jueves, 19 de junio de 2014

CAPITULO 11




Paula 

 
Estoy de pie frente al espejo de cuerpo entero de mi dormitorio, Catalina  y Noah le sonríen como idiotas a mi reflejo. 


—No puedo creer que esté haciendo esto. Voy a ser arrestada por ir vestida así en público.


Cata rueda los ojos.


—Primero, no va a ser en público, estaremos en la casa Delta Sig. Y segundo, es una fiesta de chulos y prostitutas. No te dejarán entrar si no vistes como el personaje.


Claro que Pedro había dejado fuera ese pequeño pedazo de información cuando me retó a asistir. Cata y Noah estaban emocionados por ir y me habían informado del infame tema. 


Me ayudaron con mi atuendo: un corsé negro del cual me estoy saliendo por partes, manteniéndome en un control constante de pezones; y un pequeño par de pantalones cortos negros que mostraban una generosa porción de mi trasero. Genial. Mi problema principal, sin embargo, es que las chicas están en exhibición total. Dios santo.


—Eso es un montón de escote —digo, intentando introducirlas aún más dentro del corsé.


Cata golpea mis manos.


—No te atrevas. Eres una de las pocas chicas que en realidad luce bien en ese atuendo.


—Dile eso a mi movedizo trasero —marco mi punto mirando detrás de mí, como si de alguna forma me hubiese ofendido. 

—Se supone que los traseros sean movedizos. Cállate. —Para demostrarlo, toma un puñado de mi trasero y lo aprieta gentilmente—. Maldición, chica. Quiero sacarte la piel y usarla. 

Una risita se me escapa a pesar de mis nervios. 

—Esa es una imagen bastante perturbadora.


Catalina y Noah, siempre creativos, están haciendo una cosa de roles invertidos.Cata lleva una chaqueta de cuero, pantalones negros, un sobrero de chulo con una pluma y un montón de pesadas cadenas doradas. Noah, su prostituta, viste sólo un par de deslumbrantes calzoncillos y un abrillantado pecho desnudo. Es realmente gracioso, a pesar de que estoy teniendo un ataque de pánico.


Tiro más abajo de los pantalones cortos. Estoy dispuesta a mostrar un centímetro de estómago si puedo contener mi trasero. 

Noah ata sus zapatos de correr rojos los cuales sucede que lucen ridículamente adorable con sus brillantes calzoncillos. 

—No me malinterpreten, estoy feliz de que estemos haciendo esto. Pero, ¿por qué vamos a la fiesta de Delta Sig esta noche? —pregunta. 

No les había explicado todo el tema con Pedro, pero ahora era el momento para hacerlo. —Pedro me invitó. Hemos estado pasando el rato un poco. Además, estoy probando este nuevo lado divertido y despreocupado que ustedes siempre habían querido. 

Paula 2.0. Genial —asiente Noah. 

La cabeza de Catalina gira en mi dirección.

—¿Qué quieres decir con hemos estado pasando el rato con Pedro “el prostituto” Alfonso  —Claro que ese es el pedazo de información que acentúa. 

Agrega un poco más de cadenas a su atuendo—. Las chicas no simplemente pasan el rato con él. Si pasar el rato involucra hacer ejercicio en un colchón, entonces sí…—Sacude las manos en mi dirección—. Pero esto… no tanto  


—Dios. Cata, esas novelas de romance han corrompido tu cerebro. Chicos y chicas pueden simplemente pasar el rato. 

Sus cejas se lanzan hacia el techo.


—Así que, ¿él no ha intentado hacer nada? 

Sacudo mi cabeza. 

—Nop. —¿Es eso tan extraño? 

—¿Nada? ¿Ni siquiera accidentalmente rozar tu pecho con un brazo?


—No, Catalina. Y no quiero un chico el cual su única misión sea meterse en mi ropa interior. Eso no es excitante.


Me mira como si me hubiera crecido una segunda cabeza. 

