sábado, 21 de junio de 2014

CAPITULO 14



Pedro 


Su boca es suave y húmeda y la forma en que su lengua coquetea con la mía, al instante me vuelve a poner duro. Su lengua se desliza a lo largo de la mía y ella agarra mi camisa con los puños. Su culo se adapta perfectamente en mi mano y lo agarro, sujetándola firmemente contra mí para que pueda sentir exactamente lo que me hace.


Paula coloca su mano en mi pecho y rompe el beso. —Pedro. —Tiene los ojos encendidos de pasión, su voz sin aliento... pero su tono es de error—. Tenemos que parar.

De mala gana me alejo para mirarla a los ojos. Están ardiendo en verde y nadando por la emoción. Mierda. No sé lo que hice mal, y si tengo que pedir disculpas o callar sus temores con más besos. Es por eso que no la besé antes. 


No debería haberla llevado tan lejos. Pero Paula despierta en mí cosas que nunca he sentido. Es una locura. Ni siquiera es mía, y estoy actuando como un macho alfa
sobre-protector. 


Traga y respira profundamente, la confusión en su cara se desvanece. —Lo siento.


Doy otro paso atrás. —Está bien. No debería haberte apresurado. 


Paula niega con la cabeza. —No estoy ni cerca de estar lista.

Mierda. Podría golpearme a mí mismo. He leído erróneamente la situación entre nosotros. 


—En una escala del uno al diez, diez sería que estás lista para arrancarme la ropa…


 Se muerde el labio. —Soy como un seis negativo.


—Mierda. Eso está mal, ¿eh? —Huelo mi axila, y se ríe. Es muy bueno escuchar su risa y me relajo un poco.


 —No eres tú —dice, sin dejar de sonreír—. ¿Cómo podría ser?


 Le atraigo a mis brazos y la beso en la frente con suavidad. 


—No voy a presionarte. Cuando estés lista, me lo dices. —La quiero. Y voy a tenerla. Sólo tengo que averiguar lo que está pasando en su cabecita.

Asiente sin decir nada, pero devuelve mi abrazo, colocando sus brazos alrededor de mi cuello. —Gracias. Es que... me gusta lo que tenemos.  

La miro. —A mí también.


 —¿Podemos... ser amigos?

—Amigos. —Genial—. Por supuesto. —Bolas azules, allá voy.


La libero y se aleja de mí. Los amigos aparentemente no frotan sus erecciones contra los estómagos de sus amigas. Mi error. 

 —Yo... tengo que irme —susurra Paula. Observo cómo agacha la cabeza y desaparece en el interior.

Mierda. 

 A veces parece tan inocente... y luego otras veces no. La forma en que tomó esos tragos como una profesional, y la forma en me besó, era cualquier cosa menos novato. Su lengua se encontró con la mía, empuje tras empuje, y nos movimos juntos sin esfuerzo. No había nada tímido acerca de ella. El flujo de sangre aún se dirige al sur mientras mi cuerpo lucha para regularlo.

No puedo entender a esta chica. Y quiero. Jesús, lo necesito. Cuando estoy con Paula, no pienso en el montón de mierda que es mi vida. Cuán loco se ha puesto todo. Ella es como el nuevo comienzo que ni siquiera sabía lo mucho que necesitaba.

CAPITULO 13



Paula  


 —¿Qué pasa con el silbato? —pregunta Cata una vez que volví a unirme a ella y a Noah en la sala de estar.


—No preguntes. —No tiene sentido, incluso para mí, y sé que tendría menos sentido para alguien más. Es la manera que Pedro tiene de mostrarme que está cuidando de mí. Incluso si es ridículo.


Cuando finalmente lo visualizo de nuevo, está de pie en la sala de estar con Veronica. Ugh. Ella viste un vestido rojo ceñido y están en lo que parece ser en una intensa conversación. Sus rostros están a sólo centímetros de distancia, su mano descansa sobre el antebrazo y él se inclina para hablarle en su oído, con una voz baja y controlada. 


Ella lo mira, se muerde el labio y asiente. ¿Están haciendo un plan para reunirse más tarde? Quiero soplar el maldito silbato, todo mi cuerpo está temblando. Quiero ver si Pedro realmente vendrá corriendo hacia mí. Pero no hago tal cosa. Me quedo ahí, insensible, mirándolos hablar demasiado cómodos. Los ángulos de su cuerpo hacia el suyo, y su mano roza su espalda. Se ven muy familiar juntos. 


Cuando me ve, una sonrisa practicada adorna sus características. Cuando Pedro nota lo que le llamó la atención —yo mirándolos boquiabierta—   rápidamente la jala del brazo y la lleva a la esquina.

Guau.

¿Qué diablos fue eso y por qué siento la necesidad de perforar algo? Sólo somos amigos, me recuerdo a mí misma. Puede hablar con quien quiera. 

Noah está bailando con un grupo de chicas de la hermandad, y decido que no se dará cuenta que no estamos allí, así que arrastro a Cata a la cocina. 

—Necesito algo de beber. —Levanto mi copa por lo que ella me comprende a pesar del ruido de la música.

