Pedro
Han pasado varios días, pero no le he preguntado a Paula si envió el correo electrónico a la agencia de adopción o el fax con la información requerida. Hablaba en serio acerca de ayudarla. ¿Por qué no lo haría? Aunque mis propios padres están dañados la mayor parte del tiempo, los amo y cada uno merece saber a quién trajeron a este mundo incluso si me pone nervioso pensar sobre qué clase de madre deja a una cosita tan linda como Paula. Aun así, no quiero problemas con ella. Sólo quiero que sea feliz. Poco a poco estoy viéndola florecer y es hermosa. No parece estarse ocultando demasiado, sus ojos son brillantes y determinados e incluso está emocionada por salir este fin de semana. Ya no es como estar hablando con la pared para que salga. Aunque sé que si la presiono demasiado, demasiado rápido, podría perderla.
Este fin de semana, uno de mis hermanos de la fraternidad está tocando en el club local y todo el mundo ira a ver su actuación. No me importaría tener a Paula sola en mi casa pero está tan emocionada por ir.
Le dije que iría a buscarla, sorprendido que se encuentre incluso sin la red de seguridad de sus amigos.
Aparentemente, tienen una fiesta de teatro esta noche.
Pero me gusta que confíe en mí. Me detengo frente al dormitorio de Paula, donde está esperándome en la acera.
Su rostro se ilumina cuando me ve. Es extraño para mí que no me haya besado aún pero claramente siente algo cuando estoy cerca.
Esta chica me mantiene adivinando, eso es seguro.
Antes de que incluso pueda salir del carro para rodearlo y abrir su puerta, Paula se está deslizando a mi lado.
—Hola, hermosa.
Sus ojos se ensanchan y su boca se curva hacia arriba. No sé quien la asustó de la atención masculina, pero es evidente que ahora está hambrienta de ella.
—Hola —me devuelve el saludo.
—¿Lista para escuchar algo de mala música folk?
—Seguro. Amo la mala música folk.
—Entonces estás por deleitarte.
Nos encontramos con dos bandas de apertura antes de que mi amigo Leo haga su camino hacia el escenario. Nuestra mesa con una docena o más se levanta y le pide a gritos.
Paula también lo hace, aplaude y silba como el resto de nosotros.
Leo se queda atrás en una silla y comienza a tocar un acorde principal. Sólo un hombre y su guitarra —es un movimiento valiente. Lo he oído tocar en casa, pero nunca una presentación como esta. Su voz se une a las notas y es realmente decente.
A la mitad de la presentación, Paula toca mi rodilla.
—Voy rápido al baño.
—Te llevaré. —Me levanto con ella.
Me da una mirada confusa pero asiente.
Me digo que es porque es tan inocente y puesto que la traje aquí, es mi responsabilidad cuidarla. Pero sé que es mucho más que eso. Quiero que cada chico que esté en este lugar sepa que está conmigo. Descanso mi mano en la parte baja de su espalda y la escolto a través del bar. Si pudiera crear un cartel y colocarlo en su espalda, lo haría. El mismo diría: Vete a la mierda, ella está conmigo.
Camino con Paula hacia la parte trasera del club y espero en el pasillo mientras está dentro del baño de damas.
Cuando sale, no puedo resistir enlazar sus dedos entre los míos y guiarla de regreso a nuestra mesa, luego saco su silla y me siento junto a ella.
Después de la presentación, nos dirigimos a mi casa y en lugar de llevar a Paula directamente hacia mi habitación, donde sé que no voy a poder comportarme, salimos con el pequeño grupo que se reunió en la sala de estar.
Debido a los asientos limitados, Paula se sienta en mis piernas, y eso es algo que está haciendo estragos con mi auto control. Coloco una mano en su cadera y sonríe
amablemente. No estaría sonriendo si supiera los malos pensamientos que pasan por mi mente ahora mismo. Nos estamos divirtiendo, debatiendo el tema de la similitud que tiene la mascota de nuestra escuela con un pene. Escuchar a Paula decir la palabra pene es una delicia. Su boca se pone de la manera más caliente, y sus mejillas se tiñen de rosa. Veronica llega e interrumpe. Demonios Veronica, siempre arruinas toda mi diversión.
La charla en la habitación se extingue con una sala llena de ojos mirando entre Veronica y yo, complétalo con Paula balanceada en mi regazo. Jodida Mierda.
Eso no está bien. Siento como Paula se tensa y mi mano involuntariamente agarra su cadera, diciéndole que se quede quieta. Veronica y yo ya no estamos saliendo. Ella va a tener que lidiar con eso. Además no es como si yo la hubiese invitado esta noche. Lo juro, creo que conduce por ahí y donde quiera que haya luces encendidas o carros en la entrada, ella sólo irrumpe.
