domingo, 6 de julio de 2014

CAPITULO 48 FINAL



Paula  


Entrando en el salón de clases para nuestro final de sexualidad humana, Pedro comienza a reírse. Me vuelvo para ver lo que le llamó la atención. Amor-Propio 101 está escrito en la pizarra en la parte delantera de la sala. Oh, esto debería ser interesante. El profesor Gibbs no nos había dado ninguna indicación de lo que sería nuestro final de hoy, y ahora de repente estoy nerviosa.  


Una vez que la clase se instala, el profesor Gibbs me tranquiliza. Todo lo que tenemos que hacer es escribir una última asignación en el diario de lo que hemos aprendido en su clase, y entregaremos esto como nuestro final.  


Nos ponemos a trabajar, y Pedro roba miradas hacia mí durante toda la hora de la clase, una pequeña sonrisa tirando de sus labios. Me pregunto cuánto de su papel es sobre mí. Lo mataré si escribe algo vergonzoso. Sobre todo algo de mi primer orgasmo. Echo un vistazo a su papel y juro que veo la palabra Pajarito. 


Cacarea y sacude la cabeza, protegiendo la página de mi vista. Estrecho mis ojos y sigo escribiendo.  


Una vez que los documentos son entregados, el profesor Gibbs invita a todo aquel que quiera compartir con la clase lo que han aprendido. La vieja yo habría bajado la cabeza, sin atreverse a hacer contacto visual con él, por miedo a ser llamada. La nueva yo tiene mariposas en el estómago, la mitad de mí quiere levantar la mano, la otra mitad está nerviosa e insegura.


Una chica de atrás grita—: La comunicación durante el sexo es importante. ¡Tenemos que enseñar a los chicos lo que nos gusta! 

La clase estalla en risas.  


Un hombre sentado frente a mí con una mata de rizos rubios levanta la mano. —Usar loción. Raspa menos.


Pongo los ojos. Unas cuantas personas hablan, y la mayoría de ellos lo toman en serio. La chica de al lado mío dice que aprendió que si quieres una relación real, no saltas a la cama de inmediato. Pedro me sorprende siendo el próximo en levantar la mano. Estoy más que curiosa por saber lo que está en su mente.  


—He aprendido mucho en este semestre. Conocí a una chica increíble, y trabajamos en su capacidad de... O... quiero decir superar algunos miedos e inseguridades. Y he aprendido que es más divertido dar que recibir.  


Mi cara se pone roja brillante. Quiero darle una patada. Pero cuando su mirada se encuentra con la mía, sólo sonrío. Una grande y tonta sonrisa de estoy- totalmente-enamorada-de-ti. Es la misma sonrisa que él me está dando. Con el apoyo de Pedro, mis mariposas tienen un permiso para ausentarse y levanto la mano.  


—Paula —asiente el profesor Gibbs. 

 
—Si algo no se siente bien, no lo hagas. Y lo más importante, nunca lo filmes. 

 
Una vez que las palabras salen de mis labios, me siento un poco insegura de si debí haberlo dicho. Es probable que sea demasiado atrevido poner eso ahí, pero bueno, quiero dejarles saber. No tengo nada que ocultar. Ya no.

—Amén hermana —declara una chica desde el fondo de la sala y mis nervios se alivian.  


Pedro me está mirando, sus ojos azules bailando en los míos. Sin arrepentimientos. Son sólo lecciones de la vida. Y me siento muy bien acerca de lo que he aprendido.  
 
Fin

CAPITULO 47




Paula 


Quiero hacer esto. Necesito esto, pero me golpea una ola de nervios mientras bajo el bóxer de Pedro. Se levanta un poco fuera de la cama para ayudarme.


Su gruesa erección cae libre, saludándome, y de repente me tenso. En realidad no he visto a la luz algo como esto. 


Es más grande de lo que esperaba. Colocando mi mano a su alrededor, Pedro inhala y se reclina en la cama. Su carne es dura y caliente, y no puedo resistir de acariciar con mi mano desde la base hasta la punta, apretando ligeramente. Pedro gime suavemente, sus ojos fijos en los míos. Salgo de la cama y me sitúo de rodillas frente a él. 


Esto podría ser una experiencia completa. 


Pero antes de que pueda tocarlo de nuevo, agarra mis hombros con ambas manos. 


—¿Qué estás haciendo? —Está sin aliento. Es adorable. 


—Pensé que era obvio. —Por alguna razón, me siento orgullosa y poderosa, a pesar de que soy yo la que está de rodillas. 


—Paula, no tienes que hacerlo. —Su mirada es seria, como si estuviera legítimamente concertado. Pero no hago esto por él. Esto es por mí.


Pedro, quiero hacerlo. —Es verdad. Quiero ver todo el alboroto. Si no me gusta, me detendré. Sin esperar a que me responda, lo agarro firmemente con una mano. Bajo la cabeza hasta que mi boca se reúne con su carne caliente, le doy un beso francés lento, girando mi cabeza alrededor de su cabeza hinchada. El gemido de Pedro es el sonido más sexy que he escuchado. Incentivada por su obvia satisfacción, lo coloco en mi boca, sin nada que falte. 


