.



No sé lo que podría salir de ahí, pero estoy orgullosa de que Pedro por lo menos trate de hacer las paces con la chica. 

Radar agarra una cerveza fresca de la nevera antes de recorrerme de arriba abajo con una sonrisa. —Pedro debe ser bastante serio contigo. Nunca ha traído una chica a casa por un fin de semana. 

Me ruborizo. —Oh no, sólo somos amigos. 

Radar ríe, un hoyuelo aparece en un costado de su boca mientras su sonrisa se ensancha. —Confía en mí. Él quiere ser más.


Quiero discutirlo, pero me pregunto si Radar podría tener razón. No estoy segura de lo que está pasando entre Pedro y yo, sólo que me gusta hacia dónde se dirige.