domingo, 29 de junio de 2014

CAPITULO 32



Paula   


Odio cuán sola me siento sin Pedro. No hemos hablado desde aquel acalorado intercambio en su habitación después de que descubrió mi pasado. Sé que no debería haberlo hecho, pero una pequeña parte de mi esperaba que él estuviera bien con aquello. Bueno, no bien, pero quizá más comprensivo. Supongo que él tampoco era quién yo pensé. Fue estúpido pensar que podría ser quien me salvara. 


Había aprendido hace mucho tiempo a confiar nada más que en mí y a no poner demasiada acción en otros. Al final me defraudarán de todas formas.


No puedo cambiar mi pasado. Y tanto como desearía poder hacerlo, no puedo localizar a todas las personas quienes han descargado ese degradante collage. Lo único que puedo controlar es qué hacer a continuación.


Dándome cuenta de que es tiempo de lidiar con mis problemas de identidad y enfrentar mi pasado de una vez por todas, abro mi portátil e inicio sesión en mi correo. Me debato en crear una dirección genérica que no pueda conectarse a mí, pero al final, quiero que mi mamá de nacimiento conozca mi nombre de tal forma que sepa quién soy.


Escribo lo que me había propuesto en un mensaje breve, pero resulta que cuando le estás enviado un correo a tu mamá por primera vez, hay mucho que decir. Le cuento acerca de mis papás, el cómo tuve una gran niñez, y que ahora estoy en la universidad. Le hablo de mi compañera de cuarto y de nuestro loco amigo gay, Noah, a quien le gusta pedirnos la ropa. Derramo mi corazón en esa nota, esperando que ella se ría cuando la lea y entienda que soy una chica normal y feliz. O, diablos, tal vez sólo estoy intentando probarme a mí misma que lo soy; de cualquier manera, hago clic en enviar antes de que cambie de parecer y borre todo. 

Catalina regresa de su clase poco tiempo después, dejando caer su bolso en el piso y girándose para verme con una expresión de preocupación. —Hola… ¿cómo estás? —La simpatía en sus ojos es nueva.


—Um, bien supongo. 

Cruza la habitación y me abraza, empujándome con fuerza entre sus brazos. 

Uh-oh. Catalina no es una abrazadora.


—¿Qué ocurre? —pregunto, envolviendo un brazo torpemente alrededor de su espalda.


—Necesitamos hablar. —Se aleja de repente, sus manos descansando en mis hombros—Pedro me paró hoy después de clases.


Oh. 

Mierda. 

—¿Y? 

—Y me contó. Todo. 

Mi corazón se hunde. 

Cata continúa—: Al principio era tímido, preguntándome acerca de tus antecedentes de citas, tu experiencia con chicos. —Deja escapar una risita nerviosa—. Básicamente le dije que no sabrías qué hacer si un pene te golpea arriba de la cabeza. Pero él me informó que estaba equivocada. Al principio fui orgullosa, pero entonces me explicó acerca de las fotos que tu ex usó para explotarte, y lo lamento tanto, Paula, no tenía idea. Ahora me siento terrible por siempre intentar hacerte salir de tu caparazón. Pensé que sólo eras un poco tímida, no que estabas marcada por un evento traumático.

—Está bien, Cata. No le digo a la gente acerca de eso. Pero estoy bien. 

—¿De verdad? —Sus cejas se arrugan en preocupación. 

Me encojo. —Estoy intentando hacerle frente. No es como si tuviera opción. Ya no me quiero esconder debajo de una roca. 

Sonríe. —Bien, cariño. Eso está bien. —Le da un apretón a mi mano—. Estoy aquí para ti.


—Gracias, Cata —No debería importar, pero lo hace, y no puedo evitar sondear por un poco de información sobre Pedro—. Así que, ¿de qué humor estaba Pedro?


La sonrisa de Catalina cae. —Parecía triste, preocupado por ti pero mayormente triste. Quería asegurarse de que estabas bien. 

—Oh. —No sé qué significa eso, o cómo procesar esta información. No es como si me hubiera vuelto a llamar, o a sentarse cerca de mí en las clases que compartimos. No puedo controlar la respuesta de Pedro al enterarse de mi pasado.

