viernes, 4 de julio de 2014

CAPITULO 44



Paula 


—¡Rómpete una pierna! —grito a Catalina y a Noah una última vez antes de que se salgan de nuestro dormitorio. 


Tienen que estar en el teatro temprano por todos los preparativos de la noche de apertura, lo que me deja mucho tiempo para prepararme para mi cita de esta noche. Pedro ha hecho reservas en un restaurante de lujo, pero primero vamos a ver la obra de Catalina y Noah. Agarro mis cosas de ducha y arrastro los pies a los baños comunales.


Una hora más tarde, estoy absolutamente limpia, afeitada, maquillada y vestida. Me siento en mi laptop para escribir una respuesta rápida a la dirección de correo electrónico que recibí antes de Alejandra. Ha pasado un mes desde que nos encontramos cara a cara, y nos hemos estado enviando correos electrónicos de ida y vuelta varias veces. Nuestra relación se ha convertido en largos correos electrónicos llenos de pensamientos al azar, sentimientos profundos y acontecimientos vitales. Es bonito. Incluso mis padres son realmente buenos al fomentar la relación con ella. 


Compruebo el tiempo y mis cosas, mi teléfono en el bolsillo trasero de mis vaqueros, añado un poco de brillo de labios y caigo en mis brillantes zapatillas de ballet color rosa. 


Estoy esperando en la acera afuera de mi dormitorio cuando Pedro estaciona su coche negro. Se detiene y su rostro se rompe en una sonrisa cuando subo al coche para saludarlo. 

—Hermosa... —susurra y se inclina, sus labios rozando la piel cerca de mi oreja. Envía un escozor debajo de mi nuca, que se instala en la base de mi columna vertebral. Por mucho que el mes pasado me haya resistido a estar físicamente con Pedro, creo que es exactamente lo que necesitábamos. Nos da la oportunidad de realmente salir a citas y llegar a conocernos mejor sin el sexo complicando las cosas. Las cosas entre nosotros están muy bien. 


Completamente abiertos y honestos, se siente muy bien. 


Pero la construcción entre nosotros físicamente ha
alcanzado proporciones épicas. Esta noche será mío. Punto. 

Nuestra cena reservada está en un restaurante de sushi de lujo que se ha abierto recientemente y ha estado recibiendo buenas críticas. Pedro me asegura que mis pantalones vaqueros están bien, pero yo los había emparejado con un top de color crema elegante adornado con encaje.


Los ojos de Pedro se apartan de los míos,  su mirada me recorre de abajo hacia arriba para estudiar de la cabeza a los pies. Me retuerzo bajo su mirada y aprieto mis muslos juntos, rezando para que superemos la obra y cenemos sin intentar rasgarle la ropa. O la mía. Mmm, eso podría funcionar. Tenemos treinta minutos antes del comienzo de la obra...


—¿Paula? —pregunta, empezando a conducir la camioneta alegremente. 

Mantener mis pensamientos vagos para más tarde y las bragas de encaje negro que tendrá que descubrir se está poniendo cada vez más difícil. —¿Sí?

Sonríe, moviendo la cabeza como si estuviera leyendo mi mente todo el tiempo. Pedro está muy sexy en un par de vaqueros oscuros y una playera de color azul marino encima de la camisa que pone de manifiesto el profundo azul de sus ojos. Su pelo es un desastre absoluto, como a mí me gusta —un perfecto desastre.


Mis dedos pueden vagar a sus anchas y no haría la más mínima diferencia.


Cruzando la distancia entre nosotros, Pedro me jala hacia él y deja caer un beso dulce en mi boca. —¿Lista? —Me sonríe con los ojos juguetones y hambrientos. Estoy lista para saltarme la cena y entrar en el desierto, pero me limito a asentir. Tenemos una función primero, y no puedo soportar que Catalina y a Noah se enojen. Han adoptado a Pedro en nuestro círculo en el último mes, así que por supuesto, estaremos allí en su inauguración. 

Llegamos al teatro con un montón de tiempo para tomar asiento cerca del frente. Ver a Catalina y Noah en la reproducción coqueta de Grease es muy divertido, las dos horas pasaron rápidamente. Noah como Rizzo es muy genial y no puedo esperar para darle un abrazo, no sólo por ganar el papel, sino también por ser dueño del mismo. Al final, Pedro se para y aplaude para ellos junto a mí, y
nos abrimos camino a los bastidores a través de la multitud de personas que les da a ambos un abrazo.



