Paula
Estoy de pie frente al espejo de cuerpo entero de mi dormitorio, Catalina y Noah le sonríen como idiotas a mi reflejo.
—No puedo creer que esté haciendo esto. Voy a ser arrestada por ir vestida así en público.
Cata rueda los ojos.
—Primero, no va a ser en público, estaremos en la casa Delta Sig. Y segundo, es una fiesta de chulos y prostitutas. No te dejarán entrar si no vistes como el personaje.
Claro que Pedro había dejado fuera ese pequeño pedazo de información cuando me retó a asistir. Cata y Noah estaban emocionados por ir y me habían informado del infame tema.
Me ayudaron con mi atuendo: un corsé negro del cual me estoy saliendo por partes, manteniéndome en un control constante de pezones; y un pequeño par de pantalones cortos negros que mostraban una generosa porción de mi trasero. Genial. Mi problema principal, sin embargo, es que las chicas están en exhibición total. Dios santo.
—Eso es un montón de escote —digo, intentando introducirlas aún más dentro del corsé.
Cata golpea mis manos.
—No te atrevas. Eres una de las pocas chicas que en realidad luce bien en ese atuendo.
—Dile eso a mi movedizo trasero —marco mi punto mirando detrás de mí, como si de alguna forma me hubiese ofendido.
—Se supone que los traseros sean movedizos. Cállate. —Para demostrarlo, toma un puñado de mi trasero y lo aprieta gentilmente—. Maldición, chica. Quiero sacarte la piel y usarla.
Una risita se me escapa a pesar de mis nervios.
—Esa es una imagen bastante perturbadora.
Catalina y Noah, siempre creativos, están haciendo una cosa de roles invertidos.Cata lleva una chaqueta de cuero, pantalones negros, un sobrero de chulo con una pluma y un montón de pesadas cadenas doradas. Noah, su prostituta, viste sólo un par de deslumbrantes calzoncillos y un abrillantado pecho desnudo. Es realmente gracioso, a pesar de que estoy teniendo un ataque de pánico.
Tiro más abajo de los pantalones cortos. Estoy dispuesta a mostrar un centímetro de estómago si puedo contener mi trasero.
Noah ata sus zapatos de correr rojos los cuales sucede que lucen ridículamente adorable con sus brillantes calzoncillos.
—No me malinterpreten, estoy feliz de que estemos haciendo esto. Pero, ¿por qué vamos a la fiesta de Delta Sig esta noche? —pregunta.
No les había explicado todo el tema con Pedro, pero ahora era el momento para hacerlo. —Pedro me invitó. Hemos estado pasando el rato un poco. Además, estoy probando este nuevo lado divertido y despreocupado que ustedes siempre habían querido.
—Paula 2.0. Genial —asiente Noah.
La cabeza de Catalina gira en mi dirección.
—¿Qué quieres decir con hemos estado pasando el rato con Pedro “el prostituto” Alfonso —Claro que ese es el pedazo de información que acentúa.
Agrega un poco más de cadenas a su atuendo—. Las chicas no simplemente pasan el rato con él. Si pasar el rato involucra hacer ejercicio en un colchón, entonces sí…—Sacude las manos en mi dirección—. Pero esto… no tanto
—Dios. Cata, esas novelas de romance han corrompido tu cerebro. Chicos y chicas pueden simplemente pasar el rato.
Sus cejas se lanzan hacia el techo.
—Así que, ¿él no ha intentado hacer nada?
Sacudo mi cabeza.
—Nop. —¿Es eso tan extraño?
—¿Nada? ¿Ni siquiera accidentalmente rozar tu pecho con un brazo?
—No, Catalina. Y no quiero un chico el cual su única misión sea meterse en mi ropa interior. Eso no es excitante.
Me mira como si me hubiera crecido una segunda cabeza.
—Entonces, ¿qué es excitante para ti?
Conversaciones inteligentes debates sustanciales… esas son las cosas que pondrían mi libido a trabajar, si mi tiempo con Jase es algún tipo de indicio.
—Un chico intentando meterse en mi cerebro —respondo.
Se ríe. —Así que la pregunta es… quién esta ocupando espacio en ese cerebro tuyo?
Es una buena pregunta ciertamente. Permanezco en silencio, reacia a reconocer, incluso a mí misma, que mi amistad con Jase puede ser poco convencional. Que quizás quiera un poco más. De todos los chicos que podría estar interesada… Tonta, Paula, me maldije silenciosamente.
—Noah en serio… dame una mano —le implora Catalina.
Él sacude la cabeza. —Lo siento, cariño. Es verdad. Estás en territorio inexplorado aquí. Pedro no es conocido exactamente por mantener su pene en sus pantalones por tanto tiempo.las en un salón de clases. ¿Realmente creen ellos que él lo azota por ahí cuando sea, dónde sea? ¿Y por qué pensar en él entregándose hace que mi estómago dé un pequeño vuelco? Dios. Necesito recomponerme si se supone que tengo que enfrentar a Pedro en este… atuendo
A quién engaño? Atuendo es un término demasiado generoso para esto. Los pocos trozos de tela cubriendo las partes importantes no constituye un atuendo. Aun así, obedientemente me coloco los tacones que Cata me había proporcionado y me tambaleo fuera detrás de mis amigos.