—Entonces, ¿qué es excitante para ti? 

Conversaciones inteligentes debates sustanciales… esas son las cosas que pondrían mi libido a trabajar, si mi tiempo con Jase es algún tipo de indicio.


—Un chico intentando meterse en mi cerebro —respondo. 

Se ríe. —Así que la pregunta es…  quién esta ocupando espacio en ese cerebro tuyo?


Es una buena pregunta ciertamente. Permanezco en silencio, reacia a reconocer, incluso a mí misma, que mi amistad con Jase puede ser poco convencional. Que quizás quiera un poco más. De todos los chicos que podría estar interesada… Tonta, Paula, me maldije silenciosamente. 

—Noah  en serio…  dame una mano  —le implora Catalina. 

Él sacude la cabeza. —Lo siento, cariño. Es verdad. Estás en territorio inexplorado aquí. Pedro no es conocido exactamente por mantener su pene en sus pantalones por tanto tiempo.las en un salón de clases. ¿Realmente creen ellos que él lo azota por ahí cuando sea, dónde sea? ¿Y por qué pensar en él entregándose hace que mi estómago dé un pequeño vuelco? Dios. Necesito recomponerme si se supone que tengo que enfrentar a Pedro en este… atuendo  

A quién engaño? Atuendo es un término demasiado generoso para esto. Los pocos trozos de tela cubriendo las partes importantes no constituye un atuendo. Aun así, obedientemente me coloco los tacones que Cata me había proporcionado y me tambaleo fuera detrás de mis amigos. 


Señor, ayúdame. Me voy a caer sobre mi trasero. Y luego mi trasero se saldrá de mis pantalones cortos. Cuidad desastre.



Llegamos a la fiesta, la fila para entrar rodea un lado de la casa, y veo que mi atuendo no es tan extravagante después de todo. Parece como si esta noche, cada chica se encargó de revelar su prostituta interna. Es desalentador, pero desde que no puedo hablar del tema, de un bufido llevo mi expuesto trasero hasta el frente del sendero y espero en la puerta para entrar. A diferencia de la última vez, hay un portero haciéndose cargo de la entrada. Lo reconozco como el amigo de Pedro, Hernan, pero considerando que sólo está mirando mi pecho, dudo que me reconozca. Da un paso al costado para dejarme entrar a mí y a Cata, pero
detiene a Noah en el umbral.


—Guau, amigo. Lo siento. No puedes pasar.


El atuendo de Noah era ciertamente poco tradicional, pero Hernan no está cediendo, incluso cuando Catalina se lanza a él con una perorata sobre el sexismo y la igualdad de derechos. Santo Dios.


—Oye, no hago las reglas, sólo las impongo. —Hernan le sonríe a Catalina—Sólo chicas ardientes están permitidas.


Recuerdo a Pedro agregar su número en mi teléfono en la cafetería, así que lo tomo del pequeño bolso de mano que Catalina aseguró a mi muñeca. —Chicos, déjenme llamar a Pedro. Él nos dejará entrar. —El hecho de que tenga su número me gana otra mirada sospechosa de Cata. 

Me alejo al final del pórtico, distanciándome del rugido sordo viniendo de adentro. Suena varias veces, y justo cuando estoy a punto de colgar, Pedro responde—: ¿Pajarito? ¿Eres tú? 

Ignoro el estúpido apodo. —Sí, es Paula. Estamos aquí, pero no podemos entrar.


—Mierda. Estoy en el fondo haciéndome cargo de unos ebrios idiotas. No se marchen. Estaré ahí.


Segundos más tarde, Pedro aparece en la puerta lo suficiente para intercambiar un par de breves palabras con Hernan. Hernan ladra algo en respuesta, y los ojos de Pedro viajan a Noah. Siempre reina del drama, Noah coloca una mano en su cadera, retándolos a hacer algún comentario sobre su atuendo, o la falta del mismo.