Pedro ha tomado en serio su misión de llevarme a citas adecuadas, y después de la obra, vamos de la mano, en dirección al otro lado de la ciudad por las reservas para la cena.

El restaurante es elegante y con estilo y el sushi es riquísimo, pero sentada frente a Pedro en una mesa íntima para dos, y sintiendo que sus ojos se mueven a través de mí es demasiado. Usando mis poco cooperativos palillos, he intentado tan delicadamente como fuera posible para meter las piezas de sushi en mi boca de la manera más elegante posible. 

Pedro mete otra pieza de rollo de atún picante en su boca, masticando pensativamente mientras me mira. No tiene prisa, y me pregunto si siente el mismo fuego que yo. Pero sé que sí. Una intensa luz aparece en sus ojos mientras me observa. Termina de masticar y coloca sus palillos al lado de su plato. — ¿Postre?


Estoy dispuesta a darle una patada debajo de la mesa, pero puedo solucionarlo con mi más amable sonrisa. —No, gracias. ¿Tú? 

Pedro ríe, sus ojos deslizándose sobre mi piel, se toma su tiempo para responder. —Sí. Una vez que lleguemos a casa, me gustaría mucho un postre. 

Gah... Es tan abrumador. El hecho de saber lo que va a pasar después entre nosotros hace que mis piernas tiemblen. Estoy más que preparada para él.

Pedro paga la cuenta, entonces me guía desde el restaurante, con la mano en la parte baja de mi espalda. Es un toque inocente, pero apenas me tocó en toda la noche, por lo que el contacto se siente como una promesa tácita de más. 

Nunca estuve así con Mauricio. Tan lista, confiada y segura. 


Estoy segura de Pedro

Cuando lleguemos a la casa de Pedro, somos todo manos y sonrisas y tal vez incluso un par de risitas por mi parte. 


Estoy agradecida de que tenga cero interés en bajar, donde están los estragos de fiesta. Quiere estar a solas tanto como yo. 

En el camino a las escaleras, Veronica pone su mano sobre su pecho y lo detiene. Se tambalea un poco demasiado en sus zapatos de tacón alto, antes de retirar su mano.


—¿Ustedes dos están juntos de nuevo? —Veronica se ríe demasiado estridente y obvia.


Levanto mi barbilla, negándome a dejar que el hecho de que ella sepa mi pequeño secreto sucio me haga sentir como mercancía dañada. Si Pedro lo superó, entonces yo también. 

—Déjalo, Vero —advierte Pedro, con voz firme y sin diversión.


Veronica sonríe diabólicamente, mirando hacia atrás y adelante entre Pedro y yo. 

—No le dijiste, ¿verdad?


Mierda. Mi estómago cae. —¿Decirme qué? 

Veronica ríe de nuevo. —No importa. —Sonríe dulcemente, pasando entre Pedro y yo para que pueda rozar su pecho. 

Pedro se ve como si estuviera a punto de golpear algo. —¿Pedro

Toma mi mano y me lleva hacia la escalera. Todo el calor y la pasión por nuestra noche juntos desaparece y es reemplazado por una terrible sensación molesta. ¿Que no me está diciendo? ¿Qué pasó entre él y Veronica?

CAPITULO 43




Pedro 


Cuando sus lágrimas finalmente se detienen, pequeños hipidos inestables continúan rasgando su pecho durante varios minutos más. Paula finalmente levanta la cabeza de mi hombro y parpadea hacía mí, limpiándose los restos de su maquillaje.


—Lo siento —grazna, su voz ronca de tanto llorar. 


—No. No lo hagas. Me alegro de que lo hayas dejado salir, y me alegro de haber podido estar aquí para ti.


Asiente. —Gracias, Pedro. 


—En cualquier momento, Pajarito.


La confusión cruza su rostro al escuchar el apodo que no he usado en mucho tiempo. Se está preguntando lo mismo que yo. Sobre nosotros. Acerca de dónde estamos ahora.


Se sienta en la cama, completamente desenredada de mí. 


La pérdida del calor de su cuerpo junto al mío no es bienvenida, pero resisto el impulso de jalarla de nuevo hacia mí.


—Voy a darme una ducha —dice.


Su rostro está rojo, su pecho manchado y su pelo es un lío enredado y enmarañado, los mechones que enmarcan su rostro un poco humedecidos por sus lágrimas. —Sí, está bien. —El agua caliente la calmará un poco, espero—. Voy a salir a comprar la cena. Podemos comer aquí en la cama si estás bien con eso, y ver TV.


Se baja de la cama. —Sí, quedarnos tranquilos suena genial. 