Asiente con alegría y me sigue. Necesito algo más fuerte que la cerveza. No sé si es esta estúpida ropa que, no es como yo me visto, o el hecho de que acabo de ver a Pedro irse con Veronica, pero mis manos están temblando. 

No es como si fuera mío. Con quién decide estar, no debería ser de mi incumbencia.

Pedro se aventura en la cocina, sólo esta vez, y nos observa a Cata y a mi esperar en el mostrador, mientras que uno de sus hermanos de la fraternidad nos sirve un trago. Levanto la copa a mis labios y dejo caer mi cabeza hacia atrás,dejando que el líquido queme en  mi garganta. ¿Por qué no está con Veronica? 

 —Otro —le digo al chico. 

Sonríe y vuelve a llenar mi vaso mientras Catalina me lanza una mirada de sorpresa. Pedro me está mirando y quiero que él sienta lo mismo: la confusión y la impotencia que sentí mirándolo con Veronica. Bebo un segundo trago y golpeo el vaso sobre el mostrador. Me lloran los ojos y no estoy segura si es por el licor o las extrañas emociones que inundan en mi sistema. Ha pasado tanto tiempo desde que me permití estar interesada en un hombre, y él es absolutamente la peor elección que podría haber hecho. Debería alejarme de él en este momento. Eso sería lo más inteligente que hacer.

—Basta —gruñe Pedro a mi lado, sus dedos agarrando la piel expuesta de mi cadera, llevándome detrás de la barra.
Echo un vistazo alrededor. —¿Dónde está Veronica?

Frunce el ceño. —Se fue. No se sentía bien.  

Está tranquilo, le daré eso. Permanece a mi lado, y su presencia envía escalofríos de reconocimiento por mi cuerpo. Los alejo. —Dame otra —le digo al chico rubio y lindo que sostiene la botella.

Pedro da unos pasos más cerca, la intensidad sale de él en oleadas. —¿Qué estás haciendo?

Cata se le queda mirando. Ella no confía en él. Su buena acción de hacer que Noah entre, obviamente, ha sido olvidada. 

 —Estoy haciendo lo que hablamos... pequeños cambios para salir de mi zona de confort. ¿Cuál es el problema? —Coloco el vaso en el mostrador,esperando mi próximo trago. 

La mirada de Pedro reta al pobre tipo a que lo coloque y vea qué clase de locura se desata. Si yo fuera él, tampoco lo pondría. —Joder, Paula —Agarra mi mano, sacándome de la cocina.


Tropiezo tras él por el comedor lleno de gente, los dos tragos ya están haciendo efecto. Pedro abre la puerta corrediza y el fresco aire nocturno es un respiro. Enfría la piel enrojecida y despeja mi cabeza un poquito.


Cierra la puerta detrás de nosotros, la música hace que el cristal vibre con suavidad. Sin ninguna pretensión, Pedro se acerca. Acuna mi nuca y coloca mi boca en un ángulo cerca de la suya, antes de inclinarse para besarme. Su boca es suave al principio, pero cuando le devuelvo el beso, gime y abre mis labios para profundizar el beso. Su lengua toca la mía y todo el sentido del bien y el mal está perdido. Esto es el cielo. Su otra mano encuentra mi trasero, y le da un apretón no muy suave. Puedo sentir todo en este beso... Cuánto Pedro me quiere, las ganas que tengo de hacer esto... Mi cerebro está gritando que me detenga, pero mi cuerpo me pide seguir

CAPITULO 12



Pedro

 
Necesito recuperar mi control de nuevo antes de que haga algo estúpido y trate de besarla. Si lo hago, no voy a ser capaz de detenerme. Dándome la vuelta,me arreglo por encima los pantalones. —Te traje algo. 


 —¿En serio? —Oigo la sonrisa en su voz, y estoy agradecido de que, al menos, ahora las cosas no sean raras entre nosotros. Ella me sigue a través de la habitación a mi tocador. Abro el cajón de arriba, a continuación, señalo la cama—Siéntate.


Lo hace.


 —Y cierra los ojos.


Sus labios se curvan en una sonrisa y sus ojos se cierran. 


Con sus manos,hace un movimiento de agarrar algo. —Dame.


Me río y coloco el pequeño objeto en su mano y con los ojos todavía cerrados, sus dedos exploran. —Un silbato.


Me sonríe y el impulso de besarla es tan fuerte, que doy un paso hacia atrás. 


—Si necesitas algo, sólo sopla eso, y te encontraré


Su expresión se ablanda y agarra el silbato en su mano. —¿Dónde estabas cuando me encontraba en la secundaria? —pregunta, su voz es apenas un susurro.


Mira el silbato de plata en sus manos y puedo decir que sus pensamientos están lejos.


¿Qué pasó que hizo que se convirtiera en esta chica triste y rota? No besarla fue la decisión correcta. —Confía en mí, no te habría gustado en ese entonces. 

El aire cuelga pesadamente a nuestro alrededor, la música se escucha débilmente desde abajo, y Paula permanece sentada en el centro de mi cama. Pero ya sé que no puedo darle un beso, tengo que volver a poner mis pensamientos en marcha.

Hago un lazo con el hilo rojo sobre su cabeza para que el silbato descanse entre sus pechos. —¿Deberíamos volver abajo? 

Me da un guiño.