—Lo que sea, sólo déjalos entrar —dice Pedro, luego se gira en mi dirección—Ven a buscarme más tarde —grita antes de desaparecer de nuevo en el mar de cuerpos.  
 


***

 
Han pasado cincuenta y cuatro minutos desde que vi a Pedro por última vez.


Odio saberlo con precisión. Odio lo consciente que me he vuelto de su presencia en cuestión de unos pocos días. 


Sostengo un vaso de cerveza, mayoritariamente para
mantener a Cata y a Noah lejos de mí, y me junto a ellos en la abarrotada sala.


Mi trasero ha sido apretado al menos la mitad de una docena de veces y me han volcado cerveza en el escote del corsé dos veces. Quiero marcharme. Pero primero quiero ver a Pedro de nuevo. Cuerpo traicionero.  


La música está muy alta para tener una conversación, así que me deslizo hacia Cata, intentando ignorar la manera en que estos tacones lastiman mis pies. ¿Quién necesita sus diez dedos del pie, de todas maneras?


Siento el repentino tirón de mi mano por parte de Catalina. —Pedro te está mirando como si quisiera probar tu dulce miel.


Casi escupo mi bebida y me lanzo en una atragantada tos, chisporroteando y buscando por aire.


—Dios, Catalina.


Pero cuando mis ojos se encuentran con los suyos, santo Dios, es como si todo el aire hubiese sido absorbido de la habitación. Pedro luce increíblemente sexy en su traje negro a medida y me está mirando a mí. Sólo a mí. En una habitación abarrotada de personas, más de la mitad siendo chicas de fraternidad, usando casi nada de ropa, clamando su atención. 

La ardiente mirada de Pedro se separa de la mía, bajando a mi pecho, mis caderas, mis piernas desnudas, observando mis tacones negros antes de subir de nuevo a mis ojos. Mi corazón salta en mi pecho, rompiendo en un aleteo desenfrenado, cuando me doy cuenta de que no muestra ningún signo de disculpa por haberme observado tan descaradamente.


De repente estoy agradecida por la intervención de Cata y por hacerme usar este atuendo, y ofrezco una silenciosa oración de agradecimiento a Victoria s Secret y el corsé alzando las chicas en exhibición. Nunca me había sentido tan deseada en toda mi vida. Tan hermosa y deseable.


Noah se inclina más cerca.


—Diablos, luce como si fuera a comerte viva. Ve a hablar con él. —Me ofrece un pequeño empujón en dirección a Pedro, y me tambaleo en temblorosas piernas a través de la habitación. 

En silencio maldigo a mis amigos mientras me abro paso entre la multitud.


Creí que eran anti Pedro, pero ahora están complotando para juntarnos. Y, aunque haya querido verlo desde que llegué, ahora de repente necesito un minuto. Fue muy dulce de su parte asegurarse de que entráramos a la fiesta, y me di cuenta que debía agradecérselo. Creo que me gusta su lado dulce. Pero cuando finalmente me detengo frente a él, el dulce Pedro no está en ninguna parte. Su mirada es profunda y penetrante, y no puedo evitar pensar que luce enojado por algo. Muy enojado. 

—¿Pedro? —pregunto, mi boca de repente seca.


—Ven conmigo. —Entrelaza nuestros dedos y me lleva hacia las escaleras.


Luchamos mientras nos abrimos camino a través de la multitud con Pedro a la cabeza. Mantiene mi mano apretada con la suya hasta que alcanzamos la puerta en el hueco de la escalera. Hace aparecer un set de llaves, destraba la puerta, luego me guía hacia arriba y deja su mano en la parte de mi espalda mientras subo las escaleras delante de él.


¿Qué diablos pasa con él? Vine a su estúpida fiesta, incluso me vestí de acuerdo al tema. ¿Por qué luce como si alguien hubiese asesinado a su cachorro?


No dice nada, pero su mano se cierra alrededor de mi cadera mientras me guía hacia el ático.


Cuando llegamos a su habitación, cierra firmemente la puerta detrás de nosotros, antes de lentamente girarse para observarme. Sus profundos ojos azules irradian intensidad y su expresión no luce para nada como lo relajado, y amigable, que estoy acostumbrada. Mi sangre bombea salvajemente en mi pecho, mi pulso siguiendo el ritmo de la música que apenas puedo ir desde abajo.


Se quita la  chaqueta, y la lanza sobre una silla al lado de la puerta antes de tirar del lazo de su corbata negra para aflojarla, para después trabajar en las mangas de su camisa. Su una vez nítida camisa blanca, ahora está desprendida en su cuello y con sus mangas sobre sus codos. Me quedo allí de pie, sintiéndome sobreexpuesta y confundida.


—¿Pedro

—Me temía esto. —Su voz es profunda, áspera.


—¿Q-qué? —Con él aquí incluso tengo problemas para hablar. Puedo sentir su cálido aliento en mis labios, el calor de su cuerpo, y la cruda sensualidad desbordando de su cuerpo.


Paula, mírate. —Sus ojos miran un poco más abajo, enviando un sonrojo a través de todo mi cuerpo.


—¿Qué? —Aparentemente es la única palabra en mi vocabulario.


Encuentra mis ojos y su expresión se suaviza, la ira que sentí antes dándole paso a algo completamente diferente.


—Eres estupenda. Tan encantadora. —Su mano acuna mi rostro y su pulgar suavemente acaricia mi piel—. Luces increíble en vaqueros y una camiseta. En esto, luces absolutamente pecaminosa.


Pedro… —gemí.

—Me vas a matar en ese atuendo, muñeca.


Me echo una ojeada y frunzo mi ceño.


—Lo siento… —Tiro de mis pantalones cortos de nuevo, como si los fuera a hacer más largos.


—Diablos, cariño. No te disculpes. —Los ojos de Pedro rebuscan en los míos, preguntando algo que no entiendo.


Pero él puede tenerlo. Lo que quiera.


Dios, me odio a mí misma.


Su mano abandona mi rostro para deslizarse por mi garganta con una gentil presión. El simple contacto me deja sin aliento y el deseo comienza a correr por mi sistema. 


Pedro me está haciendo sentir cosas que juré no sentiría. 


Que no debería.


Que no podía.


—¿Dónde habías estado escondiendo estas bellezas? —La punta de sus dedos se desliza a través de mis senos, acariciando el borde del corsé.


Aparentemente, Pedro había descubierto mis senos. 

—Los senos son asquerosos —dejo escapar. Mátenme ahora.


Su boca se crispa ante mi comentario.


—Estoy en desacuerdo. Nada es asqueroso en ti, cariño. —Su voz es pesada y me pregunto a dónde diablos se había metido el Pedro simpático, seguro, porque el chico frente a mí era puro nervios e intensidad.

Su mano se desliza por mi espina dorsal, empujándome más cerca. Mi cuerpo responde como diciendo “sí, soy tuya”. 


Mi mentón se alza, mi lengua lame mis labios, y mi pelvis inclina hacia la suya en lo que toma un latido de corazón. La cabeza de Pedro cae así nuestros labios se alinean, pero no va más lejos. Su respiración es artificial, demasiado rápido, bastante como la mía.

CAPITULO 10





PEDRO


Paula es diferente a cualquier chica con la que he pasado el rato antes. Ella me mantiene en un estado constante de curiosidad y de leve excitación. Es una combinación interesante, tanto mi cerebro como mi pene están comprometidos, lo cual es algo nuevo para mí. Puedo ver fácilmente que esto se está volviendo adictivo. Quiero desafiarla a que me bese, pero sé que no lo hará. No puedo apresurarla. Tendremos que trabajar en eso. Pero sé que si me deja tocarla, podría poseerla. Cristo, es una idea tentadora. Nunca sentí ni una chispa posesiva con Veronica, pero algo en Paula me dan ganas de poseerla de una manera que nunca lo he hecho antes. 


