miércoles, 18 de junio de 2014

CAPITULO 8


Pedro 


Enciendo la radio y me relajo mientras la plana carretera se extiende delante de mí. Ya habiendo perdido mi tarde de clases ayer debido a mi velada con Paula, voy a casa, conduciendo tres horas para comprobar a mamá. Nunca solíamolestarme demasiado en ir a casa los primeros años lejos en la Universidad. Pero un intento de suicidio cambia las cosas. No sería capaz de relajarme o concentrarme en clases hasta que la vea con mis propios ojos.


Cuando llego, mi padre está inmediatamente en mi rostro, provocando una pelea que casi lleva a los golpes. La trata como la mierda, y le tengo manía. Pero trato de centrarme en el hecho de que parece estar haciéndolo mejor.


Es un viaje rápido; la saco a comer y solo hablamos. A veces me preocupo de que no coma lo suficiente, especialmente cuando mi padre está fuera de la ciudad, lo que es a menudo. Sin nadie que cocine para ella, tengo el presentimiento de que no come.  Sin embargo, esto es más que solo sacarla a comer; necesito comprobarla, para estar seguro de que está bien. No sé si alguna vez me perdonaré por no darme cuenta de que tan cerca había estado de estirar la pata. Me hace darme cuenta de que no puedo subestimarla. 


Conduciendo a casa, debería llegar a tiempo a mi clase de sexualidad humana, la clase que más he estado esperando en este semestre. Los infames discursos del profesor Gibbs han generado suficiente alboroto en el campus a través de los años. Debería ser una A fácil y por supuesto presenta mi tema favorito: sexo.



Una mano descansa en el volante y la otra tira incansablemente de arriba abajo mi cabello. No puedo parar de pensar en Paula. Pasar el rato ayer con ella fue… inesperado Estar lo suficientemente a gusto para dormir en mi cama?


Impactante. Y sexy Recuerdo su inquieta reacción cuando Veronica dijo que lucía familiar. Parecía como si quisiera meterse bajo mi cama para cubrirse. Entre esconderse detrás de los contenedores de basura y estar aterrorizada de mi no muy brillante ex, Paula es un misterio. Es como una pequeña y asustada brizna de chica a quien quiero persuadir de salir de su caparazón. 

No estoy incluso seguro de mis propias motivaciones desde que dudo que será alguna vez una de mis conquistas. Lo que me gusta, y a la vez no. Es definitivamente atractiva, con suaves curvas que llenan sus vaqueros, largo cabello rebelde, especialmente sus grandes ojos verdes y labios suaves. Mierda. Voy a empalmarme si no soy cuidadoso.

Entro en el aparcamiento del campus justo cuando mis clases están comenzando. Voy a llegar tarde. Encontrando el auditorio unos cuantos minutos después, me detengo en la puerta para buscar un asiento vacío. El profesor Gibbs es alto, calvo y está caminando de un lado a otro en la parte delantera de la habitación. El cuarto está lleno y silencioso, aparte de él. Se detiene brevemente cuando su mirada encuentra la mía, luego regresa a su discurso, diciendo lo importante de la sociedad y la imagen de uno mismo. 


Dirijo la atención hacia un asiento vacío en la parte trasera de la habitación cuando un movimiento llama mi atención. 


Un destello de pelo cobrizo pasa como un rayo a través de mi visión y hace que mi corazón galope. Paula.

Está sentada varias filas arriba y sus mejillas enrojecen cuando encuentra mis ojos. No puedo evitar sonreír ante la vista de ella. Maniobro entre las filas de asientos y, unas pocas miradas repugnantes después, me siento en la silla junto a ella. 

—Hola, Pajarito. 

Rueda los ojos antes de mirar al frente una vez más, pero la pequeña curva en su boca me dice que está feliz de verme. 


Esa pequeña curva no debería hacerme sentir tan bien.

Me inclino cerca para susurrar en su oído. Vestigios de champú floral me saludan. —¿Qué me he perdido?


—Ni siquiera sabía que estabas en esta clase. No estuviste aquí la semana pasada.


Me gusta que lo notara. —Estuve fuera la semana pasada, tenía que comprobar a mamá —susurro de regreso.