Lo único que puedo hacer es seguir adelante y rezar para que todo funcione como se supone que tiene que hacerlo.

CAPITULO 31



Pedro 


—¡Veronica, detente! —Me río, sin poder detenerme, porque resulta que después de unas diez cervezas, la sensación de opresión en mi pecho se vuelve insensible. Y mi ex novia igual de borracha es una distracción que parece no puedo rechazar. Está en el sofá junto a mí, tratando de hacerme cosquillas. Olvidé lo acaparadora que se vuelve después de unos tragos.


Veronica quita sus manos de debajo de mi camisa y se muerde el labio. La mirada practicada de seducción en su cara me es familiar y reconfortante. Sería tan fácil volver a caer en las cosas con ella, incluso si no es lo que realmente quiero. 


Pero mi cerebro está cansado de tratar de funcionar por lo que tuve con Paula, y cómo me siento ahora. Me gustaría poder anular la visión de esas imágenes y volver a no saber, pero eso no es posible. Al principio estaba enojado con Veronica por empujar el teléfono de esa chica en mi cara y mostrarme a mi inocente y dulce Paula siendo cualquier cosa menos dulce, o inocente. Pero después de maldecir y golpear la pared un par de veces, sabía que Veronica no era con la que estaba enfadado.


La fiesta que nos rodea se ha calmado considerablemente, y sólo quedamos unos pocos —los chicos que viven aquí y sus ligues. Sé que esta noche Veronica está esperando con paciencia para ver si tendrá una oportunidad conmigo, y sinceramente, no lo sé. Ni siquiera lo he decidido todavía. Lo que probablemente significa que mi polla decidirá por mí más tarde. Y puesto que es fácilmente engañada por Veronica, tengo la sensación de que sé lo que pasará. 

Paula y yo nunca fuimos una pareja oficial, y después de la forma en que su pasado fue arrojado a mi cara así... No le debo nada. Se fue el otro día sin decir nada más, pero ¿qué podía decir después que vi muchas fotos de ella con los genitales de otro tipo en su boca? Dios, incluso odio que ese lado de ella exista. El impulso de golpear algo de nuevo pica dentro de mí, justo cuando Veronica se acerca más. 

—Llévame arriba —susurra. 

Empujo las imágenes de mi cabeza y hundo mis dedos alrededor de Veronica, necesitando algo cálido y familiar a lo que aferrarme. —Vamos.



Me tumbo en la cama, esperando a que Veronica regrese del baño, preguntándome qué carajo estoy haciendo. 


Cuando aparece en la puerta y se pasea hacia mi cama, maldigo a la lámpara de mi tocador, en este momento, iluminando la habitación. Esto sería más fácil si no tuviera que verla, porque mi mente no deja de compararla con Paula. El pelo castaño y suave de Paula, aquellos grandes ojos verdes.


Cuando Veronica se sienta a horcajadas sobre mi regazo, dejo que mis ojos se cierren. Y cuando se inclina para besarme, lucho para apagar mi cerebro. Sin embargo, es imposible no darse cuenta que su boca no se ajusta a la mía como la de Paula, que huele diferente, que usa demasiado perfume.


—Espera. —Rompo el beso y Veronica abre los ojos—. Ve a apagar las luces. 

Frunce el ceño. —Antes no querías apagar las luces. 

—Lo sé, pero ahora sí. 

Se muerde la mejilla, su mente está trabajando, pero obedientemente se levanta de mi regazo y cruza la habitación para apagar la lámpara. Una vez que la habitación está iluminada sólo por la tenue luz de la luna, regresa a mí, quitándose su camisa y su sujetador antes de llegar a la cama. La familiaridad debería consolarme, pero mi mente se tambalea. 

Frota una mano bien cuidada contra mi polla desinteresada. 


—Simplemente relájate, Pedro. Deja que me ocupe esta noche.

No la quiero. Pero, ¿sería tan malo hacer esto? ¿Dejar que trate de hacerme olvidar a la chica que realmente quise? Veronica sabe que no estamos juntos. Ya hemos pasado por esto. No cambiará nada entre nosotros. Los dedos de Veronica se dirigen a la hebilla de mi cinturón y cierro los ojos otra vez, luchando conmigo mismo por relajarme.