miércoles, 2 de julio de 2014

CAPITULO 40




Paula 


Estoy temblando cuando Pedro se va. Me acuesto en el suelo, apoyada contra la puerta por la que acaba de salir. 


No puedo creer que se acaba de ir... Sé que me asusté, pero sólo necesitaba un segundo. Teniéndolo a él tomando el control de esa manera me recordó mucho a Mauricio y odio sentirme fuera de control. Mi corazón está golpeando contra mi pecho mientras proceso el hecho de que sólo quiere lo físico conmigo. ¿Es debido a mi experiencia, así es como me ve? Es la reputación que me he ganado, pero pensé que Pedro, de todas las personas, entendería que no soy esa chica. Mis problemas de abandono habían nublado mi juicio, y todo es demasiado reciente en estos momentos. 


No tengo idea de cómo estamos Pedro y yo. ¿Es sólo físico para él? ¿Quiere algo más? ¿Ha superado mi pasado? Las preguntas no se detendrán, y de repente no puedo respirar. 


Espero que Pedro, quien sabe de mi pasado, entienda que algunas cosas van a ser incómodas para mí. Pero su boca exigía, sus manos insistían, y casi me había empujado al límite antes de que tomara el control de nuevo. No confío en que él no me hará daño otra vez. En que no me deje en la estacada cuando se detenga y piense en las imágenes de nuevo.


Una vez que tengo mi respiración bajo control, me visto y me acurruco en la cama grande, abrazando una almohada contra mi pecho para combatir la sensación de vacío en mi interior. De poco sirve, porque la almohada huele a él. 


Es reconfortante, pero también hace que el latido de mi pecho sea más doloroso.


Me paso la noche dando vueltas contra el colchón lleno de bultos,pidiéndole a mi cerebro que se apague para que pueda dormir. El sueño por fin llega, pero es inquieto.


Por la mañana, ni Pedro ni yo hablamos de lo de anoche. Tomamos el desayuno en el vestíbulo —café amargo y panecillos rancios— y salimos a la carretera. 


Puedo decir que lamenta venir conmigo. Demonios, probablemente piensa que soy un caso perdido en toda regla. Y tal vez lo soy. Pero no puedo concentrarme en todo lo que ha ido mal entre nosotros en estos momentos. Hoy es el día que he estado esperando toda mi vida. Alejo la oscuridad, los revueltos pensamientos acerca de la salida precipitada de Pedro anoche y subo al coche.


Después de dos horas de viaje, aparco en la carretera con la excusa de la necesidad de llenar el tanque de gas, pero en realidad sólo necesito un descanso. 

Mis nudillos duelen por agarrar el volante y mis emociones están por todo el lugar. 

Por suerte,Pedro no comenta que todavía tengo medio tanque, simplemente sale del coche y comienza a bombear el gas, después se ofrece a conducir la última etapa del viaje. Me limito a asentir y le entrego las llaves.


La expresión de Pedro está en guardia y no puedo decir lo que está pensando.


Pero trato de no preocuparme por eso, y en su lugar me desplomo en el asiento del copiloto mientras corre dentro de la tienda de conveniencia. Regresa a los pocos minutos con botellas de agua y refrescos y algunas barras de chocolate. 

Se pone a mi lado y vuelca todo en mi regazo. 

—Debes tener un poco de azúcar... te hará sentir mejor.


Asiento y desgarro una barra de Hershey, dándole un pequeño mordisco en la esquina.Pedro tiene razón, el azúcar inunda mi sistema y me anima un poquito.


Termino la barra de chocolate entera y bebo la mitad de la gaseosa mientras él se encarga de conducir. Nos estamos acercando —el GPS en mi teléfono dice que sólo un par de vueltas antes de llegar a nuestro destino final. Suena siniestro.


Pedro no dice nada, pero puedo verle robar miradas hacia mí por el rabillo del ojo mientras conduce. Todavía no hemos hablado de lo de anoche. Me pregunto si debería sentirme avergonzada por prácticamente echarlo de mi cuarto desnudo y obviamente encendido, pero eso ni siquiera es importante en estos momentos. 

Todo mi ser se absorbe por el hecho de que voy a conocer a mi madre.