Sus cejas se juntan y luego se vuelve hacia al frente de nuevo. No puedo evitar notar que ya ha llenado la página de notas garabateadas cuidadosamente a través de su cuaderno y que está golpeando nerviosamente un masticado y raído lápiz en su mano. Abandonando mi inspección de Paula por un momento, me sintonizo en nuestro discurso. Gibbs es un animado locutor, y es fácil perderte en sus palabras. Abro el programa que imprimí de internet y sigo adelante con la segunda clase de la semana: Tú, un estudio de caso sexual. Oh, sí, esta clase va a
ser impresionante. Y el leve sonrojo de Paula durante el discurso me dificulta enfocarme. El profesor Gibbs se dirige a paso firme al lado de la habitación donde Paula y yo estamos sentados. Se detiene delante de nosotros, reflexionando su siguiente opinión. —He diseñado esta clase para permitirles explorar su
sexualidad después de encontrar que muchos de mis estudiantes recibieron una educación de solo abstinencia en la secundaria. —Unas pocas personas en la habitación se miran, preguntándose a dónde va a llegar con esta clase, cuando continúa—: La abstinencia no es a menudo la realidad en la universidad, o en la secundaria, de hecho. Para remediar eso, exploraremos el rol de género en la sociedad como dice en mi programa, pero no sólo pontificaremos sobre esos temas como oscuras cosas ajenas a quiénes somos. Exploraremos su propia sexualidad a través de una tarea diaria semanal.


Reparte pilas de pequeños cuadernos negros a todos los que están sentados en la primera fila. Los cuadernos comienzan a hacer su camino alrededor de la habitación mientras todos toman uno. 

—Estos son sus diarios. Y para empezar, les preparé el tema para su primera tarea semanal. Volteen hacia la persona a su lado. No importa si es un miembro del mismo sexo o el opuesto.


Me vuelvo hacia Paula. Sus mejillas estabas rosadas antes, pero ahora está ruborizándose como una loca y él ni siquiera nos ha asignado nuestra tarea. 

Demasiado malditamente bonito.


—Abran su diario. Quiero que se fijen en la persona frente a ustedes. — Unas pocas risas suaves estallan en la habitación—. No hablen —nos recuerda el profesor Gibbs. 


Permanezco en silencio, encorvado en mi asiento y asimilo la rígida postura de Paula. Si esto es un estudio del nivel de comodidad de una persona en el sexo, Paula ganaría por mayor incomodidad. Luce como si estuviera a punto de huir de la habitación. ¿Por qué siquiera se había inscrito en esta clase? Es elección voluntaria.


El profesor Gibbs explica la tarea semanal. Está buscando hacer un resumen sobre la imagen de uno mismo, la autoestima. Llevar a las jóvenes a verse a sí mismas más claramente, aceptando y alentando la confianza en si mismas, dentro y fuera de la habitación; y llevar a los jóvenes a prestar más atención a lo que está debajo de su ropa. Mis ojos se mueven rápidamente a Paula. Está sintonizada con cada palabra. Incluso tengo que admitir que es una tarea interesante. 

El tema de nuestro primer ejercicio semanal es qué encontramos atractivo y hermoso en el sexo opuesto. Unos pocos comentarios maliciosos y risas circulan por la habitación, hasta que el profesor Gibbs nos reorienta a pensar en las partes poco común del cuerpo, como manos y ojos. Luego nos empuja a dar un paso hacia delante. Se vuelve a acercar a Paula y a mí, deteniéndose delante de nuestros escritorios. Cuando nos pregunta nuestros nombres, el sonrojo de Paula aumenta de nuevo. Va a usarnos como ejemplo delante de la clase. No me preocupa; sólo no quiero que la avergüence.


El profesor Gibbs se vuelve hacia Paula —Van a emparejarse y tomar apuntes de las características del otro Por ejemplo las manos de Pedro… —me anima a levantarlas para que la clase la vea. Las extiendo delante de mí torpemente—. Harías un buen proveedor con esas fuertes manos. 

Los lindos ojos verdes de Paula siguen mis movimientos y permanecen en mis manos incluso después de que las he bajado al escritorio.