—Voy ir despacio la primera vez. —Hago una pausa, manteniendo mis ojos en los suyos para que el significado profundo se asiente. Se sonroja, en el momento justo—. Ven a mi fiesta de este fin de semana.


—¿Eso es todo? 


Asiento, todavía sosteniendo su mirada.


Se muerde el labio, pensando en ello. —Sabes, realmente no me gustan las fiestas que duran toda la noche.


—Lo sé. Pero es una fiesta anual y los chicos enloquecerán si no estoy allí. Tenerte ahí me ayudará. Y vamos a pasar el rato, hablar, como la última vez. Salir de tu zona de confort puede ser bueno para ti.


Lo considera, todavía mordiéndose el labio inferior. —¿Cómo podría ayudarte que esté allí?


Lucho por no dejar salir una sonrisa. Es evidente que no tiene ninguna pista sobre el tema de la próxima fiesta de Delta Sig. —Oh, lo hará, no te preocupes.

—Supongo que puedo. Estoy segura de que a Catalina y Noah no les importaría venir también.  


—Por supuesto. Trae a tus amigos. —Con nuestro próximo encuentro ya asegurado, me siento aliviado. Paula me tiene sonriendo más de lo que lo he hecho desde el intento de suicidio de mi madre. Jodidas gracias por eso. Fui como un zombi caminando por un tiempo—. ¿Deberíamos discutir nuestra asignación? 

—Por supuesto. —Se encoge de hombros y saca su plan de estudios.


Mi estratagema para conseguir que abra su diario —aquel en el que escribió una maldita novela sobre mí— es un intento frustrado. Queda bien escondido dentro de su bolso. 

Me acerca la hoja de papel y apunta. —Tenemos que redactar entradas sobre nuestra propia imagen corporal, lo que nos atrae en el sexo opuesto, y una entrada de las preferencias sexuales y orgasmos. —Sus ojos se mueven rápidamente hacia los míos y arrastra sus dientes sobre el labio de abajo. 

Joder, eso es sexy.


Paula mete el papel de nuevo en su bolso, murmurando para sí misma. — Una sección sobre los orgasmos… ese seraun capítulo corto  

  
Mierda. —¿Qué? —No puedo dejar de reaccionar. ¿Acaso nadie ha tocado a esta hermosa chica? Apúntenme. Justo malditamente ahora. 

Su cabeza se mueve bruscamente hacia arriba. —Voy a callarme, ahora.


—Eso es probablemente sabio. —De lo contrario, no puedo ser responsable de llevarla al orgasmo yo mismo. Debajo de la mesa. Inmediatamente.


Paula se derrumba, enterrando el rostro entre sus manos.

No puedo resistirme a alcanzarla para frotar su espalda, entre sus omóplatos. —Oye, está bien. Si también necesitas tutoría en el dormitorio, nena, sólo pídelo.


Paula deja escapar un gemido, y no puedo estar seguro, pero creo que también una serie de maldiciones. Una vez de que se detiene su discusión metal, toma una respiración profunda y se sienta con la espalda recta. Su expresión todavía está contraída, como si no pudiera creer lo que me dijo.


Le acerco su café, tratando de quitarle importancia, y Paula acepta la taza, tomando un sorbo.


—Oye, no hay nada de que avergonzarse, pero no me extraña que seas tan malhumorada. También lo estaría sin orgasmos regulares —le digo.


Paula escupe su café sobre la mesa, ahogándose y escupiendo. Deslizo mi silla más cerca y le doy palmaditas en su espalda hasta que puede despejar sus testarudas vías respiratorias. 

Se agarra de la mesa e inhala en una respiración entrecortada, sus ojos llorosos por el esfuerzo 

 
—Lo siento, Pajarito. —Sigo frotando su espalda—. No debería haber dicho eso. Quise decir cada palabra, pero siento que te hayas atragantado por la emoción.