No me imagino que ella estuviera de ánimos para ir a ninguna parte. Tomo las llaves de la mesa de al lado y veo a Paula desaparecer en el baño, cerrando la puerta a su espalda. Cuando oigo el agua correr, tengo que luchar contra el impulso de ir tras ella. 

Vuelvo un poco más tarde con bolsas de comida china para llevar. Vestida con una camiseta blanca y unos pantalones de algodón rosas,Paula se sienta con las piernas cruzadas sobre la cama.

  
—Hola —dice.


Su sonrisa está de vuelta, así que sólo puedo asumir que la ducha ayudó. Su cabello todavía está húmedo, pero prolijamente peinado y asegurado en un trenza sobre su hombro. La hace parecer más joven. Hermosa. 


Repentinamente, la comida es la última cosa en mi mente. 

—¿Qué nos has traído? Huele bien. 

Dejo la bolsa en la mesa de al lado y empiezo a descargar las cajas de cartón.


—Comida china. Espero que esté bien.


—Sí, es perfecto.


Comemos fideos condimentados, rollitos de primavera y pollo con almendras mientras vemos una comedia sin sentido por cable. Para cuando estamos llenos, Paula se está riendo abiertamente con la película. Tiro las sobras en mi habitación de al lado y cierro la puerta. Tengo la esperanza de que vayamos a compartir la cama esta noche. Incluso si nada más sucede, sólo quiero estar cerca de ella. 


Y me imagino que no querremos respirar el olor de la comida china pasada toda la noche.


Paula ha apilado todas las almohadas de su cama y la mía contra el cabecero y está descansando contra ellas cuando vuelvo de cepillarme los dientes.  

—Pareces bastante cómoda ahí.

Cruza las piernas por los tobillos y sonríe, como una princesa encaramada en su trono. Ahora que hemos terminado de comer, el ambiente está muy tranquilo, demasiado lleno de ella. De repente no sé qué hacer conmigo mismo. 

Paula me sigue mirando con sus grandes ojos verdes.

Dudo a los pies de la cama, y froto la parte posterior de mi cuello, a la espera de que me dé alguna indicación de que quiere que me quede. Aunque ha requisado todas mis almohadas  así que…  


—Estás manteniendo a mis almohadas como rehenes…  significa eso que quieres que me quede  


—Tal vez sólo me gustan las almohadas… —Se remueve contra la montaña detrás de ella, acomodándose—. Estoy bromeando. Por supuesto que te vas a quedar. —Acaricia la cama junto a ella—. Que estés aquí significa mucho. 

Me gustaría mucho saber qué está pensando. Cruzo la habitación para sentarme a su lado en la cama.


—¿Te sientes mejor? —le pregunto, aunque veo que sí.


El brillo en sus mejillas está de vuelta, sus ojos están resplandecientes y felices. Lo que sea en lo que ella ha estado trabajando en el último par de horas, sólo puedo esperar que  mi presencia haya ayudado. La sensación es adictiva.


Simplemente me gusta estar cerca de ella, y no voy a ir a ninguna parte mientras me quiera aquí.


Paula se escabulle, haciéndome un hueco en la cama, y se acerca para hundirse contra las almohadas. Estamos medio sentados, medio tumbados lado a lado.


— Deberíamos hablar de mis… indiscreciones del pasado —pregunta,mirando el techo. 

Odio la forma en que tiene que vivir con tanto sobre sus hombros. Pero tiene razón. Necesitamos hablar sobre eso. 


Me pregunto si ella va a empezar, porque no tengo ni idea de qué decir. Se agarra las manos, pareciendo nerviosa.


Tomo una profunda respiración y empiezo. 


—Escucha, Paula, puedo superar las fotos. Todos cometemos errores estúpidos. Pero no me gusta sentirme engañado. —No dice nada, sólo sigue mirando directamente al techo, su expresión neutral—. Lo que más me retiene es que no eres quién yo creía. No puedo evitar tener la sensación de que me has engañado. ¿Conozco siquiera a la verdadera Paula? ¿Fue todo una tapadera cuidadosamente construida, o vi a la verdadera tú? 

Sus hombros se enderezan y parece cobrar algo de fuerza interior. 

 
—Viste mi verdadero yo. Mi yo desastroso, asustado, intentando encontrar una forma de dejar atrás el pasado.


—Cuando te vi por primera vez, estabas huyendo y sólo quería ayudarte. 

Verte agachada detras de ese basurero… mierda Paula —Tomo una respiración profunda, dejándola salir lentamente de mis pulmones. 

