Paula
Después de clases, Pedro me detiene en la acera, colocando su mano en mi espalda baja y acercándose. —Ven a casa conmigo —dice, sus ridículamente hermosos ojos azules hacen imposible que aparte la mirada.
Mi boca se retuerce y Pedro se ríe. —No así. Quiero decir que vamos a estudiar, inventar nuestra estrategia para tus futuras tareas. Ser un entrenador de vida es una gran responsabilidad y quiero asegurarme de hacer lo correcto por ti.
Tengo algunas tareas por hacer. Y la cama de Pedro es súper cómoda. No quiero dudar y pensar demasiado cada decisión que tomo. Podemos hacer esto como amigos.
Amigos que estudian juntos. —Muéstrame el camino.
Antes de que siquiera pueda cuestionármelo, estoy siguiendo los pasos de Pedro. Estar cerca de él me tiene cada vez más al borde. Me distraje viendo la forma en que su forma larga y delgada hace cosas increíbles con un par de vaqueros y una camiseta térmica cuando me doy cuenta de que casi me salí a la calle.
Ups.
Toma mi mano en la suya, metiendo sus dedos entre los míos. El cálido peso de su palma callosa es nuevo y electrizante. Envía un cosquilleo por mi brazo y hacia mi pecho. Archivo eso como “Información que Pedro no necesita saber” — ¿Esto es realmente necesario? —señalo bajando la mirada hacia nuestras manos unidas.
—¿Ya que pareces ajena a que el tráfico se aproxima? Sí. Sí, lo es.
Arreglo mi boca en una sonrisa educada para evitar golpearlo. Subestimé la distancia de un auto en ese último cruce, y de repente él piensa que necesito un casco. Ruedo los ojos hacia Pedro, pero mantengo mi mano junto con la suya.
Una vez dentro de la habitación de Pedro, pone un poco de música en su portátil y se deja caer a mi lado, haciendo que el colchón se hunda.
La música es suave de fondo, pero conmovedora y profunda. Me gusta. — ¿Qué es esto? ¿Una lista de reproducción para estudiar?
Sacude la cabeza. —¿Una lista de reproducción? Nah. Son los Black Keys. Compro álbum enteros, no canciones individuales. No le tengo miedo al compromiso, cariño.
Sonrío a su extraña insinuación. —Es bueno saberlo.
Organizamos varios libros e implementos de estudio sobre la cama, tumbados uno al lado del otro sobre nuestro estómago. Estudiar con Pedro no tiene sentido. No me puedo concentrar con él tan cerca, pero es más divertido que estudiar sola en mi habitación.
Después de unos minutos, levanto la mirada para encontrar a Pedro observándome. Ha abandonado su tarea de psicología y está mirando mientras mordisqueo la punta de mi pluma, tratando de descifrar mi tarea de sociología.
Saco la pluma de mi boca. —Hola.
—Hola. —Su voz sale demasiado alta, se aclara la garganta y lo intenta de nuevo—. Hola. —Más profunda esta vez.
Dios, se podría cortar nuestra tensión sexual con un cuchillo.
—Ya vuelvo. —Me levanto de su cama, necesitando un momento para reunir mis pensamientos—. ¿Hay un baño que pueda usar?
—Hay uno justo al final de la escalera, segunda puerta a la izquierda.
—Bien. —Empiezo a ir hacia la puerta, pero Pedro me detiene.
—De hecho, déjame acompañarte y ver que este todo bien. Probablemente necesite una limpieza.
—Oh, está bien. —Quería decirle que estaría bien y que no necesitaba un chaperón, pero sabiendo cuan realmente asquerosa es esta casa, probablemente tenga razón. Una docena de chicos compartiendo un baño… Ugh… tiemblo de sólo pensarlo.
Pedro me ordena que espere en la sala mientras limpia. Oigo las botellas de productos de limpieza rociando y los sonidos de Pedro apresuradamente empujando las cosas en los cajones. Su amigo Hernan camina justo a tiempo para ser golpeado en la cara con una camiseta que Pedro lanza desde el baño. —Saca tu basura de aquí,hombre.
