Paula
Quiero hacer esto. Necesito esto, pero me golpea una ola de nervios mientras bajo el bóxer de Pedro. Se levanta un poco fuera de la cama para ayudarme.
Su gruesa erección cae libre, saludándome, y de repente me tenso. En realidad no he visto a la luz algo como esto.
Es más grande de lo que esperaba. Colocando mi mano a su alrededor, Pedro inhala y se reclina en la cama. Su carne es dura y caliente, y no puedo resistir de acariciar con mi mano desde la base hasta la punta, apretando ligeramente. Pedro gime suavemente, sus ojos fijos en los míos. Salgo de la cama y me sitúo de rodillas frente a él.
Esto podría ser una experiencia completa.
Pero antes de que pueda tocarlo de nuevo, agarra mis hombros con ambas manos.
—¿Qué estás haciendo? —Está sin aliento. Es adorable.
—Pensé que era obvio. —Por alguna razón, me siento orgullosa y poderosa, a pesar de que soy yo la que está de rodillas.
—Paula, no tienes que hacerlo. —Su mirada es seria, como si estuviera legítimamente concertado. Pero no hago esto por él. Esto es por mí.
—Pedro, quiero hacerlo. —Es verdad. Quiero ver todo el alboroto. Si no me gusta, me detendré. Sin esperar a que me responda, lo agarro firmemente con una mano. Bajo la cabeza hasta que mi boca se reúne con su carne caliente, le doy un beso francés lento, girando mi cabeza alrededor de su cabeza hinchada. El gemido de Pedro es el sonido más sexy que he escuchado. Incentivada por su obvia satisfacción, lo coloco en mi boca, sin nada que falte.
Lo beso, lamo, chupo, y trazo hasta que Pedro balancea sus caderas y maldice entre dientes. Es un sentimiento
poderoso saber que soy yo la que le hace sentir esas cosas.
Pedro coloca su mano en mi mandíbula y me levanta la cabeza. —Bebé —su voz es un susurro ronco—, necesitas detenerte.
El orgullo se hincha dentro de mí, al saber que lo he traído tan cerca del borde. Me ayuda a levantarme del suelo y me acuesto a su lado. Estoy tan feliz de haber esperado por Pedro para mi primera vez. Ni siquiera estoy nerviosa cuando me quita los vaqueros y las bragas. Saco mi camiseta por encima de mi cabeza y él desabrocha mi sostén. Después de desnudarnos el uno al otro, nos deslizamos bajo las sábanas y nos seguimos besando.
Envuelvo una pierna sobre su cadera y hundo mi cuerpo en el suyo. Puedo sentir su erección presionando en mi vientre.
—Pedro —gimo.
Sin hacer las cosas extrañas, Pedro busca un condón y se lo coloca, besándome mientras lo hace. Sabiendo que no hay nada en nuestro camino, estoy a punto de decirle que empuje. Agarro su hombro con una mano, la otra está metida inútilmente entre nosotros, pero la aferro a su cadera. Poco a poco, y con cuidado, Pedro se posiciona en mí. Estamos acostados uno al lado del otro, con los ojos abiertos y besándonos, cuando se desliza dentro de mí.
Puedo sentirlo presionar hacia delante y comenzar a penetrarme, y aunque es un poco incómodo, no duele tanto como pensé.
Nunca me imaginé que estaríamos frente a frente así, con las luces prendidas, pero hace que sea mucho más íntimo.
Puedo ver la tensión en su mandíbula mientras empuja hacia delante otra vez, siento el calor de su aliento mientras se acerca a mi boca. La plenitud dentro de mí es casi insoportable, pero es un placer. Aprieto mis piernas alrededor de sus caderas y se desliza más profundo.
Los ojos de Pedro se cierran mientras un gemido gutural sale de su garganta. — Mierda, nena, estás tan apretada.
Creo que debe ser un buen efecto el que tiene sobre él.
Casi me río, pero cuando Pedro abre los ojos otra vez, su intensidad me quita el aliento. —No tienes que contenerte… me gusta.Gime de nuevo y me besa profundamente, su lengua deslizándose con la mía mientras empuja en mí con fuerza. Oh. No sabía que se sentiría así. Respiro fuertemente cuando lo último de mi virginidad se borra. Pedro se mueve en mí, sus brazos me abrazan fuertemente, estoy perdida en las sensaciones, las emociones que inundan en mi sistema. Deseo. Lujuria. Amor. Cosas que sólo Pedro me hace sentir.
Sus ojos encuentran los míos, y aleja el pelo de mi cara. —¿Vas a ser capaz de llegar si seguimos así?
Se siente bien, pero no lo sé. —No estoy segura —contesto con sinceridad.
Pedro coloca una mano entre nosotros, y al igual que lo hizo en el mostrador del baño, encuentra el lugar que me hace temblar y me masajea con la yema de su dedo. Luego vuelve a empujar dentro de mí, más lento que antes. Dejo que mis ojos se cierren y me centro en las sensaciones.
Cada vez que se mete yo gimo, y mientras se arrastra lentamente, me centro en el camino que está acariciando.
Pronto estoy gimiendo su nombre Tan cerca… tan cerca…
—Peddddrrooo… —Me vengo, en voz alta, mi cuerpo temblando contra el suyo.
Segundos después, Pedro gime y entierra su cara en mi cuello cuando se viene. Su aliento en mi cuello es un sonido demasiado erótico.
Después nos acostamos juntos, un montón de cálidas extremidades pesadas y sábanas enredadas. Pedro acaricia suavemente sus dedos en mi brazo. Todo en este momento es perfecto.
—Te amo, Pajarito —susurra Pedro.
—También te amo. —Dejar entrar a Pedro me asusta, pero me alegro de haberlo hecho.
Lo siento sonreír en mi mejilla. — Todo estuvo… bien
Me apoyo en mi codo para mirarlo. ¿En serio me está preguntando esto? — Fue perfecto.
Su sonrisa es enorme y sus ojos bailan en los míos. Bueno, está claramente orgulloso de su actuación. Su entusiasmo me hace sonreír. Su pulgar acaricia suavemente mi mejilla y su voz se pone ronca. —Así que, ¿estás lista para hacerlo de nuevo?
—¿Es eso un reto? —pregunto.
—Sí. —Su voz es firme.
Sacudo la cabeza. —No. No más retos.
—¿Ahora has terminado conmigo? —se ríe.
Mi boca hace una mueca. —No. Estoy lista para ti de una manera nueva. — El futuro está amplio y abierto para mí. Y estoy lista para vivir.
Envuelve la mano por la parte trasera de mi cuello, guiando mi boca a la suya
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