sábado, 28 de junio de 2014

CAPITULO 30



No he sabido nada de Pedro en dos días. He llamado y enviado mensajes varias veces, y todavía nada. Me preocupa más que cualquier otra cosa, y como tampoco se presentó a la clase de hoy, me dirijo directamente a su casa.


Entro cuando nadie responde a la puerta principal. Caray, probablemente deberían cerrar con llave. La casa está vacía y tranquila, y aunque mi corazón late con fuerza con lo que podría encontrar, subo las escaleras hasta el ático. 


Podría haber un millón de razones para que él no me regresara la llamada... podría tener gripe, tal vez algo sucedió con su madre... o lo peor, ha vuelto con Veronica. 


Sin embargo, aún cuando trato de justificar su silencio, sé que sólo puede significar una cosa. Vi a Mariela y Veronica hablando la otra noche. Estoy segura de que también me vieron. Supongo que tenía la esperanza de que Pedro no se enterara de esta manera —y por Veronica de todas las personas. 

Preparándome para lo peor, llamo a la puerta. Unos segundos más tarde, escucho las tablas del suelo crujir mientras cruza la habitación. Un Pedro desalineado me mira. No se ha vestido, no se ha afeitado y su pelo es un desastre completo.


—¿Pedro

No dice nada durante varios segundos, sólo continua observándose con ojos cautelosos. El dolor que veo reflejado hacia mí es demasiado. Por eso no me acerco a la gente. Esa mirada. Odio ser responsable de ella cuando se enteran de que no soy quién quieren que sea. 

—¿Puedo entrar? ¿Explicarme por lo menos? —pido.

La frente de Pedro se arruga con confusión, pero abre la puerta unos centímetros más y se aleja. No es exactamente una bienvenida cálida, pero tampoco me está pidiendo que me vaya, por el momento. Entro por la puerta e inhalo bocanada de aire. Nunca antes he querido explicar esto. 


Cuando me enfrento a mi pasado, siempre huyo. Siempre. 


Pero Pedro merece más. Así que todo lo que haré será contarle esta historia, sé que tengo que hacerlo.

Su cuarto es frío y la calidez entre nosotros está ausente. Pedro se vuelve hacia mí. —¿Sabías acerca de las fotos? —pregunta. 

Trago el nudo del tamaño de una fruta gigante que se presenta dolorosamente en mi garganta. Esa es la cosa —sería más fácil decir que no, que Mauricio me había engañado, que no sabía que estaba siendo fotografiada. Pero lo sabía. Mauricio pensó que sería divertido y sexy. Y habría hecho cualquier cosa para oírle decir que me amaba. 


Resulta que cuando tienes problemas de abandono, haces cualquier cosa para sentirte amada. Necesitaba sentirme amada, estar cerca de alguien, y me encantaba cuando Mauricio me abrazaba y me tocaba. Si tenía algo que ver o no con mi adopción, no lo sabía, pero ansiaba ese afecto. 


Durante esos momentos de sentirme querida y deseada, mi sensación de abandono se desvanecía. Sé que estas probablemente son todas excusas, y sin duda es probable que Pedro no comprenda. Tampoco borra el hecho de que se lo oculté. 

Dejo caer mi cabeza, porque no quiero ver sus ojos cuando le diga la siguiente parte. —Sí, lo sabía. —No dije que sí a la idea de inmediato, pero después de un par de semanas me convenció. Y, por supuesto, lo que siguió no fue sincero,no estaba llena de amor en lo absoluto. Fue una experiencia que me dejó rota, y humillada—. Cuando nos separamos un par de semanas más tarde, compartió las
imágenes con sus amigos, y rápidamente se pasaron por nuestra escuela. —Apenas podía levantarme de la cama los primeros días. Mis papás pensaron que tenía gripe.


La decepción en los ojos de Pedro es tan grave, que abarca todo su rostro. Me tambaleo un paso atrás, luchando por mantenerme en pie. Es la mirada que esperaba que nunca tuviera que ver cruzar por su rostro.


Algunas de las fotos, Mauricio y yo las habíamos tomado juntos, otras las tomé yo misma y se las enviaba en un mensaje mientras salíamos. —No sabía cómo sacar el tema —digo. 

—¡Tienes un jodido vídeo sexual Paula! —Lanza las manos al aire—. Estas son las cosas que debes mencionar. —Golpea la pared—. ¡Maldita sea! 

Su puño deja un hueco en los paneles de yeso, y reprimo las ganas de ir a inspeccionarle la mano. Supuse que era sólo cuestión de tiempo antes de que Pedro se enterara, pero nunca imaginé que en realidad lo vería. Por supuesto, Mariela probablemente lo subió a su teléfono.


Mi estómago duele y creo que podría estar enferma. 

—¿Lo saben tus padres? —La voz de Pedro es baja y controlada, como si apenas estuviera conteniendo su ira.


—Por supuesto que no. Habrían hecho un gran alboroto. 

—Sí, imagínate cómo me siento. 

Lo miró a los ojos. —¿Cómo te sientes? —Incluso si sus siguientes palabras me aplastan, necesito saberlo.


—Me estaba enamorando de ti, Paula.