Lo beso, lamo, chupo, y trazo hasta que Pedro balancea sus caderas y maldice entre dientes. Es un sentimiento
poderoso saber que soy yo la que le hace sentir esas cosas. 

Pedro coloca su mano en mi mandíbula y me levanta la cabeza. —Bebé —su voz es un susurro ronco—, necesitas detenerte. 

El orgullo se hincha dentro de mí, al saber que lo he traído tan cerca del borde. Me ayuda a levantarme del suelo y me acuesto a su lado. Estoy tan feliz de haber esperado por Pedro para mi primera vez. Ni siquiera estoy nerviosa cuando me quita los vaqueros y las bragas. Saco mi camiseta por encima de mi cabeza y él desabrocha mi sostén. Después de desnudarnos el uno al otro, nos deslizamos bajo las sábanas y nos seguimos besando. 


Envuelvo una pierna sobre su cadera y hundo mi cuerpo en el suyo. Puedo sentir su erección presionando en mi vientre. 

Pedro —gimo. 

Sin hacer las cosas extrañas, Pedro busca un condón y se lo coloca, besándome mientras lo hace. Sabiendo que no hay nada en nuestro camino, estoy a punto de decirle que empuje. Agarro su hombro con una mano, la otra está metida inútilmente entre nosotros, pero la aferro a su cadera. Poco a poco, y con cuidado, Pedro se posiciona en mí. Estamos acostados uno al lado del otro, con los ojos abiertos y besándonos, cuando se desliza dentro de mí. 


Puedo sentirlo presionar hacia delante y comenzar a penetrarme, y aunque es un poco incómodo, no duele tanto como pensé. 

Nunca me imaginé que estaríamos frente a frente así, con las luces prendidas, pero hace que sea mucho más íntimo. 


Puedo ver la tensión en su mandíbula mientras empuja hacia delante otra vez, siento el calor de su aliento mientras se acerca a mi boca. La plenitud dentro de mí es casi insoportable, pero es un placer. Aprieto mis piernas alrededor de sus caderas y se desliza más profundo. 

Los ojos de Pedro se cierran mientras un gemido gutural sale de su garganta. — Mierda, nena, estás tan apretada. 

Creo que debe ser un buen efecto el que tiene sobre él. 


Casi me río, pero cuando Pedro abre los ojos otra vez, su intensidad me quita el aliento. —No tienes que contenerte… me gusta.Gime de nuevo y me besa profundamente, su lengua deslizándose con la mía mientras empuja en mí con fuerza. Oh. No sabía que se sentiría así. Respiro fuertemente cuando lo último de mi virginidad se borra. Pedro se mueve en mí, sus brazos me abrazan fuertemente, estoy perdida en las sensaciones, las emociones que inundan en mi sistema. Deseo. Lujuria. Amor. Cosas que sólo Pedro me hace sentir.


Sus ojos encuentran los míos, y aleja el pelo de mi cara. —¿Vas a ser capaz de llegar si seguimos así?


Se siente bien, pero no lo sé. —No estoy segura —contesto con sinceridad. 

Pedro coloca una mano entre nosotros, y al igual que lo hizo en el mostrador del baño, encuentra el lugar que me hace temblar y me masajea con la yema de su dedo. Luego vuelve a empujar dentro de mí, más lento que antes. Dejo que mis ojos se cierren y me centro en las sensaciones. 


Cada vez que se mete yo gimo, y mientras se arrastra lentamente, me centro en el camino que está acariciando. 

Pronto estoy gimiendo su nombre  Tan cerca… tan cerca… 

—Peddddrrooo…  —Me vengo, en voz alta, mi cuerpo temblando contra el suyo. 

Segundos después, Pedro gime y entierra su cara en mi cuello cuando se viene. Su aliento en mi cuello es un sonido demasiado erótico.


Después nos acostamos juntos, un montón de cálidas extremidades pesadas y sábanas enredadas. Pedro acaricia suavemente sus dedos en mi brazo. Todo en este momento es perfecto. 

—Te amo, Pajarito —susurra Pedro.


—También te amo. —Dejar entrar a Pedro me asusta, pero me alegro de haberlo hecho.


Lo siento sonreír en mi mejilla. — Todo estuvo… bien 

 
Me apoyo en mi codo para mirarlo. ¿En serio me está preguntando esto? — Fue perfecto.


Su sonrisa es enorme y sus ojos bailan en los míos. Bueno, está claramente orgulloso de su actuación. Su entusiasmo me hace sonreír. Su pulgar acaricia suavemente mi mejilla y su voz se pone ronca. —Así que, ¿estás lista para hacerlo de nuevo? 

—¿Es eso un reto? —pregunto.

—Sí. —Su voz es firme. 

Sacudo la cabeza. —No. No más retos. 

—¿Ahora has terminado conmigo? —se ríe. 

Mi boca hace una mueca. —No. Estoy lista para ti de una manera nueva. — El futuro está amplio y abierto para mí. Y estoy lista para vivir.


Envuelve la mano por la parte trasera de mi cuello, guiando mi boca a la suya