Hernan atrapa la camiseta y frunce el ceño. —¿Qué diablos estás haciendo? — pregunta él, como si ver que alguien limpia es la cosa más extraña que haya presenciado.Diablos, quizás lo sea por el estado de la casa—. La señora de la limpieza viene mañana —agrega Hernan.
—Lo sé —responde Pedro—. Pero Paula necesita usar el baño.
Hernan se ríe de sí mismo. —No creí que fuese posible ser un cobarde azotado cuando ni siquiera estás consiguiendo un coño, pero acabas de probarme que me equivoqué.
Mi mejillas arden rosadas y bajo la mirada a mis zapatos, por suerte Pedro no oyó eso. Emerge unos momentos después.
—Bien, todo tuyo —dice.
Murmuro un “gracias” y vuelo hacia el interior del baño.
***
No estoy segura como comenzó, pero por las siguientes dos semanas, Pedro y yo estuvimos hablando por teléfono cada noche antes de irnos a dormir. No lo había visto fuera de nuestra clase de sexualidad humana y las salidas por un café rápido que tenemos después de clases, pero sé que me estoy acercando demasiado.
Pedro siguió emitiendo retos y yo aceptándolos descaradamente. Hasta ahora, han sido inocentes—coquetear con el chico en la tienda de café, dormir desnuda cuando admití que estar desnuda me hacía sentir incómoda, cosas como esas.
Pedro despierta sentimientos que no puedo procesar. Me da el valor y la fuerza que no he sentido en mucho tiempo. Es como si pudiera manejar lo que sea —tomar el mundo— o quizás sólo lidiar con las cosas en mi propio pequeño mundo, pero de cualquier forma, me gustaba.
Pero esta noche, mientras estoy recostada en mi cama toda acurrucada, escuchando la voz profunda de Pedro proveniente del teléfono, de repente me tenso.
Me pidió que hiciera algo que no sé si puedo hacer. Me desafió a contactar a la agencia de adopción para pedir mi archivo. Estoy en silencio mientras sopeso la decisión. Por un lado, es algo que he pensado hacer por los últimos años, y me gusta cómo mi conversación con Pedro va mas allá del nivel superficial de la basura que hablo con la mayoría de las personas. Pero no lo sé. Una vez que haya visto lo que hay en esos archivos, ya no puedo volver a lo desconocido.
Justo ahora puedo idealizar la idea de mi madre biológica —que podría ser una supermodelo, una senadora por lo que sé. Pero ¿qué si la verdad no es tan bonita? ¿Qué si es horrible y no quiere saber nada de mí? ¿Puedo vivir con eso?
—¿Pauly? ¿Sigues conmigo? —susurra Pedro.
Trago el nudo que se formó en mi garganta. —Estoy aquí. Sólo... pensando.
Suelta un suspiro y me espera. Un momento después, mi voz abandona mi cuerpo, independientemente de mi cabeza, despotricando, poco sólida, pero no puedo detenerla ahora.
—Qué tengo que hacer, rastrearla, aparecer de la nada y decir: “Hola diste un bebé en adopción hace diecinueve años ” eso suena aterradoramente loco ¿Qué si está loca y horrible? ¿Qué si no quiere saber nada de mí? Quizás estoy más segura sin saber. —Muerdo mi labio, esperando a que confirme que estoy tan loca como pienso.
Se ríe suavemente por el teléfono. —Relájate, cariño. Respira. —Tomo una respiración profunda, asegurándome que se oiga por teléfono para su beneficio, y Pedro continúa—: Creo que te arrepentiras si no lo haces Podría ir contigo… si quieres.
—¿Harías eso?
Está en silencio por un segundo. —Por supuesto que lo haría.
—¿Por qué lo harías? A penas me conoces.
—Entonces…
—Entonces… probablemente ella vive del otro lado del país por lo que sé.
—Tienes suerte de que me gustan los viajes por carretera. Además, si soy tu entrenador de vida, es mi responsabilidad ver que llegues a su puerta sana y salva. Es prácticamente parte de la descripción del trabajo.
