Pedro
Cuando regreso de la ducha, Paula está acurrucada en mi cama con mi diario de nuestra clase de sexualidad humana. Que diab…
—¿Paula?
Pone el cuaderno a su lado. —¿Tengo piel suave? Eso es todo. ¿Es todo lo que escribiste? —Sacude la cabeza con ridículo disgusto, sin estar completamente consciente de que acabo de descubrirla husmeando.
Cruzo la habitación y agarro el diario. —Ahora tienes que dejarme leer el tuyo.
Sonríe. —De ninguna manera. No cuando todo lo que escribiste fue esa línea. No te lo has ganado.
Me siento a su lado. —Entonces, déjame ganarlo.
Pone una mano en mi mejilla y encuentra mis ojos. La broma entre nosotros muere al instante, y me quedo con el deseo de mi corazón. Sus ojos se detienen en mi boca.
Nunca quise besar tanto a alguien en toda mi vida. Mi corazón está golpeando dolorosamente en mi pecho mientras espero lo que va a hacer a continuación.
Quita su mano reacia y se mueve lejos de mí en la cama. —Las cosas fueron muy bien con Mariano anoche.
—Oh, claro. Mariano —Eso es jodidamente genial—. Mi desafío fue hablar con él. No ir a casa con él.
Golpea mi brazo. —Todo lo que hicimos fue hablar. Me llevó a casa y fue muy caballeroso.
—Bien. —Gracias, jodido Dios—. ¿Lo verás de nuevo?
Levanta un hombro. —No estoy segura. Ya veremos si llama.
—¿Tiene tu número?
Asiente, sonriendo tímidamente.
Diablos. Ese pequeño e ilógico hecho no debería hacerme querer golpear algo, pero lo hace. Quiero decir, Cristo, ella encontró a Veronica en mi habitación esta mañana y ha estado bien con ello. Necesito calmarme.
Paula se sienta en mi cama, todavía mirándome, esperando por una reacción. No puedo ser responsable de mis acciones cuando su boca es tan exuberante y rosa. Está, prácticamente, tentándome. Me levanto y pongo mis manos en mis caderas, intentando infundir un poco de humor en la situación. De otra forma, voy a besarla de nuevo, y claramente no es lo que quiere.
—Bueno, desde que parece que estás sobresaliendo en los desafíos que te doy, parece como si estuviéramos listos para algo más avanzado. —Espero que no pueda saber que estoy literalmente inventando todo esto sobre la marcha.
Un tono de llamada musical llena el silencio y Paula se lanza por su teléfono. —Oh, espera un segundo, puede ser Mariana.
Jodida mierda.
***
Estoy acostado en mi cama, todavía preguntándome si podré manejar las cosas con Paula. Anoche prácticamente la empuje a los brazos de Mariano. Pero por supuesto eso fue después de que me dijo que no estaba lista para algo. ¿Qué puede darle él que yo no puedo?
Antes de llamarla para nuestra charla nocturna, llamo al celular de mi mamá.
Contesta en el primer tono. —¿Pedrito?
Internamente gimo por el sobrenombre. —Hola, mamá.
—Hola querido. ¿Qué pasa? ¿Llamando para comprobarme?
Sonrío. Con ella no se puede ir con rodeos. —Eso creo, sí. ¿Cómo estás?
—Lo estoy haciendo bien, Pedro. Tu papá irá a China por negocios esta semana Se ira por dos semanas así que si quieres venir a verme…
Los dos sabemos que es una mala idea, para mí y mi papá, estar en la misma casa. —Sí, lo haré.
—Bueno, de verdad estoy bien, cariño. Me uní en un grupo de lectura en la librería.
—Bien, mamá. Te amo.
—Te amo más, Pedrito.
Es un alivio escuchar que ha estado bien. Todavía me culpo por no haber visto las señales de alerta. No contestar su teléfono, olvidar devolverme las llamadas por semanas y el tono robótico de su voz cuando hablábamos. Debería de haber sabido que algo pasaba. Diablos, mi papá debería haber sabido que algo no estaba bien. Pero él la ignoró como es habitual, hasta que la encontró hecha bola en el suelo del baño. Nunca había escuchado su voz tan asustada cuando llamó para decirme que una ambulancia se la había llevado al hospital.