El profesor Gibbs regresa al frente, dejándonos a Paula y a mí solos. No me preocupa que estemos en una habitación llena de gente. Ella está jodidamente encendiéndome


Ser capaz de revisar a Paula por el bien del trabajo en clase es una cosa increíble. Muerde su labio y comienza a anotar algo a lo largo de su diario.


Desearía saber qué demonios escribe. ¿Esa cosa que el profesor Gibbs dijo de mis manos? De alguna manera, lo dudo. Su mirada se desliza sobre mi mandíbula, baja por mi pecho, a mis bíceps, y está volviéndome loco. Cada mirada es como una caricia. Me sacude como un golpe. Prácticamente puedo sentir como si estuviera desnudándome con sus ojos. Mierda. ¿Quién es esta chica? Es inocente y sexy, todo a la vez, y sé que estoy en un problema. Mi corazón está bombeando rápido y siento que estoy poniéndome duro.


Abro mi propio diario, necesitando la distracción. Hay muchas cosas que podría escribir sobre Paula, pero mirando hacia abajo, hacia la hoja en blanco, no estoy seguro por dónde comenzar. Nunca he escrito en un diario, pero tengo un presentimiento de que escribir sobre ella será fácil.


Tomo una profunda respiración y trato de centrarme en las partes no tradicionales del cuerpo que el profesor nos recordó. De esa manera no soy el pervertido mirando sus tetas. Las que son excepcionalmente bonitas, noto rápidamente. Aún está inclinada hacia abajo, así que estoy esperanzado de que no se haya dado cuenta de mi indiscreción. Demonios, está escribiendo una rara novela. 


¿Hay tanto que decir? 

Trago y me centro en mi cuaderno, finalmente escribiendo: Su piel es suave… me hace querer protegerla. Cierro el libro antes de que tenga la oportunidad de ver lo que escribí. 


Dios, sueno como un marica. 

Me inclino cerca de Paula, y cierra su diario de golpe. Pero no antes de que pueda ver que escribió una página entera sobre mí. Guau. —Tenías mucho que decir, ¿uh? —susurro, ofreciéndole una débil sonrisa. Me hace sentir demasiado inseguro y vivo, todo al mismo tiempo. 

Sólo se encoge de hombros, tratando de restar importancia a la tarea. Pero no puedo. Algo está sucediendo entre nosotros. Y quiero explorar qué es.


—¿Tienes clases después? —pregunto.


—No. ¿Por qué? —susurra de regreso.


—Ven a tomar café conmigo. —No es una pregunta, y Paula sólo asiente antes de volverse hacia el frente de nuevo.

El resto de la clase pasa lentamente, tan interesante como es el tema. El suave y femenino aroma de Paula me distrae. 


Una vez que salimos, espero que surja con una excusa, pero no lo hace. Camina junto a mí, sus ojos mirando a todos los sitios excepto a mí. Y realmente, ese es todo el ánimo que necesito.

CAPITULO 7



Paula 


Esconderme detrás de ese contenedor de basura parecía importante en el momento. No podía tener a alguien de mi pasado manchándome, así que me zambullí para cubrirme. 


Pero ahora, a la espera de alguien llamada Vero, me
pregunto qué demonios estoy haciendo en la habitación de Pedro. Esta no soy yo. No sigo chicos a su casa. Desde luego, no me meto en sus camas. Esto es sólo buscar problemas. Y ahora claramente  él tiene una novia, lo que me hace quedar como una idiota más grande.


Hernan se va y Pedro no hace ningún movimiento para explicar. Puesto que es demasiado tarde para escapar, espero. Unos segundos más tarde, oímos pasos subiendo las escaleras hasta el ático. 


Una chica menuda con pelo rubio y largo gira en la esquina y su gran sonrisa se desvanece tan pronto como ve que Pedro no está sólo. 


—Oh. Hola, Pedro —Se recupera y se inclina para plantar un beso en su mejilla.


Dios, ¿podría esto ser más incómodo? Quiero morir. 


Pedro, habiendo perfeccionado su estilo-aburrido-con-la-vida, asiente una vez hacia ella y luego regresa su mirada a la mía. —Esta es Paula. Paula, ella es Veronica.