Todo el oxígeno sale de la habitación. —¿Estabas?


—Sí. Lo estoy. Mierda, no lo sé. —Su voz es ronca y débil, rasgando mi corazón. Sus manos se deslizan bruscamente por su cabello, dejándolo levantado en el extremo.


Algo vital para mi supervivencia ha sido arrancado de mi cuerpo. Algo que ni siquiera sabía que tenía, y ahora no puedo imaginar la vida sin ello.


Hundo mi barbilla en mi pecho. —No fue vídeo sexual. 


Mauricio y su mejor amigo crearon una presentación de diapositivas de todas las imágenes que tanto él como yo habíamos tomado. El producto final es como un vídeo, que dura varios minutos.


—Lo suficientemente cerca. Había partes de ti que nunca había siquiera visto, expuestas para que  todo el mundo las apreciara. —El tono vacío en su voz, el dolor en sus ojos es tan real, que lo siento en la boca del estómago.


—Lo siento... Lamento haber tomado esas fotos. Lamento no habértelo dicho...


—Yo también. No eres quien yo pensé —dice con sencillez.

No me gusta el tono abatido en su voz. Que esté furioso, grite o golpee sería mejor que este tono derrotado.


—¿No crees que me gustaría regresar el tiempo atrás? Lo haría si pudiera — susurro. 

Sus ojos se mueven rápidamente hacia los míos, carentes de todo el calor que solía sentir de esos hermosos ojos azules. —A mí también me gustaría. —Se da la vuelta y la tensión en sus hombros me dice que nuestra conversación ha terminado. Y peor. Nosotros también hemos terminado.

CAPITULO 29



Paula 


Todavía estoy sonriendo como una idiota cuando entro a la habitación. 


Catalina está sentada en el futón pintándose las uñas cuando entro. Estudia mi ropa arrugada y mi pelo desordenado con una sonrisa. —¿Tuvieron diversión esta noche? 


—Sí. —Me muerdo la mejilla para evitar contarle todo—. Fue muy divertido. ¿Cómo estuvo tu cita?  


—Aburrida. —Se encoge de hombros—. Oh, un paquete llegó para ti. 


Catalina asiente hacia el escritorio donde un gran sobre espera.


Guau. Ya está aquí. Un destello de calor invade mi pecho. 


Catalina se detiene, sosteniendo la botella de esmalte. —¿Paula? ¿Qué es?


—¿Mmh? —Cojo el sobre—. Probablemente no es nada. —Mentira. Esto es todo: La cura a mi crisis de identidad, un enlace a mi pasado y un futuro posible con mi madre. Las lágrimas pinchan mis ojos, y sin soltar el sobre, me dirijo hacia fuera, a los baños comunes. Necesito un momento para mí. 


Abro la cortina de la ducha en el otro extremo y me siento en el frío asiento sobre los azulejos.


Entonces vacilo. Tal vez no debería estar sola cuando lo abra. Marco el número de Pedro, pero la llamada va al correo de voz. Después de esperar varios minutos, le envío un texto. Equilibro el teléfono en el banquillo a mi lado. Ya que por lo general responde de inmediato, así que me sorprende cuando no me devuelve el texto.


He estado esperando toda la vida para este momento, y no soy capaz de esperar incluso un segundo más. Rasgo el sobre y saco lentamente la pila de papeles.


Sé que Pedro dijo que no tenía planes para hoy, así que me pregunto dónde podría estar. Esa pregunta se instala como una sensación incómoda en mi estómago, pero lo empujo a la parte trasera de mi mente al comenzar la lectura de la carta de apertura, dirigida a mí, es de la agencia de adopción. Agradecen el difícil viaje que este proceso puede llegar a ser, y me dan una lista de recursos para ayudarme a lidiar con las búsquedas de mis padres biológicos. 


Impresionante.


Incluso no tienen fe en su proceso. 

Las siguientes páginas contienen formularios aburridos e información que mis papás tuvieron que completar hace diecinueve años. Es curioso ver que su escritura no ha cambiado nada en todo ese tiempo. Ver la gran cantidad de formularios y la información que suministraron me abruma. Debieron haberme querido demasiado. Ese pensamiento me hace sonreír, aunque es rápidamente seguido por una punzada de culpa por hacer esto a sus espaldas.


Sigo hojeando las páginas, sabiendo que probablemente lo bueno está en la parte posterior de la pila.


Bingo.


Una vieja fotografía de una mujer que me parece sorprendentemente familiar está recortada en la última página. El mismo pelo ondulado castaño y ojos grandes que me saludan en el espejo cada mañana están mirándome. 


Respiro profundamente, conmocionada por lo joven que parece.


Su primer nombre y una cuenta de correo electrónico genérico se suministran en la última página.


Alejandra. 

El nombre de mi madre es Alejandra. 

Estoy extrañamente carente de emoción. Sin embargo su foto es cautivadora, y me encuentro mirándola, rozándola con amor con mi pulgar. Las lágrimas pican mis ojos, y aunque es difícil, guardo los papeles en el sobre, regreso a mi cuarto y añado su correo electrónico. Señor, ayúdame con lo que ocurrirá a continuación.