—No me he atragantado por la emoción. Me atraganté. Gran diferencia. Y no me llames Pajarito. —Paula se levanta y agarra su bolso—. Hemos terminado. 

Mi mano en su muñeca la detiene. Tal vez fui demasiado rápido. Pero creo que en secreto le gusta que lo haga. Subo el bolso y coloco las tiras cuidadosamente sobre sus hombros. —Recuerda, el sábado. Ya dijiste que sí.


—Estaré ahí.

CAPITULO 9


Paula 


Observo a Pedro caminar hacia la barra en la cafetería de estudiantes súper llena para recoger nuestra orden de café. 


Se apoya contra el mostrador, la camiseta extendida por sus anchos hombros. Creo que probablemente está coqueteando con la cajera, o ella está coqueteando con él. No importa. Todavía estoy enojada conmigo misma por cómo me comporté en clase. Sólo porque tiene muchos rasgos delicados no significa que tenía que catalogar todos y cada uno en mi maldito diario. Una vez que me di cuenta de que escribió como una línea y se dio por vencido con la tarea, me sentí como una completa idiota. 


Mientras espero que regrese con nuestro café, saco los cuadernos de mi bolsa y los coloco sobre la mesa, asegurándome de mantener el diario a salvo en mi bolsa. No quiero que Pedro lo tome y lea acerca de cómo pienso que sus ojos son de la más fascinante sombra de azul, como un cielo de verano sin nubes, y estar cerca de él me hace sentir más viva de lo que lo he sido en un tiempo, me hace querer cosas que pensé que nunca más querría de nuevo. 



No puedo dar mi corazón de nuevo. Sobre todo teniendo en cuenta que a duras penas todavía late en mi pecho. Por supuesto, todo esto es post-Mauricio. A menudo, eso es lo que pienso de mi vida; el yo antes de todo el drama de mi último año y el yo de después. Después de que confié en él. Después de me permití ser utilizada por él. Sé que yo misma lo busqué, pero eso no borra el pasado. 


Mirando atrás, no entiendo cómo pude haber sido tan estúpida. Pero cuando estás enamorado y desesperado por afecto, y lidiando con el hecho de que fuiste adoptada, resulta que harías casi cualquier cosa para llamar la atención. Cosas que ahora me gustaría poder devolver. Pero no puedo. Incluso si no hubiera testigos, el acto se grabó en mi memoria.
 
Además, no es como si Pedro estuviera pidiendo algo de mí. Amigos, tal vez.
Puedo manejar eso. Creo.


Probablemente consideraría dejar la clase si Pedro no estuviera ahí para presenciar mi derrota. No quiero que sepa que el tema me aterra. Quiero ser valiente, abierta, como parecen ser el resto de los estudiantes. Pensaba que tomar esta clase sería bueno para mí, pero ahora no estoy tan segura. Pero una cosa es cierta; No voy a echarme atrás con el rabo entre las piernas. Al menos, una parte de mí quiere ver hacia donde irá esto, especialmente porque eso significa que estaré viendo a Pedro todos los martes y jueves, rodeados por el excitante tema del sexo.


Será un milagro si puedo sobrevivir este semestre sin una combustión espontánea.


Pedro se desliza en el asiento, poniendo un vaso de papel con café frente a mí. 


—Crema y un montón de azúcar, justo como lo solicitaste. 


—Gracias. —Pruebo un sorbo. Pedro aún está observándome, una sonrisa torcida en sus labios—. ¿Qué? 



Se ríe suavemente, el profundo timbre de su voz pasando sobre mí, y cruza las manos sobre la mesa frente a él. —De acuerdo, lo haré. 


—¿Hacer qué? 


Sonríe. —No veo otra opción que convertirme en tu tutor. 


Esta vez, yo soy la que se echa a reír. —¿Quieres ser mi tutor de sexualidad humana? Eso es original. Y para nada estúpido.