Veronica se gira, pero su sonrisa sólo se reserva para Pedro porque se desvanece cuando me nota. Hay algo que odia acerca de que yo esté aquí con Pedro, y la perra interna dentro de mí disfruta ese hecho. Esta chica simplemente apesta a falso, y al instante no soy una fan. 

—No sabía que estuvieras con alguien. —La voz de Veronica sale suave,cuando se gira hacia Pedro.


—Bueno, así es. ¿Necesitabas algo? —Su voz es fría, sin emociones.


Maldita sea. Esta no puede ser su novia. De lo contrario, él sería un verdadero idiota. Por supuesto que me muero por saber quién es, pero no voy a preguntar. No estoy segura de que ahora podría manejar oír eso. Pedro me ha tratado con nada más que amabilidad y respeto, y en cierto modo quiero seguir pensando lo mejor de él.


—No. Sólo quería saludarte. —Veronica levanta un hombro, luego cae y no puedo dejar de notar la manera en que su pecho sobresale cuando lo hace. El movimiento es practicado, más allá de obvio. Dios, esta chica me resulta molesta en todo en treinta segundos.  Antes de que el incómodo silencio tenga tiempo para descender plenamente sobre nosotros, Veronica se centra sobre mí—. Pareces familiar.


Mi corazón se detiene. 

Literalmente deja de latir en mi pecho. 

Espero por Dios que no tenga idea de por qué luzco familiar. 


Suelto un respiro y me encojo de hombros, tratando de convencerme de que esto es sólo una coincidencia. No puede saber. 

Desesperadamente necesitando cambiar de tema, pregunto—: ¿Cómo se conocen tú y Pedro?

Pedro responde por ella—: Ex-novia. 

Oh.


—Sí, algunos días soy su ex-novia  algunos días soy… ¿Que soy exactamente, Pedro, en esas noches que me llamas y me pides que venga?


—Tu deseo, Veronica.


Ella se ríe, su boca curvada en una sonrisa victoriosa. —Cierto, Pedro

Mi estómago se acalambra.


Pedro se levanta de la silla, mirándola con ojos vigilantes, como si fuera un animal salvaje.


Veronica se ríe de nuevo, esta vez con nerviosismo. —Puedo ver que estás tratando de impresionar a tu nueva amiga, así que me voy a ir. 

La mandíbula de él se tensa mientras se traga lo que sea que quiere decir. 

Conduce a Veronica del codo hacia la puerta. —Paula y yo necesitamos  estudiar. 

Veronica hace pucheros, pero lo deja guiarla hacia el pasillo.

Una vez que la puerta está firmemente cerrada, miro a Pedro. —¿Estás seguro de que está bien que yo esté aquí? —pregunto.

Se ríe incómodamente y cruza la habitación hacia mí. —Estás salvando mi culo ahora mismo. Así que gracias.


—¿Cómo?


—Al ayudarme a deshacerme de Veronica. Ella se habría quedado toda la tarde si la dejara. 

Me levanto de la cama, preguntándome si él no quiere compañía y si debería salir también. —Oh… quieres que… 

Sus firmes manos en mis hombros me impiden ir más lejos.


—Quiero que te quedes. 

El caliente peso de sus manos es un recordatorio constante de que no soy tan inmune a sus encantos como me gustaría. Le sonrío como una fan enamorada. Idiota. En silencio me reprendo que me he unido al club de fans de Pedro

—Siéntate. Quédate. Ponte cómoda. 

Me dejo caer en su cama una vez más, la química crepita entre nosotros, no importa lo mucho que lo quiera negar. —Está bien. 

—Tengo tarea de psicología que podría hacer. Y tú puedes esconderte aquí,así que sólo relájate, ¿está bien?


Quiero preguntarle más acerca de Veronica, pero eso puede conducirlo a preguntar porque yo me escondía, por lo que me callo y me relajo en su gran cama matrimonial. Es mucho más lujosa y cómoda que mi estrecho colchón duro-como- roca de los dormitorios. Mmm. Su cama huele a él. Es un olor que al instante decido que podría embotellar y vender.


Pedro enciende música suave y toma su libro de texto y un montón de papeles de la mesa, balanceando todo en su regazo para poder enfrentarme. 