—Está bien, Pedro. No tienes que explicarte. Necesitabas un pequeño proyecto para distraerte de los problemas con tu madre, bien. Misión cumplida. Pero, ¿sabes qué? No quiero ser el proyecto de alguien. No estoy rota. He terminado de esconderme de mi pasado. He cometido errores. No soy perfecta. Necesito a alguien que pueda tratar con eso.


—Nunca fuiste un proyecto, y ambos lo sabemos. No me involucré contigo por algún noble propósito. Amaba ver tus ojos iluminarse, viéndote venirte, hacerte sonrojar cuando hacía comentarios sucios. Convertí en mi misión verte sonreír. 

—Bueno, oficialmente he terminado de esconderme. No me hace ningún bien, de todos modos. Y cuando salí con Mauricio, no era la misma chica que soy ahora. Fue mi primer amor; quería impresionarlo, para encajar y ser un poco imprudente… obviamente puedes ver lo bien que funcionó eso para mí  Fue un estúpido error que no puedo deshacer, Pedro.


—Que le jodan a tu pasado. No nos posee. No puedo pensar con claridad sin ti. Te echo de menos. Quiero recuperarte, nena.


Me siento mal por todo lo que ella ha tenido que soportar. Lo lamento por su jodido estúpido ex. Lamento que ella haya tomado esas fotos. Pero puedo apartar todo eso a un lado. Quiero a esta chica. La quiero para mí. Fin de la historia. El mundo puede irse a la mierda, para lo que me importa. Ella es mía. 

—Pajarito, voy a besarte ahora. 

La tensión de mis hombros disminuye por primera vez en semanas. Me inclino y la beso, suave y tiernamente, mis labios rozando los de ella. Le pellizco el labio inferior, atrayéndolo hacia mi boca, y deja escapar una suave exhalación ante el repentino contacto  Estoy desgarrado… la deseo la he querido durante tanto tiempo, y ahora es mía y estamos solos juntos en un hotel, pero no quiero presionarla. 

Paula, al no haber conseguido la información sobre mi decisión de tomar las cosas con calma, empuja sus manos bajo mi camisa y las frota por mi pecho y estómago. Incluso el más suave de sus toques es increíble. Encontrando su coraje, se sube a mi regazo y se monta a horcajadas sobre mí. Agarro su cintura y sigo besándola, sin querer apresurar las cosas, pero tampoco dispuesto a renunciar a este momento. Sus manos se detienen en la cintura de mis pantalones, y con manos temblorosas, empieza a trabajar en el botón. Toma cada pizca de autocontrol que poseo encontrar sus manos y detenerla.

Paula —respiro contra su boca y se aparta sólo un poco, sus ojos buscando los míos. Odio que justo cuando se encuentra a sí misma y empieza el contacto físico entre nosotros, tengo que detenerla.


Presiono mis manos contra sus mejillas, dándole un firme beso en la frente y quitándola de mi regazo. Sus ojos traicionan su confusión y dolor. 

—Tanto como quiero esto, quiero hacer las cosas bien contigo. Nunca te he llevado a una cita adecuada.


—¿Me estás rechazando? —Pone mala cara.


Me cuestiono por un breve momento. Sobre todo porque mis pantalones se han vuelto considerablemente estrechos. —Voy a poseerte, nena, y cuando lo haga, habrá merecido la pena esperar. 

Se ríe en voz baja, un ligero rubor coloreando su pecho. —Esto es un cambio de roles. Yo estoy lista para tener sexo, y ahora tú no. 

Gimo y ajusto mi erección. —Compórtate. —Pongo las almohadas en su lugar y la jalo hacia abajo, contra mí, de forma que estamos tumbados lado a lado, mirándonos el uno al otro. Ni siquiera quiero apagar la luz para dormir, así puedo simplemente observarla, pero sé que debo. Una vez que estamos a oscuras, su mano se desliza en la mía, y deja salir un suave suspiro.


El viaje en el que estamos juntos es rocoso, pero creo que nos ha llevado al lugar correcto. Paula es más fuerte, más segura, y yo no soy el tipo que era.  El de las fiestas, el del sexo sin sentido. Quería más todo el tiempo y ahora lo he encontrado. Paula es mi más. Quiero ser mejor para ella, ser su todo. Una punzada de remordimiento me pellizca cuando me doy cuenta de que tendré que encontrar una forma de contarle a Paula que estuve con Veronica cuando ella y yo no nos estábamos viendo. Pero me preocuparé de eso más tarde, por ahora sólo la abrazo.