Finalmente nos retiramos a una calle arbolada. Las casas son pequeñas, pero muy bien mantenidas. Es surrealista el ver por fin en donde vive —el pensar, que si las cosas hubieran sido diferentes, aquí es donde podría haber crecido. Miro las direcciones al pasar y mis latidos se disparan a un nivel asombroso en mi pecho.


Pedro desacelera hasta detenerse y parquea en frente de una casa de ladrillo de un solo piso con una pasarela de ladrillo pavimentado atravesando el patio delantero.


—Estamos aquí.

CAPITULO 39



Pedro 


He paseado por la habitación durante los últimos quince minutos, tratando de convencerme de ello. Oí el grifo de la ducha encenderse —y luego apagarse, ocho minutos después— y ahora probablemente se está preparando para ir a la cama, pero no me puedo quitar las ganas de verla. 


Tomo un último aliento, deseando simplemente dejarlo ir y seguir adelante, pero sé que no lo haré. Es por eso que estoy en este viaje. No puedo renunciar a ella.


Toco mis nudillos contra la puerta y espero.


Está completamente en silencio. Tal vez ya está dormida. 


Pero unos segundos después, la puerta se abre y Paula está de pie delante de mí en un top blanco y pantalones de pijama de color rosa anchos, pies descalzos y cabello húmedo. Su belleza simple se estrella contra mí como una ola. Quiero empujar el pelo de sus hombros y besar un camino por su cuello, recordando lo bien que sabe.


—Oye —le digo brillantemente. 


—Hola —regresa con una voz suave y prudente.


Trago una ola de nervios, preguntándome qué demonios le digo. Debería haber pensado en esta mierda.


—¿Puedo pasar?


—Por supuesto. —Da un paso atrás de la puerta. 

Su habitación huele a su champú y el aire está todavía cubierto de rocío de la ducha, lo que no está ayudando a mi línea de pensamiento.


Paula está en silencio mirándome. Hago lo único que se me ocurre hacer: me acerco y pongo mis manos en su cintura, atrayéndola hacia mí. Paula me mira con curiosidad en sus ojos cuando mi pulgar suavemente acaricia la piel desnuda en su cadera. No sé lo que está pasando, o lo que queda entre nosotros, lo único que sé es que necesito esto. 


Tengo que borrar todas esas imágenes mentales vívidas
de ella con su ex. Tengo que hacerla mía. No estoy de humor para hablar de mis sentimientos. Sólo la quiero desnuda. Necesito sentir su piel. Si eso me convierte en un idiota, que así sea. 

Bajo mi boca a la suya, y luego me detengo. No voy a forzarla a nada. 

Quiero darle la oportunidad de decidir.


—¿Pedro? —Su aliento va como un susurro a través de mi boca. 

—¿Sí? 

Su lengua humedece su labio inferior, pero no dice nada más, simplemente cierra los ojos y espera a que la besara. 


No dudo. Capturo su boca en un beso feroz, un beso que espero desesperadamente ahuyente los malos recuerdos. 


Paula agarra mis hombros, aferrándose a mí, arañando mis bíceps. Algo primario y posesivo burbujea en mi interior. La empujo de vuelta a la cama, ayudándola a subir en el colchón. Los dos estamos sin aliento a medida que chocamos nuevamente,besándonos, tratando de acercarnos.

No hay palabras esta noche. Nada de esa mierda de sobre-analizar. Somos dos cuerpos, atraídos el uno al otro y llenando una necesidad tan profunda que sólo puede ser superada de una manera. Quiero estar dentro de ella. 


Estoy desesperado por reclamarla, pero no tengo un condón y dudo que ella lo tenga.


Rasgo sus pantalones de sus piernas y la encuentro desnuda debajo de ello. Sus dedos trabajan con el botón de mis vaqueros, temblando e inseguros. Me levanto de la cama y me quito los pantalones y calzoncillos. Estoy orgulloso delante de ella y veo como su mirada desciende a mi polla increíblemente dura. Me doy cuenta de que nunca he estado desnudo delante de ella. El deseo en sus ojos me dice que le gusta lo que ve. Pongo mi camisa al lado y me uno a ella en la cama de nuevo. 

Los ojos de Paula permanecen por encima de mí, disfrutando de todo.


Incapaz de frenar el ritmo, la hago levantarse para que pueda quitarle la camisa. El sujetador es el último artículo entre nosotros y me encuentro con el broche en la parte media de la espalda y la libero de él. Lo lanzo a un lado de la cama con el resto de la ropa.