Agarro el libro de mi clase de desarrollo en la primera infancia y valientemente me instalo contra su montaña de almohadas. Mis ojos se mueven a los de Pedro, pero no
parece importarle en lo más mínimo que haya requisado su cama. De hecho, juro que hay un atisbo de sonrisa tirando de sus labios.


—¿Cuál es tu especialidad? —pregunta.

—Trabajo Social ¿Qué hay de ti? —Por alguna razón esperaba que dijera indeciso, pero me sorprende. 

—Psicología. Sobre todo porque molesta a mi papá. 

—¿Qué quieres decir?

Sonríe. —Es un alcalde y quiere hacer una carrera para el congreso. Siempre ha estado obsesionado con la política… así que por supuesto quería que me especializara en ciencias políticas, o al menos en negocios.


Asiento. A mis papás no les preocupaba cual fuera mi especialidad. Y cuando les dije que quería trabajar en el campo de la adopción, me ayudaron a investigar el programa de Trabajo Social. 

—Era eso o algo artístico, y ya que soy una mierda en arte y sólo aceptable en música, me imaginé que la psicología era una apuesta segura.


—¿Al menos te gustan tus clases? —le pregunto.


—Sí, resulta que me encantan. Las personas son la cosa más interesante para mí de todos modos, así que funcionó.
—¿Lograste molestar a tu papá?

Asiente. —Oh, sí. Estaba tan enojado que explotaba. 

Ambos sonreímos. ¿Por qué tengo la sensación de que Pedro me está dejando entrar en cosas que no comparte normalmente? ¿Y porque eso me gusta tanto? Me concentro en mi libro durante unos minutos, pero leer sobre trastornos de vinculación es bastante aburrido y la bondad exquisita de Pedro está ahí en pantalla.


Es difícil no echarle miradas de vez en cuando. Un pequeño pliegue marca su ceño mientras se concentra, y sus labios se mueven cuando lee algo, lo que lo hace lucir adorable y sexy al mismo tiempo.

—Así que, ¿Veronica de verdad es tu ex? 

—Sí, pero no actúa como si lo fuera. Y por supuesto, mis hermanos de fraternidad me dan mierda sobre eso todo el tiempo. 

Está claro que a ella le gustaría pasar el rato con Pedro, ex o no. Demonios, tal vez todavía lo hace, como dio a entender. Fuerzo mis ojos de nuevo al libro y me relajo en la acogedora ropa de cama. Después de unos momentos de hacer lo posible tratando de leer este libro, siento otra vez los ojos de Pedro en mí. 

—¿Alguna vez piensas acerca de encontrarte  con tu… un la mujer que te dio a luz? —pregunta, frunciendo el ceño. 

—¿Mi mamá biológica? —Estaba acostumbrada a enseñarle a la gente la terminología correcta. Asiente. —Sí. Todo el tiempo. 

—Entonces, ¿por qué no lo haces?


Me encojo de hombros. Por muchas razones. No estoy segura de lo mucho que debo decirle, o cuánto realmente él quiere saber, pero Pedro está apoyado en sus codos, como si estuviera realmente interesado. No suelo hablar de estas cosas. Pero confío en él lo suficiente como para dejarlo entrar, lo cual es extraño teniendo en cuenta que sólo lo conozco hace muy poco tiempo y todo el mundo me ha advertido sobre él. —Ahora que tengo diecinueve años, puedo ir a buscar los registros de mi adopción sin que mis padres necesiten firmar… —Libero un suspiro lento. Es algo en lo que he pensado hacer muchas veces, sin embargo, una fuerza desconocida me retiene. —No es una gran cosa. Con el tiempo voy a averiguar qué hacer —agrego,con la esperanza de aligerar el momento.


—Bueno, déjame saber si puedo ayudar —dice en voz baja. 

—¿Por qué harías eso?


Se encoge de hombros. —¿Por qué no?


Estoy muy sorprendida por su interés en ayudarme. Sé que no soy la mejor compañía, sólo que a Pedro parece no importarle. Eso probablemente es porque no sabe mucho sobre mí. Agacho mi cabeza con esa conclusión, llevando mi barbilla al pecho. —Yo no te gustaría si supieras más sobre mi pasado. 

No presiona por más detalles. Sólo permanece tranquilo y alcanza mi mano. 