La mirada determinada de Pedro encuentra la mía. —Por muy tentadora que sea la oferta, y hay muchísimas cosas que puedo enseñarte, no. Me refería a que podría ser tu tutor de... la vida. 


—Vaya, gracias. Por qué no simplemente admites que crees que soy una perdedora sin una vida y seguir adelante. 


—No dije perdedora. Perdida... probablemente. Sin tener tanta diversión como debería ser... definitivamente. 


—Porque no arrancas la curita.


Pedro se recarga contra su asiento, deslizando su taza de café hacia él en el proceso. —Sólo lo nombro como lo veo, nena.


Está demasiado relajado, demasiado engreído.  Quiero atacar y decir algo para quitarle esa sonrisa arrogante en su rostro. En cambio, tomo un profundo respiro y reflexiono sobre su observación de mí. Estoy sentada muy erguida en mi asiento, mi pila de libros de texto cuidadosamente alineados frente a mí. Y cada vez que Pedro me ha visto, por primera vez en la fiesta y luego detrás del contenedor de basura, me he estado escondiendo. Me gustaría poder decirle que esos fueron incidentes aislados, que no soy así realmente, pero lamentablemente lo soy. Me doy cuenta, con un destello de claridad, que Pedro tiene razón. Y de repente quiero más.


Me inclino hacia él sobre mis codos, sopesando su oferta. —Entonces, ¿cómo funcionaría exactamente este trabajo de entrenamiento de vida...? No estoy diciendo que estoy interesada, pero si lo estuviera... 

—Tendríamos que empezar con pasar más tiempo juntos para principiantes. 

Asiento, escuchando atentamente. Estoy agradecida de que no sabe que mi corazón dio una patada sobre la marcha con sus palabras. —¿Qué más? 

Pedro abandona su postura casual, inclinándose hacia mí sobre la mesa, sus brillantes ojos azules perforando los míos con intensidad. —Voy a darte retos como crea conveniente. Tendrás que confiar en mí.


Cruzo los brazos sobre mi pecho. —No voy a correr desnuda por el campus, dejar caer ácido ni nada raro por el estilo. 

—No te pediría que hicieras algo para lo que no estás lista. 
—Su voz es calmada y segura.


No puedo creer que estoy considerando esto, pero así es. —¿Por qué querrías hacer todo esto? No soy un proyecto.


—No he dicho que lo fueras. Sólo digamos que podría necesitar la distracción justo ahora.


Sé que mi expresión me delata.  Estoy más que confundida acerca de lo que está pasando entre nosotros y ser incapaz de detenerlo. 

Pasa su dedo índice sobre el pliegue en mi frente. —Oye, relájate. —Su voz es sólo un susurro—. Estás pensando demasiado.  No voy a curiosear sobre tu pasado, a menos que quieras que lo haga.

Niego con la cabeza, mi corazón latiendo salvajemente.


El pulgar de Pedro acaricia mi mejilla antes de que deje caer su mano. —Sin embargo, me harías saber si hay algún trasero que deba patear, ¿verdad?


Soltaría una risita por esto, si no fuera por la intensidad irradiando de Pedro

—No. Tomé mis propias decisiones. 

Está en silencio mientras me estudia, sus ojos azules buscando respuestas.


Respuestas que posiblemente no puedo darle. 

—Eras joven, demasiado confiada, te enamoraste del chico equivocado...


Me aclaro la garganta. —Algo por el estilo.


Alcanza mi mano y le da un apretón. —Oye, está bien. 

Me las arreglo para asentir, disponiendo mi boca en una sonrisa. Si él supiera la verdad, no estaría sentado aquí, siento tan amable conmigo. Mi corazón está latiendo con fuerza contra mi caja torácica. —Esta cosa de tutoría... ¿Cuándo empezamos?


Le echa un vistazo a su muñeca desnuda. —Ahora estaría bien. 

Ruedo los ojos para evitar reírme de él. —De acuerdo. ¿Cuál es mi primera tarea?