Señor, ayúdame. Me voy a caer sobre mi trasero. Y luego mi trasero se saldrá de mis pantalones cortos. Cuidad desastre.
Llegamos a la fiesta, la fila para entrar rodea un lado de la casa, y veo que mi atuendo no es tan extravagante después de todo. Parece como si esta noche, cada chica se encargó de revelar su prostituta interna. Es desalentador, pero desde que no puedo hablar del tema, de un bufido llevo mi expuesto trasero hasta el frente del sendero y espero en la puerta para entrar. A diferencia de la última vez, hay un portero haciéndose cargo de la entrada. Lo reconozco como el amigo de Pedro, Hernan, pero considerando que sólo está mirando mi pecho, dudo que me reconozca. Da un paso al costado para dejarme entrar a mí y a Cata, pero
detiene a Noah en el umbral.
—Guau, amigo. Lo siento. No puedes pasar.
El atuendo de Noah era ciertamente poco tradicional, pero Hernan no está cediendo, incluso cuando Catalina se lanza a él con una perorata sobre el sexismo y la igualdad de derechos. Santo Dios.
—Oye, no hago las reglas, sólo las impongo. —Hernan le sonríe a Catalina—Sólo chicas ardientes están permitidas.
Recuerdo a Pedro agregar su número en mi teléfono en la cafetería, así que lo tomo del pequeño bolso de mano que Catalina aseguró a mi muñeca. —Chicos, déjenme llamar a Pedro. Él nos dejará entrar. —El hecho de que tenga su número me gana otra mirada sospechosa de Cata.
Me alejo al final del pórtico, distanciándome del rugido sordo viniendo de adentro. Suena varias veces, y justo cuando estoy a punto de colgar, Pedro responde—: ¿Pajarito? ¿Eres tú?
Ignoro el estúpido apodo. —Sí, es Paula. Estamos aquí, pero no podemos entrar.
—Mierda. Estoy en el fondo haciéndome cargo de unos ebrios idiotas. No se marchen. Estaré ahí.
Segundos más tarde, Pedro aparece en la puerta lo suficiente para intercambiar un par de breves palabras con Hernan. Hernan ladra algo en respuesta, y los ojos de Pedro viajan a Noah. Siempre reina del drama, Noah coloca una mano en su cadera, retándolos a hacer algún comentario sobre su atuendo, o la falta del mismo.
—Lo que sea, sólo déjalos entrar —dice Pedro, luego se gira en mi dirección—Ven a buscarme más tarde —grita antes de desaparecer de nuevo en el mar de cuerpos.
***
Han pasado cincuenta y cuatro minutos desde que vi a Pedro por última vez.
Odio saberlo con precisión. Odio lo consciente que me he vuelto de su presencia en cuestión de unos pocos días.
Sostengo un vaso de cerveza, mayoritariamente para
Sostengo un vaso de cerveza, mayoritariamente para
mantener a Cata y a Noah lejos de mí, y me junto a ellos en la abarrotada sala.
Mi trasero ha sido apretado al menos la mitad de una docena de veces y me han volcado cerveza en el escote del corsé dos veces. Quiero marcharme. Pero primero quiero ver a Pedro de nuevo. Cuerpo traicionero.
La música está muy alta para tener una conversación, así que me deslizo hacia Cata, intentando ignorar la manera en que estos tacones lastiman mis pies. ¿Quién necesita sus diez dedos del pie, de todas maneras?
Siento el repentino tirón de mi mano por parte de Catalina. —Pedro te está mirando como si quisiera probar tu dulce miel.
Casi escupo mi bebida y me lanzo en una atragantada tos, chisporroteando y buscando por aire.
—Dios, Catalina.
Pero cuando mis ojos se encuentran con los suyos, santo Dios, es como si todo el aire hubiese sido absorbido de la habitación. Pedro luce increíblemente sexy en su traje negro a medida y me está mirando a mí. Sólo a mí. En una habitación abarrotada de personas, más de la mitad siendo chicas de fraternidad, usando casi nada de ropa, clamando su atención.
La ardiente mirada de Pedro se separa de la mía, bajando a mi pecho, mis caderas, mis piernas desnudas, observando mis tacones negros antes de subir de nuevo a mis ojos. Mi corazón salta en mi pecho, rompiendo en un aleteo desenfrenado, cuando me doy cuenta de que no muestra ningún signo de disculpa por haberme observado tan descaradamente.
De repente estoy agradecida por la intervención de Cata y por hacerme usar este atuendo, y ofrezco una silenciosa oración de agradecimiento a Victoria s Secret y el corsé alzando las chicas en exhibición. Nunca me había sentido tan deseada en toda mi vida. Tan hermosa y deseable.
Noah se inclina más cerca.
—Diablos, luce como si fuera a comerte viva. Ve a hablar con él. —Me ofrece un pequeño empujón en dirección a Pedro, y me tambaleo en temblorosas piernas a través de la habitación.
En silencio maldigo a mis amigos mientras me abro paso entre la multitud.
Creí que eran anti Pedro, pero ahora están complotando para juntarnos. Y, aunque haya querido verlo desde que llegué, ahora de repente necesito un minuto. Fue muy dulce de su parte asegurarse de que entráramos a la fiesta, y me di cuenta que debía agradecérselo. Creo que me gusta su lado dulce. Pero cuando finalmente me detengo frente a él, el dulce Pedro no está en ninguna parte. Su mirada es profunda y penetrante, y no puedo evitar pensar que luce enojado por algo. Muy enojado.
—¿Pedro? —pregunto, mi boca de repente seca.
—Ven conmigo. —Entrelaza nuestros dedos y me lleva hacia las escaleras.
Luchamos mientras nos abrimos camino a través de la multitud con Pedro a la cabeza. Mantiene mi mano apretada con la suya hasta que alcanzamos la puerta en el hueco de la escalera. Hace aparecer un set de llaves, destraba la puerta, luego me guía hacia arriba y deja su mano en la parte de mi espalda mientras subo las escaleras delante de él.
¿Qué diablos pasa con él? Vine a su estúpida fiesta, incluso me vestí de acuerdo al tema. ¿Por qué luce como si alguien hubiese asesinado a su cachorro?
No dice nada, pero su mano se cierra alrededor de mi cadera mientras me guía hacia el ático.
Cuando llegamos a su habitación, cierra firmemente la puerta detrás de nosotros, antes de lentamente girarse para observarme. Sus profundos ojos azules irradian intensidad y su expresión no luce para nada como lo relajado, y amigable, que estoy acostumbrada. Mi sangre bombea salvajemente en mi pecho, mi pulso siguiendo el ritmo de la música que apenas puedo ir desde abajo.
Se quita la chaqueta, y la lanza sobre una silla al lado de la puerta antes de tirar del lazo de su corbata negra para aflojarla, para después trabajar en las mangas de su camisa. Su una vez nítida camisa blanca, ahora está desprendida en su cuello y con sus mangas sobre sus codos. Me quedo allí de pie, sintiéndome sobreexpuesta y confundida.
—¿Pedro?
—Me temía esto. —Su voz es profunda, áspera.
—¿Q-qué? —Con él aquí incluso tengo problemas para hablar. Puedo sentir su cálido aliento en mis labios, el calor de su cuerpo, y la cruda sensualidad desbordando de su cuerpo.
—Paula, mírate. —Sus ojos miran un poco más abajo, enviando un sonrojo a través de todo mi cuerpo.
—¿Qué? —Aparentemente es la única palabra en mi vocabulario.
Encuentra mis ojos y su expresión se suaviza, la ira que sentí antes dándole paso a algo completamente diferente.
—Eres estupenda. Tan encantadora. —Su mano acuna mi rostro y su pulgar suavemente acaricia mi piel—. Luces increíble en vaqueros y una camiseta. En esto, luces absolutamente pecaminosa.
—Pedro… —gemí.
—Me vas a matar en ese atuendo, muñeca.
Me echo una ojeada y frunzo mi ceño.
—Lo siento… —Tiro de mis pantalones cortos de nuevo, como si los fuera a hacer más largos.
—Diablos, cariño. No te disculpes. —Los ojos de Pedro rebuscan en los míos, preguntando algo que no entiendo.
Pero él puede tenerlo. Lo que quiera.
Dios, me odio a mí misma.
Su mano abandona mi rostro para deslizarse por mi garganta con una gentil presión. El simple contacto me deja sin aliento y el deseo comienza a correr por mi sistema.
Pedro me está haciendo sentir cosas que juré no sentiría.
Que no debería.
Pedro me está haciendo sentir cosas que juré no sentiría.
Que no debería.
Que no podía.
—¿Dónde habías estado escondiendo estas bellezas? —La punta de sus dedos se desliza a través de mis senos, acariciando el borde del corsé.
Aparentemente, Pedro había descubierto mis senos.
—Los senos son asquerosos —dejo escapar. Mátenme ahora.
Su boca se crispa ante mi comentario.
—Estoy en desacuerdo. Nada es asqueroso en ti, cariño. —Su voz es pesada y me pregunto a dónde diablos se había metido el Pedro simpático, seguro, porque el chico frente a mí era puro nervios e intensidad.
Su mano se desliza por mi espina dorsal, empujándome más cerca. Mi cuerpo responde como diciendo “sí, soy tuya”.
Mi mentón se alza, mi lengua lame mis labios, y mi pelvis inclina hacia la suya en lo que toma un latido de corazón. La cabeza de Pedro cae así nuestros labios se alinean, pero no va más lejos. Su respiración es artificial, demasiado rápido, bastante como la mía.
Mi mentón se alza, mi lengua lame mis labios, y mi pelvis inclina hacia la suya en lo que toma un latido de corazón. La cabeza de Pedro cae así nuestros labios se alinean, pero no va más lejos. Su respiración es artificial, demasiado rápido, bastante como la mía.