—Dudo mucho que eso podría ser verdad. Y  además, tengo muuucho más equipaje que tú, así que estamos bien.

Sí, pero su reputación es un campo abierto. No se esconde detrás de una cortina, esperando por alguna terrible “gran revelación” como yo. Pedro me sigue mirando y su expresión suave envía un hormigueo caliente a través de mi pecho. 

No tengo ni idea de porque este Pedro Alfonso—reportado hombreputa— Tendría ese efecto en mí. Sin embargo, no puedo negar que lo hace. Lo cual es exactamente por lo que voy a tener mucho más cuidado con él.

 
*** 
 
Parpadeo hasta abrir los ojos para encontrar a Pedro sobre mí. —Paula, despierta. Te quedaste dormida. —Su mano en mi hombro me despierta suavemente ¿Qué? Noooo. Me incorporo de un salto en la cama, aturdida y con cara de sueño. ¿Me quedé dormida? Esto es tan impropio de mí.


—Debería irme. —Brinco de la cama y agarro mi mochila, levantándola sobre mi hombro—. ¿Tienes clases?


Pedro ve casualmente su reloj despertador. —Mi clase de psicología comenzó hace veinte minutos. No quería despertarte. 

Oh. —Pedro, no te saltes la clase por mí. 

Pedro se acerca un paso, cerrando la distancia entre nosotros. Tengo que estirar el cuello para mirarlo y mi pulso se acelera ante la repentina cercanía. — Está bien. —Endereza las correas de la mochila, su mano deteniéndose en mis hombros—. Esto era más divertido.


Qué es lo que está bien acerca de esto, no tengo ni idea. Su mirada se detiene en la mía. Debería alejarme, pero no lo haré. —¿Puedes permitirte el lujo de faltar a clase?


Deja escapar una breve carcajada. —No soy un tonto, Paula. Tuve un promedio casi perfecto de calificaciones el semestre pasado. Y es sólo la segunda semana de clases. Está bien. 

Mi expresión de sorpresa me delata. 

—¿Qué? ¿No es lo que esperabas? 

Me doy la vuelta y huyo sin decir nada más, necesitando usar mi cuerpo para algo útil como descender las escaleras así no hago algo estúpido como alzarme en los dedos de mis pies y besarlo como quiero. Una vez que llegamos a la puerta principal, Pedro agarra mi mochila, deteniendo mi escape. 

—Oye, no te metas detrás de contenedores de basura ¿De acuerdo? —Coge los mechones sueltos de mi cara, metiéndolos detrás de mi oreja.


—Lo voy a intentar. 


Cuando regreso a los dormitorios, Catalina me lanza una mirada sospechosa. —¿Dónde estuviste toda la noche?


Pongo mi mochila casualmente en mi cama, mi mente aferrándose a una posible explicación. Sabiendo que soy horrible para improvisar, me quiebro y admito que estaba con Pedro, haciendo que suene como que casualmente nos encontramos —lo cual hicimos. Y el volver a casa con Pedro entonces fue obvio.


Cuando vi a Mariela Capri antes, sabía que tenía que salir de allí antes de que un ataque de pánico se hiciera cargo. 


No parecía peligrosa, con su pelo rubio rizado y pantalones de yoga negros desteñidos, pero lo era. Ella mantenía una relación con mi pasado. Sabía el secreto por el que he trabajado duro para asegurarme que no me siguiera aquí, que no me poseyera. Y sé que, dada la oportunidad, ella abriría su gran boca  y lo diría. Es un secreto muy jugoso para no hacerlo. No podía tener eso, así que me lancé detrás del obstáculo más cercano que pude encontrar, que resultó ser un contenedor de basura. Temblaba cuando Pedro me encontró.


Pero Catalina no necesitaba saber acerca de mis aventuras con la basura.


También omití la siesta que había tomado en su cama. Eso la enviaría sobre el borde. No, ese pequeño detalle tendrá que quedar entre él y yo, al igual que el hecho de que la almohada olía a una mezcla de suavizante y colonia y podría fácilmente habérmela traído a casa para disfrutarla en las noches. Ese detalle, sin duda, no tiene que ser compartido con nadie. Ni con Catalina y desde luego no con demasiado-caliente-para-su-propio-bien Pedro.