lunes, 23 de junio de 2014

CAPITULO 18



Pedro 


Cuando regreso de la ducha, Paula está acurrucada en mi cama con mi diario de nuestra clase de sexualidad humana. Que diab… 


—¿Paula


Pone el cuaderno a su lado. —¿Tengo piel suave? Eso es todo. ¿Es todo lo que escribiste? —Sacude la cabeza con ridículo disgusto, sin estar completamente consciente de que acabo de descubrirla husmeando.  


Cruzo la habitación y agarro el diario. —Ahora tienes que dejarme leer el tuyo.


Sonríe. —De ninguna manera. No cuando todo lo que escribiste fue esa línea. No te lo has ganado.


Me siento a su lado. —Entonces, déjame ganarlo. 


Pone una mano en mi mejilla y encuentra mis ojos. La broma entre nosotros muere al instante, y me quedo con el deseo de mi corazón. Sus ojos se detienen en mi boca. 


Nunca quise besar tanto a alguien en toda mi vida. Mi corazón está golpeando dolorosamente en mi pecho mientras espero lo que va a hacer a continuación.  


Quita su mano reacia y se mueve lejos de mí en la cama. —Las cosas fueron muy bien con Mariano anoche.


—Oh, claro. Mariano —Eso es jodidamente genial—. Mi desafío fue hablar con él. No ir a casa con él.  


Golpea mi brazo. —Todo lo que hicimos fue hablar. Me llevó a casa y fue muy caballeroso.  


—Bien. —Gracias, jodido Dios—. ¿Lo verás de nuevo?


Levanta un hombro. —No estoy segura. Ya veremos si llama. 

—¿Tiene tu número? 

Asiente, sonriendo tímidamente. 

Diablos. Ese pequeño e ilógico hecho no debería hacerme querer golpear algo, pero lo hace. Quiero decir, Cristo, ella encontró a Veronica en mi habitación esta mañana y ha estado bien con ello. Necesito calmarme. 

Paula se sienta en mi cama, todavía mirándome, esperando por una reacción. No puedo ser responsable de mis acciones cuando su boca es tan exuberante y rosa. Está, prácticamente, tentándome. Me levanto y pongo mis manos en mis caderas, intentando infundir un poco de humor en la situación. De otra forma, voy a besarla de nuevo, y claramente no es lo que quiere. 

—Bueno, desde que parece que estás sobresaliendo en los desafíos que te doy, parece como si estuviéramos listos para algo más avanzado. —Espero que no pueda saber que estoy literalmente inventando todo esto sobre la marcha.  

Un tono de llamada musical llena el silencio y Paula se lanza por su teléfono. —Oh, espera un segundo, puede ser Mariana.


Jodida mierda.  
 
***

Estoy acostado en mi cama, todavía preguntándome si podré manejar las cosas con Paula. Anoche prácticamente la empuje a los brazos de Mariano. Pero por supuesto eso fue después de que me dijo que no estaba lista para algo. ¿Qué puede darle él que yo no puedo?


Antes de llamarla para nuestra charla nocturna, llamo al celular de mi mamá.


Contesta en el primer tono. —¿Pedrito?


Internamente gimo por el sobrenombre. —Hola, mamá.


—Hola querido. ¿Qué pasa? ¿Llamando para comprobarme? 

Sonrío. Con ella no se puede ir con rodeos. —Eso creo, sí. ¿Cómo estás? 

—Lo estoy haciendo bien, Pedro. Tu papá irá a China por negocios esta semana  Se ira por dos semanas  así que si quieres venir a verme…


Los dos sabemos que es una mala idea, para mí y mi papá, estar en la misma casa. —Sí, lo haré.  


—Bueno, de verdad estoy bien, cariño. Me uní en un grupo de lectura en la librería.


—Bien, mamá. Te amo.


—Te amo más, Pedrito. 

Es un alivio escuchar que ha estado bien. Todavía me culpo por no haber visto las señales de alerta. No contestar su teléfono, olvidar devolverme las llamadas por semanas y el tono robótico de su voz cuando hablábamos. Debería de haber sabido que algo pasaba. Diablos, mi papá debería haber sabido que algo no estaba bien. Pero él la ignoró como es habitual, hasta que la encontró hecha bola en el suelo del baño. Nunca había escuchado su voz tan asustada cuando llamó para decirme que una ambulancia se la había llevado al hospital.


—Bien, te veré la semana que viene. 

—Adiós, cariño.  