Paula se sube encima de mí, a caballo entre mis caderas y su piel desnuda me presiona, las pequeñas rotaciones de sus caderas me vuelven loco. Mi cabeza cae de nuevo sobre la almohada y un gemido escapa de la parte posterior de mi garganta.

Estar desnudo con Paula es una mala idea. Su piel desnuda es tan suave y huele tan bien; tengo que probarla. Me incorporo para que pueda llegar a su boca y besarla profundamente. Paula coincide con mi ritmo, su lengua masajeando la mía. Los únicos sonidos son de piel rozando sobre piel, la respiración pesada y el ocasional gemido suave de Paula. Me está volviendo loco. 

Mis dedos agarran su cintura, manteniéndola quieta contra mí. Puedo sentir lo mojada que está y eso no ayuda a mi erección. Me voy a avergonzar a mí mismo si no deja de molerse contra mí. 

Beso un camino húmedo a su garganta, me paro a mordisquear su clavícula antes de inclinar la cabeza para capturar su pecho en la boca. Paula se arquea hacia adelante, gimiendo en voz alta en el cuarto demasiado tranquilo. Mis manos dejan su cintura, mientras decido confiar por un momento que no me envíe sobre el borde. 


Una mano se desliza por la espalda, se encrespan alrededor de la parte posterior de su cuello para acercar su boca a la mía, mientras mi otra mano se extiende entre nosotros para masajear a la protuberancia sensible de carne que está
tratando desesperadamente de frotarse contra mi ingle. 

La cabeza de Paula cae de nuevo y gruñe de placer mientras deslizo mis dedos por su suave piel, enviándola cada vez más cerca de su liberación. Ataco su garganta expuesta con besos, mordiscos en la piel y chupo con la fuerza suficiente para dejar una marca mientras mis dedos aumentan su ritmo.Paula responde, pero en absoluto a como yo esperaba que lo hiciera. Se aleja de mi regazo, sin aliento, con los ojos abiertos por el miedo.


—¿Nena? —Pongo una respiración profunda en mis pulmones. ¿Hice algo mal? No responde, pero sus ojos se llenan de lágrimas. ¿Qué demonios?—. ¿Te he hecho daño?


Niega con la cabeza. 

—Dime lo que hice. —Trato de alcanzar su mano, pero se aparta de mí, bajándose de la cama con las piernas temblorosas.


Mi cuerpo se sobrecalienta luchando por alcanzar a mi cerebro. Todavía estamos desnudos, aunque mi erección está rápidamente sintiendo el problema.


Agarro las sabanas de la cama y la envuelvo alrededor de sus hombros, y luego entro en mi bóxer.


—Dime lo que pasó. —Mi voz es firme, pero no me importa. 


Ella estaba teniendo un buen momento, a punto de llegar, creo, y luego se rompió.


Paula traga visiblemente y ajusta más la manta a su alrededor.


—Lo siento. Eso fue demasiado para mí. Esto, lo que sea, no puedo. Sólo tengo que centrarme en mí. Necesito llegar hasta mañana. No puedo manejar esto contigo y la idea de conocer a mi madre mañana.Tengo que elegir mis batallas.    
Mierda, mierda. No debería haber venido aquí con una cosa en mente —hacernos olvidar. Paula tiene cosas más grandes sobre sus hombros. Tal vez quería hablar, tener a alguien a su lado para escuchar sus sentimientos, infiernos, tal vez quería que la dejaran sola. De cualquier manera, la he jodido. Una vez más. 

—Lo siento. —Me pongo mis pantalones vaqueros—. No estaba pensando.


Agarra la manta alrededor de sus hombros y me mira vestirme.


El momento entre nosotros ha pasado, y puedo sentir que quiere que me vaya. Me pongo mi camiseta por encima de mi cabeza.


—Me voy. Lo siento, no debería haber venido. Sólo duerme un poco.


Asiente y desaparezco por la puerta hacia mi cuarto.

CAPITULO 38



Paula 


No hablamos de mi pasado pornográfico, no hablamos sobre nosotros. Sólo conducimos. Cada hora nos lleva más cerca de Denver, y no puedo evitar sentirme más emocional. 