Veronica camina frente a mí, balanceando sus caderas y se dirige a la cocina.
—Hernan, hazme un trago cariño —dice atrayéndolo hacia ella.
No me gusta cómo piensa que los hombres están a su entera disposición.
Mierda, generalmente lo están, pero eso no significa que esté bien. Y Hernan era un blanco fácil. Está lo suficientemente caliente para seguirla. Imbécil.
Esa fue la gran queja que tenía de Veronica cuando salíamos. No era lo suficientemente atento para ella. Sus palabras, no las mías. Ella no quiere un novio; quiere un idiota sometido que este a su entera disposición para que la mime.
Quizás me sentiré de esa manera algún día con una chica, pero no con Veronica. Ella ya está mimada lo suficiente. Por la persona adecuada quiero hacer todas esas cosas sin sentirme culpable al respecto.
Incluso después de que Veronica deja la habitación. La postura tensa como un palo de Paula me dice que está incomoda. Quiero volver a nuestras bromas fáciles.
—Creo que es tiempo de tu próximo desafío —susurro cerca de su oído, mis labios frotándose contra su piel.
Paula se relaja en mis brazos y gira lentamente para mirarme, una lenta sonrisa se forma en sus labios.
—¿Qué tienes en mente?
Si le contará lo que realmente está en mi mente, recibiría una bofetada.
—Quiero que vayas y hables con ese chico que está allí. —Miro atentamente a uno de mis hermanos de fraternidad, quien toca la acústica de Leo y masacra unas simples notas.
—Hecho y terminado. —Sonríe y se levanta de mi regazo.
En cuanto su peso se ha ido, estoy lamentando enviarla lejos. Pero ver cómo crece su confianza es una cosa hermosa. Estoy clavado viendo a Paula brillar en una conversación con Jorge. Quizás eso fue una maldita mala idea. Él continúa rasgando la guitarra, mirando hacia arriba ocasionalmente, y sólo para dar unas breves respuestas.
Unos pocos segundos después, se desliza de vuelta hacia mi regazo.
—Bueno eso fue decepcionante. Prácticamente me ignoró —chilla—. ¿No se supone que estos pequeños desafíos son buenos para mi autoestima?
No puedo evitar sonreír. Tal vez fui cruel al enviarla allí pero era sólo un estúpido desafío para ver si realmente lo haría.
—Lo siento nena. No sabía que lo harías realmente. Jorge es uno de mis hermanos y te ha visto en mi regazo toda la noche, no va a hacer movimientos contigo. Valora su cara demasiado.
—¿Qué? —Su confusión era adorable—. ¿Así que elegiste a alguien que sabías que podría no hablarme?
Me encojo de hombros.
—No puedo permitir que otro chico toque algo que quiero para mí.
Su boca se abrió.
—Oh.
Hemos estado pretendiendo que somos amigos, porque es todo para lo que ella está lista, pero sabe que quiero más. Considero pedirle que me bese. Su boca está ahí, a pulgadas de la mía, luciendo jodidamente deliciosa, pero no puedo. No puedo soportar escucharla rechazándome.
Echo un vistazo y detecto un blanco seguro en la habitación: un chico que luce como si hubiese sido criado con leche entera y vitaminas de los Picapiedras.
Seguro como el pan blanco. Me pregunto si ella lo hará. Al menos sería más fácil de escuchar cuando lo rechace.
—Ese chico… que esta allí… —Señalo y los ojos de Paula dejan de mala gana los míos para buscar el objetivo—. Bésalo.
Su mirada confusa me mira.
—No besos. Te dije que no estoy lista.
Mierda. Ahora me siento como un idiota.
—De acuerdo. Ve y habla con él entonces. —La miro a los ojos,preguntándome que hará.
Paula me sorprende mirando en su dirección y luego camina hacia él sin ninguna palabra. Algo se tuerce dentro de mí.
Están en una conversación profunda y maldigo en silencio.
¿Este fue mi maldito plan… conducirla a los brazos de otro chico? debería darme un puñetazo en mi cara.
Estoy de mal humor en el sofá y miro. No he visto al chico aquí antes.
Realmente parece que sería un chico decente, pero eso es irrelevante. Paula lanza su cabello sobre su hombro y ríe por algo que él dijo.
Maldito Dios, está coqueteando y mi estómago se aprieta. Él le sonríe, y tengo el deseo repentino de golpear esa sonrisa en su rostro. Agarro otra cerveza y bajo la mitad en un único trago.