Parece que iré a casa otra vez el próximo fin de semana. 


Apago la lámpara y me pongo cómodo bajo las sábanas antes de llamar a Paula. Escuchar su voz adormilada antes de dormirse me hace sonreír.


—Hola —susurra suavemente.


—Hola. —Nos quedamos en silencio por unos segundos, pero no hay nada incómodo en eso—. ¿Te divertiste con Mariano? 

—Sí. Me llevó por chocolate caliente y luego sólo caminamos por el campus por un rato. —Puedo escuchar la sonrisa en su tono.  


Idiota. —Genial. Eso suena bien. 

—Sí, es un poco callado, así que no tuvimos mucho de qué hablar, pero creo que fue una buena asignación para mí.  

—Así que ¿no lo volverás a ver? —Cruzo mis dedos. Y mis dedos de los pies.


—No dije eso. Él dijo algo sobre salir el próximo fin de semana, así que ya veremos.


Una idea aparece en mi mente y ahora que está plantada ahí, sé que no seré capaz de borrarla. —Oh, diablos. Te iba a pedir qué vinieras conmigo a casa el próximo fin de semana.

Hace una pausa, sólo el sonido de su respiración por el teléfono mientras lo considera. —¿En serio?


—Sí. Tengo que ir a casa a comprobar a mi mamá mientras mi papá está en China por negocios. Iba a ver si querías ir conmigo. Mi mamá es realmente genial y podríamos sólo pasar el rato, ver películas, meternos en el jacuzzi. Será algo tranquilo  Si estas interesada… —Mentalmente me doy los cinco por esta solución tan inteligente. La mantendrá alejada del idiota de Mariano y cerca de mí. 

—Ah, sí, claro. Eso suena divertido.

***
Llámalo genio malvado o planeador excepcional de mi parte, pero el hecho de que Paula esté en mi coche a mi lado en un viaje de tres horas a la casa de mi mamá, se siente correcto. Cuando nos estacionamos en el vecindario, Paula se inclina hacia adelante en su asiento para mirar por la ventana. Es un buen vecindario, lo sé. 


Cada casa es enorme e impecablemente cuidada; incluso si todas se ven sorprendentemente similares. Demasiado, parecen sacadas de un molde.


Entro por el camino de la entrada de ladrillo circular y aparco enfrente del garaje para cuatro coches.


—Guau. Lindo lugar.

Esta casa es demasiado grande sólo para mi mamá y papá, parte de las razones de porqué mi mamá se vuelve loca a veces. También me pondría así, solo en una casa fría y silenciosa. Pero las apariencias engañan porque sí, es una casa increíble. Ladrillo rojo en el exterior, fuente en el frente, piscina y jacuzzi atrás, más habitaciones y baños de los que alguna vez usaremos. 

Paula sale del auto y se estira. —¿Aquí es donde creciste? 

—Sí. —Me estiro hacia el asiento trasero y agarro nuestras bolsas. Mi mamá nos está esperando en el porche, mirando a Paula curiosamente. Me doy cuenta de que nunca había traído a una chica. Veronica no cuenta: vive a tres casas y siempre estaba aquí, invitada o no.


Estoy feliz de ver a mi mamá bien. Tiene color en sus mejillas y sus ojos están brillosos. A veces me pregunto si he estado viniendo a casa más seguido para intentar borrar el recuerdo de su aspecto pálido y pequeño en esa cama de hospital. No tiene cicatrices físicas. Incluso su atentado suicida había sido pulcro. Capaz de ser barrido bajo la alfombra y olvidarlo. Que educado de su parte. Nunca mencionamos la palabra adicción, incluso cuando el uso de sus píldoras para el dolor de su espalda incrementó dramáticamente al pasar los años. Y nunca usamos la palabra suicidio. “El accidente de mamá” era el término que puso mi papá.


Maldito. No es de extrañar que no supiera cómo pedir ayuda.  

Me doy la vuelta y cuando descubro a Paula torciendo sus manos nerviosamente saca todos esos pensamientos de mierda de mi cabeza. —¿Lista? 

Paula asiente y me inclino hacia ella.

CAPITULO 17



Paula


Pedro me está ayudando a liberarme de mi caparazón de una manera que no creí que fuera posible. Tengo que darle las gracias por lo de anoche. Después de que su pequeño atrevimiento me diera el empujón que necesitaba,  hablé con Mariano durante más de una hora en la pequeña fiesta. 


Y ya que Pedro estaba bastante borracho, Mariano me llevó a casa. Tuve que darme una pequeña charla,convenciéndome de que Mariano era una opción más segura. Que a pesar de mis sentimientos crecientes hacia Pedro, su reputación y lo que todavía sucedía entre él y Veronica significaba que tengo que abrir mis alas un poco. 


Pedro y yo sólo somos amigos y eso es lo mejor.


Intercambié teléfonos con Mariano y podríamos estar saliendo el próximo fin de semana. Vamos a ver si me llama. 


Me visto casual en pantalones de yoga y una camiseta de manga larga,coloco mi cabello en una cola de caballo y parto en busca de café. Tomo una taza extra para Pedro, que sin duda tiene resaca esta mañana, y comienzo el paseo de veinte minutos a su casa, justo al lado del campus. Me tomo mi café, dejando que la luz del sol caliente mi piel. Las hojas están cambiando, estallando en bonitos tonos naranjas y dorados. Me llama la atención la idea de que las hojas van evolucionando al igual que yo.


Sueño despierta mientras camino, imaginando que podría ser posible que ya hubiera avanzado de una vez por todas, cuando las imágenes de aquella noche se deslizan en mi psique. Yo, posando en topless para la cámara, con una sonrisa boca abierta muy  seductora, mis manos y mi boca en una cierta parte de la anatomía de Mauricio, haciendo muy obvio quien era yo y no tan obvio quien era él. Empezó como algo inocente, y yo confiaba en Mauricio. 


Completamente. Lo que era tonto. Más que tonto. Tenía cierta reputación cuando lo conocí, pero creía que él había cambiado. 

Es exactamente por eso que tengo que tener cuidado con Pedro. Tengo que mantenerlo en la zona de amigos. Su fe en mí lo es todo, pero algo más sería demasiado peligroso. Es una pena que las señales de advertencia huyan de mi mente en cuanto lo veo.


Después de llamar a la puerta por varios minutos, decido probar el pomo de la puerta, y me doy cuenta que no está cerrada, así que me permito entrar. Es probablemente un poco atrevido el sorprender a Pedro así. Sé que es posible que todavía esté durmiendo, pero estoy segura de que estará feliz de verme, así que saco cualquier pensamiento de mi mente y subo las escaleras a su habitación en el ático. 

Llamo a la puerta de su habitación y espero. Nada. No hay sonidos desde el interior. Sonrío al pensar en él acurrucado en su gran cama. No sé si debo irme o qué. Toco de nuevo. 


—¿Pedro

Lo escucho maldecir y luego sus pasos pesados atravesando la habitación.


La puerta se abre unos pocos centímetros y Pedro me da un vistazo con los ojos soñolientos. Su cabello está desordenado, y su ropa arrugada, como si hubiera dormido con ella. —¿Paula? 

—Buenos días, Rayito de Sol. Traje café. ¿Puedo pasar?


Su mirada confusa rebota de la taza de café que estoy reteniendo a la mía. 

La mirada en sus ojos es puro pánico. Algo está muy mal y mis entrañas hormiguean con la anticipación de las malas noticias. Pedro no hace ningún movimiento para abrir más la puerta. 

—¿Pedro? —pregunto después de un momento. 

Pasa una mano por su pelo rebelde. —Escucha, Pajarito... no vas estar contenta, pero te juro que no pasó nada.


Paso junto a él, hecha una furia a su habitación y veo a Veronica tendida en el pequeño sofá bajo la ventana. Se acaba de despertar, y está vestida sólo con una de las camisetas de Pedro.Me tiemblan las manos. Dejo el café sobre la cómoda, para no tirarle las dos tazas a él. No es mi novio. No estamos saliendo, pero eso no significa que esté menos molesta  de que Veronica y él... hicieran  lo que hayan hecho anoche. Pero si fui yo la que se fue con Mariano anoche, ¿qué esperaba?


Pedro se para delante de mí, con los ojos mirando abajo, a sus pies.


Veronica se levanta y se estira, la camiseta se levanta y muestra sus bragas de encaje de color rosa en su movimiento. 

—Veronica, es hora de que te vayas —dice Jase con voz tensa.

Ella se pone sus vaqueros y arroja su cabello largo y rubio por encima del hombro. —Relájate, cariño, tengo que orinar y luego me iré. —Cruza la habitación y se dirige a la sala. 

Una vez que se ha ido, Pedro toma mis manos entre las suyas. —Juro por Dios que no pasó nada. Anoche se emborrachó demasiado para conducir a casa y dejé que pasara la noche en el sofá. No la toqué. Te lo prometo.


Él sigue con la misma ropa de anoche —incluyendo su cinturón. Si algo pasó entre ellos, ¿por qué se habría vestido con toda la ropa de nuevo antes de ir a la cama? No sé si debo confiar en él, pero quiero. Sigue sosteniendo mis manos en las suyas. —Está bien, Pedro. Eres libre de hacer lo que sea... a quien quieras.


—Está bien, lo sé. Sólo... quiero que sepas que las cosas se terminaron entre ella y yo, y a pesar de lo que esto parece. No estoy con nadie en este momento. 

—Está bien —le digo. No sé si estar enojada con él, conmigo, o Veronica. Hay tantas emociones corriendo a través de mí —ira, dolor, vergüenza— que no sé qué pensar. A pesar de mi supuesta precaución de no involucrarme con Pedro, de repente me doy cuenta de que he construido nuestro vínculo en mi cabeza a partir de algo que no es. 

Pedro empuja sus dedos por su pelo grueso de nuevo, maldiciéndose por lo bajo. —Ella tomó un montón de tragos y me rogó que la dejara quedarse. Todo lo que hice fue darle una manta y dejarla aquí. Estaba inconsciente cuando llegué a la cama un par de horas más tarde.


Mis manos todavía están temblando. Esa noticia evoca la imagen de una Veronica ebria, colgando de él, rogándole que la llevara a la cama. No creo por un segundo que ella accidentalmente haya bebido tanto y necesitara quedarse. 

Es  demasiado calculadora para hacer eso. El impulso de golpear algo está apenas contenido. —Sabes que lo hace a propósito, ¿no? —le pregunto.


Se encoge de hombros. —Probablemente. Le gusta complicarme las cosas. 

Decido entonces que no voy a dejar que Veronica me provoque. Voy a estar en mi sitio. Si Pedro me quiere aquí, me voy a quedar.


Pedro recoge el café de la cómoda. —¿Me trajiste café?
Asiento.


Me da un abrazo. —Gracias, Pajarito. 

Me tenso en sus brazos. Un paso adelante, dos pasos atrás.

Veronica elige ese momento para honrarnos con su presencia. Pedro pone los ojos en blanco antes de volverse hacia mí. —Voy a tomar una ducha rápida. Espérame, ¿de acuerdo? 

—Por supuesto. 

 Agarra una toalla y algo de ropa y nos deja a Veronica y a mí, solas en su habitación. Maldita sea, esto es incómodo. 


Hace una escena de atarse los cordones de sus tacones de tiras y organizar los elementos en su bolso anaranjado odiosamente brillante. —Dios, ni siquiera recuerdo lo que pasó anoche. —Se ríe, inspeccionándose en el espejo compacto—.Pero creo que sucede cuando Pedro te provee tragos. 

Me quedo callada, sabiendo que si abro la boca, no será algo propio de una dama. Pero requiere todo de mí, y me repito una mantra tranquila en mi cabeza. No te rebajes a su nivel. No te rebajes a su nivel.


Una vez que Veronica termina de empacar y está  lista para salir, cruza la habitación y se detiene frente a mí.  


—Sabes que él y yo somos vecinos en casa. Prácticamente crecimos juntos.Tenemos una historia que no se puede deshacer. —Me estudia en silencio por un momento, sin conseguir nada en respuesta. Se ríe para sí misma y sigue su camino.

¡Dios! Quiero golpear algo. Preferiblemente su cara. Mi sangre está hirviendo. Camino de un lado al otro en la habitación de Pedro, demasiado excitada para sentarme. Tal vez toda esa cafeína fue una  mala idea. Cuando paso junto a su cama sin hacer, no puedo evitar detenerme y mirar a la pequeña papelera de mimbre situada al lado de la mesita de noche. Si anoche tuvieron sexo, la papelera debería tener un preservativo. Camino más cerca, mi corazón late con fuerza y miro hacia abajo en la papelera.


Una botella de agua vacía, un recibo arrugado de la estación de gas por un tanque  y un silbato de juguete.


No hay envoltura del condón.


Una exhalación escapa de mis pulmones, y me hundo en su cama. Es en este momento que me doy cuenta de que me gusta la forma de ser de Pedro mucho más de lo que tengo derecho a hacerlo. Estoy a punto de perder la cabeza.