Las bromas ocasionales que solían fluir fácilmente entre nosotros han sido arrebatadas. Esto es lo que siempre había temido: acercarme a alguien, y luego tener que alejarlo de mí una vez que mi secreto se descubriera. Es por eso que es más fácil no acercarse demasiado. Pero si no te arriesgas, no ganas y todo eso. Mierda. No me gusta cómo mi cabeza se pone sobre Pedro. Tengo que dejarlo ir.


Que esté aquí no significa nada... ¿o sí?


Pedro bosteza y se estira a mi lado, poniendo mi atención de la carretera en él. 


—¿Cuándo quieres parar? —dice en torno a otro bostezo. 


El reloj del salpicadero me informa que ya son más de las once. He estado conduciendo durante casi seis horas. 


Guau. Mi cuello está rígido y dolorido y chasquea cuando muevo los hombros. —Pensaba en parar en un motel de la autopista, y pasar la noche. ¿Suena bien para ti?  


Asiente. —Me parece bien.


Unos minutos más tarde, Pedro señala el signo de un motel. 


Es uno barato y probablemente deteriorado, pero servirá. No necesito nada lujoso. Paramos en la salida, más que lista para salir y estirar las piernas.


Mientras caminamos hacia el motel, Pedro hace gestos a la cadena de restaurantes de comida rápida calle abajo. —Vamos a comer algo primero. Estás demasiado delgada, y dudo que hayas almorzado. 

Sonrío tímidamente. Tiene razón. No he estado comiendo bien. De alguna manera la comida simplemente no sabe cómo antes. Casi todos los días tengo que esforzarme para tragar algo, y hoy, con toda la emoción, se escapó por completo de mi mente. —Por supuesto. ¿Hamburguesas o sándwiches? —Examino los restaurantes que nos rodean. 

Pedro me mira, sus ojos sonriendo a los míos. —Te voy a alimentar con la hamburguesa más grande que podamos encontrar. No estaría de más poner un par de kilos en ti.

Me río y sacudo la cabeza hacia él. Estoy muy lejos de parecer una modelo delgada, pero es bueno oír su preocupación, exactamente igual. 

Después de terminar las hamburguesas con queso y papas fritas, Pedro y yo nos registramos en el pequeño motel que había visto fuera de la carretera. Una puerta contigua separa nuestras habitaciones, y aunque quería una ducha y
meterme a la cama, de repente la puerta es en todo lo que puedo pensar. O más específicamente, lo qué hay al otro lado de la misma. No debería dejarme sentir alguna esperanza, pero no puedo dejar de preguntarme qué está pensando Pedro

También estoy preocupada de no poder controlarme cerca de él.

CAPITULO 37





Pedro 


Sé que está sorprendida de verme, pero no esperaba que considerara pedirme que me fuera. Pero veo la indecisión en sus ojos, una fracción de segundo de incertidumbre, antes de que diga que sí. 


Me acomodo en el asiento del pasajero junto a Paula y reviso las emisoras de radio, preguntándole lo que está de humor para escuchar. Se encoge de hombros, sin decir nada, pero supongo que es de esperar. No puedo ni imaginar todas las emociones que debe sentir al embarcarse en este viaje.


Paula conduce lento y constante en el carril derecho de la carretera. No me quejo. Estoy bien con dejar que ella tome las cosas a su propio ritmo. Seguro tendré que conducir mañana, sabiendo que probablemente va a ser un nervioso desastre al acercarse el momento para encontrarse con su madre. 


Me doy cuenta de que nunca he estado en el coche mientras está conduciendo, y aunque normalmente prefiero ser el conductor, mirarla concentrarse en la carretera es bastante lindo. Le sale una arruga en la frente y sus pequeñas manos agarran el volante a las diez y dos. 


Además se ve más delgada, lo que no me gusta. Pero también parece más decidida, más segura y eso me gusta mucho.


Le doy vistazos a Paula mientras conducimos, y las imágenes de las sexys fotos resplandecen a través de mi mente. Lamento recordarla así. La cruda sensación de shock y disgusto cuando vi por primera vez las imágenes. 


Quería golpear algo o a alguien. Joder, todavía lo quiero. No me gusta asociar a la chica dulce e inocente de la que me enamoré con algo tan sucio. Pero ese pasado es parte
de ella, y tengo que decidir si es algo que puedo superar o no. ¿Voy a ser capaz de mirarla sin recordarlas? 

Las horas hacen tic tac y cuando veo las luces que pasan, me pregunto lo que el futuro tiene para Paula y yo.