—Bien, te veré la semana que viene.
—Adiós, cariño.
Parece que iré a casa otra vez el próximo fin de semana.
Apago la lámpara y me pongo cómodo bajo las sábanas antes de llamar a Paula. Escuchar su voz adormilada antes de dormirse me hace sonreír.
—Hola —susurra suavemente.
—Hola. —Nos quedamos en silencio por unos segundos, pero no hay nada incómodo en eso—. ¿Te divertiste con Mariano?
—Sí. Me llevó por chocolate caliente y luego sólo caminamos por el campus por un rato. —Puedo escuchar la sonrisa en su tono.
Idiota. —Genial. Eso suena bien.
—Sí, es un poco callado, así que no tuvimos mucho de qué hablar, pero creo que fue una buena asignación para mí.
—Así que ¿no lo volverás a ver? —Cruzo mis dedos. Y mis dedos de los pies.
—No dije eso. Él dijo algo sobre salir el próximo fin de semana, así que ya veremos.
Una idea aparece en mi mente y ahora que está plantada ahí, sé que no seré capaz de borrarla. —Oh, diablos. Te iba a pedir qué vinieras conmigo a casa el próximo fin de semana.
Hace una pausa, sólo el sonido de su respiración por el teléfono mientras lo considera. —¿En serio?
—Sí. Tengo que ir a casa a comprobar a mi mamá mientras mi papá está en China por negocios. Iba a ver si querías ir conmigo. Mi mamá es realmente genial y podríamos sólo pasar el rato, ver películas, meternos en el jacuzzi. Será algo tranquilo Si estas interesada… —Mentalmente me doy los cinco por esta solución tan inteligente. La mantendrá alejada del idiota de Mariano y cerca de mí.
—Ah, sí, claro. Eso suena divertido.
***
Llámalo genio malvado o planeador excepcional de mi parte, pero el hecho de que Paula esté en mi coche a mi lado en un viaje de tres horas a la casa de mi mamá, se siente correcto. Cuando nos estacionamos en el vecindario, Paula se inclina hacia adelante en su asiento para mirar por la ventana. Es un buen vecindario, lo sé.
Cada casa es enorme e impecablemente cuidada; incluso si todas se ven sorprendentemente similares. Demasiado, parecen sacadas de un molde.
Entro por el camino de la entrada de ladrillo circular y aparco enfrente del garaje para cuatro coches.
—Guau. Lindo lugar.
Esta casa es demasiado grande sólo para mi mamá y papá, parte de las razones de porqué mi mamá se vuelve loca a veces. También me pondría así, solo en una casa fría y silenciosa. Pero las apariencias engañan porque sí, es una casa increíble. Ladrillo rojo en el exterior, fuente en el frente, piscina y jacuzzi atrás, más habitaciones y baños de los que alguna vez usaremos.
Paula sale del auto y se estira. —¿Aquí es donde creciste?
—Sí. —Me estiro hacia el asiento trasero y agarro nuestras bolsas. Mi mamá nos está esperando en el porche, mirando a Paula curiosamente. Me doy cuenta de que nunca había traído a una chica. Veronica no cuenta: vive a tres casas y siempre estaba aquí, invitada o no.
Estoy feliz de ver a mi mamá bien. Tiene color en sus mejillas y sus ojos están brillosos. A veces me pregunto si he estado viniendo a casa más seguido para intentar borrar el recuerdo de su aspecto pálido y pequeño en esa cama de hospital. No tiene cicatrices físicas. Incluso su atentado suicida había sido pulcro. Capaz de ser barrido bajo la alfombra y olvidarlo. Que educado de su parte. Nunca mencionamos la palabra adicción, incluso cuando el uso de sus píldoras para el dolor de su espalda incrementó dramáticamente al pasar los años. Y nunca usamos la palabra suicidio. “El accidente de mamá” era el término que puso mi papá.
Maldito. No es de extrañar que no supiera cómo pedir ayuda.
Me doy la vuelta y cuando descubro a Paula torciendo sus manos nerviosamente saca todos esos pensamientos de mierda de mi cabeza. —¿Lista?
Paula asiente y me inclino hacia ella.