No digo nada por varios minutos mientras el significado de sus palabras penetra. Trago una ola de emoción.Pedro ha sido poco menos que increíble, y sólo nos conocemos hace un par de semanas. Todavía encuentro un poco extraño que se haya designado como mi entrenador de vida, pero también es totalmente adorable.
Su gesto es demasiado, y es en estos momentos con él que siento que puedo volver a estar completa.
Puedo escucharlo respirar, así que sé que todavía está allí.
—Y si ella es horrible, te llevaré por un helado, te abrazaré, te dejaré llorar sobre mi hombro, lo que sea que necesites, cariño.
Santa. Mierda.
—Déjame consultarlo con la almohada —susurro.
—No quiero presionarte a hacer algo que no quieras. Solo pensé que quizás necesitabas un pequeño empujón. Y estaré allí contigo. Te ayudaré aunque no quieras que lo haga.
Nunca nadie me animó realmente a explorar mi adopción de esta forma.
Hasta mi mejor amiga en la secundaria, antes de saltar a la tendencia popular de Paula-es-una-puta-asquerosa, pensó que era una mala idea. Mis papás son increíbles, argumentó ella. Tenía los papás más geniales que cualquiera. Mi madre biológica no me quería, entonces ¿por qué debería gastar mi tiempo preocupándome por ella? Sin embargo, no había ni un sólo recuerdo de mi infancia que no estuviera estropeado por el sentimiento de que mi mamá no estaba.
Siempre pensé en ella durante los eventos más importantes de mi vida, cumpleaños, vacaciones, graduación, baile de graduación, y, por supuesto, la nada silenciosa del Día de las Madres. También pensaba en ella durante los momentos insignificantes, como estudiarme en el espejo y preguntarme cuales de mis rasgos heredé de ella —y en menor medida, de mi padre biológico. Desde que tenía el amor de dos papas, él no era al que extrañaba, a pesar de no haberlo conocido. Ese dolor estaba reservado sólo para ella.
Me preguntaba si su nariz era pequeña, respingona y salpicada de pecas como la mía. O si obtuve mis ojos verdes y mi cabello rojo de ella. ¿Sabía cómo peinar este cabello rizado? Mis papás nunca habían tenido idea, aunque me habían arrastrado a varios estilistas, tratando de ayudar.
Me preguntaba por mis primeras seis semana de vida. ¿Era una bebé mala? ¿Exactamente por qué escogió lo que escogió? ¿Fue una decisión desgarradoramente dura, causada por el dolor, o fue que simplemente sabía que era lo que tenía que hacer, y lo hizo, sin emoción? Mis papás dicen que era una bebé perfecta, que raramente lloraba o me quejaba, pero igual, me pregunto sobre mi vida antes de que ellos me tuvieran.
—Está bien —digo suavemente, sorprendiéndome a mí misma—, lo haré.
—¿Sí? —Está sonriendo.
—Sí Pediré los archivos En cuanto a realmente buscarla… quizas…
—Oye, es un comienzo. ¿Qué necesitas que haga? —Oí los resortes su cama crujir, como si estuviera listo para entrar en acción si fuera necesario. Ese pensamiento me hizo sonreír.
Me toma un segundo responder —la imagen de Pedro en la cama es un tanto recreativa. Imagino su forma larga estirada contra el colchón, y mi cuerpo se calienta mientras el deseo, espontáneamente y sin ser invitado, crea piscinas entre las piernas.
—Nada —digo finalmente—. Todo lo que tengo que hacer es enviar un correo electrónico a la agencia y enviar por fax una hoja con mi firma. Ya lo había buscado en su sitio web el año anterior.
—Estoy orgulloso de ti, Pajarito.
—Gracias. —También estoy orgullosa de mí—. Buenas noches, Pedro.
—Buenas noches, muñeca.
Me quedo dormida con una sonrisa en mis labios, con alegría en mi corazón y preguntas en mi cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario