Paula
Pedro me está ayudando a liberarme de mi caparazón de una manera que no creí que fuera posible. Tengo que darle las gracias por lo de anoche. Después de que su pequeño atrevimiento me diera el empujón que necesitaba, hablé con Mariano durante más de una hora en la pequeña fiesta.
Y ya que Pedro estaba bastante borracho, Mariano me llevó a casa. Tuve que darme una pequeña charla,convenciéndome de que Mariano era una opción más segura. Que a pesar de mis sentimientos crecientes hacia Pedro, su reputación y lo que todavía sucedía entre él y Veronica significaba que tengo que abrir mis alas un poco.
Pedro y yo sólo somos amigos y eso es lo mejor.
Intercambié teléfonos con Mariano y podríamos estar saliendo el próximo fin de semana. Vamos a ver si me llama.
Me visto casual en pantalones de yoga y una camiseta de manga larga,coloco mi cabello en una cola de caballo y parto en busca de café. Tomo una taza extra para Pedro, que sin duda tiene resaca esta mañana, y comienzo el paseo de veinte minutos a su casa, justo al lado del campus. Me tomo mi café, dejando que la luz del sol caliente mi piel. Las hojas están cambiando, estallando en bonitos tonos naranjas y dorados. Me llama la atención la idea de que las hojas van evolucionando al igual que yo.
Sueño despierta mientras camino, imaginando que podría ser posible que ya hubiera avanzado de una vez por todas, cuando las imágenes de aquella noche se deslizan en mi psique. Yo, posando en topless para la cámara, con una sonrisa boca abierta muy seductora, mis manos y mi boca en una cierta parte de la anatomía de Mauricio, haciendo muy obvio quien era yo y no tan obvio quien era él. Empezó como algo inocente, y yo confiaba en Mauricio.
Completamente. Lo que era tonto. Más que tonto. Tenía cierta reputación cuando lo conocí, pero creía que él había cambiado.
Es exactamente por eso que tengo que tener cuidado con Pedro. Tengo que mantenerlo en la zona de amigos. Su fe en mí lo es todo, pero algo más sería demasiado peligroso. Es una pena que las señales de advertencia huyan de mi mente en cuanto lo veo.
Después de llamar a la puerta por varios minutos, decido probar el pomo de la puerta, y me doy cuenta que no está cerrada, así que me permito entrar. Es probablemente un poco atrevido el sorprender a Pedro así. Sé que es posible que todavía esté durmiendo, pero estoy segura de que estará feliz de verme, así que saco cualquier pensamiento de mi mente y subo las escaleras a su habitación en el ático.
Llamo a la puerta de su habitación y espero. Nada. No hay sonidos desde el interior. Sonrío al pensar en él acurrucado en su gran cama. No sé si debo irme o qué. Toco de nuevo.
—¿Pedro?
Lo escucho maldecir y luego sus pasos pesados atravesando la habitación.
La puerta se abre unos pocos centímetros y Pedro me da un vistazo con los ojos soñolientos. Su cabello está desordenado, y su ropa arrugada, como si hubiera dormido con ella. —¿Paula?
—Buenos días, Rayito de Sol. Traje café. ¿Puedo pasar?
Su mirada confusa rebota de la taza de café que estoy reteniendo a la mía.
La mirada en sus ojos es puro pánico. Algo está muy mal y mis entrañas hormiguean con la anticipación de las malas noticias. Pedro no hace ningún movimiento para abrir más la puerta.
—¿Pedro? —pregunto después de un momento.
Pasa una mano por su pelo rebelde. —Escucha, Pajarito... no vas estar contenta, pero te juro que no pasó nada.
Paso junto a él, hecha una furia a su habitación y veo a Veronica tendida en el pequeño sofá bajo la ventana. Se acaba de despertar, y está vestida sólo con una de las camisetas de Pedro.Me tiemblan las manos. Dejo el café sobre la cómoda, para no tirarle las dos tazas a él. No es mi novio. No estamos saliendo, pero eso no significa que esté menos molesta de que Veronica y él... hicieran lo que hayan hecho anoche. Pero si fui yo la que se fue con Mariano anoche, ¿qué esperaba?
Pedro se para delante de mí, con los ojos mirando abajo, a sus pies.
Veronica se levanta y se estira, la camiseta se levanta y muestra sus bragas de encaje de color rosa en su movimiento.
—Veronica, es hora de que te vayas —dice Jase con voz tensa.
Ella se pone sus vaqueros y arroja su cabello largo y rubio por encima del hombro. —Relájate, cariño, tengo que orinar y luego me iré. —Cruza la habitación y se dirige a la sala.
Una vez que se ha ido, Pedro toma mis manos entre las suyas. —Juro por Dios que no pasó nada. Anoche se emborrachó demasiado para conducir a casa y dejé que pasara la noche en el sofá. No la toqué. Te lo prometo.
Él sigue con la misma ropa de anoche —incluyendo su cinturón. Si algo pasó entre ellos, ¿por qué se habría vestido con toda la ropa de nuevo antes de ir a la cama? No sé si debo confiar en él, pero quiero. Sigue sosteniendo mis manos en las suyas. —Está bien, Pedro. Eres libre de hacer lo que sea... a quien quieras.
—Está bien, lo sé. Sólo... quiero que sepas que las cosas se terminaron entre ella y yo, y a pesar de lo que esto parece. No estoy con nadie en este momento.
—Está bien —le digo. No sé si estar enojada con él, conmigo, o Veronica. Hay tantas emociones corriendo a través de mí —ira, dolor, vergüenza— que no sé qué pensar. A pesar de mi supuesta precaución de no involucrarme con Pedro, de repente me doy cuenta de que he construido nuestro vínculo en mi cabeza a partir de algo que no es.
Pedro empuja sus dedos por su pelo grueso de nuevo, maldiciéndose por lo bajo. —Ella tomó un montón de tragos y me rogó que la dejara quedarse. Todo lo que hice fue darle una manta y dejarla aquí. Estaba inconsciente cuando llegué a la cama un par de horas más tarde.
Mis manos todavía están temblando. Esa noticia evoca la imagen de una Veronica ebria, colgando de él, rogándole que la llevara a la cama. No creo por un segundo que ella accidentalmente haya bebido tanto y necesitara quedarse.
Es demasiado calculadora para hacer eso. El impulso de golpear algo está apenas contenido. —Sabes que lo hace a propósito, ¿no? —le pregunto.
Se encoge de hombros. —Probablemente. Le gusta complicarme las cosas.
Decido entonces que no voy a dejar que Veronica me provoque. Voy a estar en mi sitio. Si Pedro me quiere aquí, me voy a quedar.
Pedro recoge el café de la cómoda. —¿Me trajiste café?
Asiento.
Me da un abrazo. —Gracias, Pajarito.
Me tenso en sus brazos. Un paso adelante, dos pasos atrás.
Veronica elige ese momento para honrarnos con su presencia. Pedro pone los ojos en blanco antes de volverse hacia mí. —Voy a tomar una ducha rápida. Espérame, ¿de acuerdo?
—Por supuesto.
Agarra una toalla y algo de ropa y nos deja a Veronica y a mí, solas en su habitación. Maldita sea, esto es incómodo.
Hace una escena de atarse los cordones de sus tacones de tiras y organizar los elementos en su bolso anaranjado odiosamente brillante. —Dios, ni siquiera recuerdo lo que pasó anoche. —Se ríe, inspeccionándose en el espejo compacto—.Pero creo que sucede cuando Pedro te provee tragos.
Me quedo callada, sabiendo que si abro la boca, no será algo propio de una dama. Pero requiere todo de mí, y me repito una mantra tranquila en mi cabeza. No te rebajes a su nivel. No te rebajes a su nivel.
Una vez que Veronica termina de empacar y está lista para salir, cruza la habitación y se detiene frente a mí.
—Sabes que él y yo somos vecinos en casa. Prácticamente crecimos juntos.Tenemos una historia que no se puede deshacer. —Me estudia en silencio por un momento, sin conseguir nada en respuesta. Se ríe para sí misma y sigue su camino.
¡Dios! Quiero golpear algo. Preferiblemente su cara. Mi sangre está hirviendo. Camino de un lado al otro en la habitación de Pedro, demasiado excitada para sentarme. Tal vez toda esa cafeína fue una mala idea. Cuando paso junto a su cama sin hacer, no puedo evitar detenerme y mirar a la pequeña papelera de mimbre situada al lado de la mesita de noche. Si anoche tuvieron sexo, la papelera debería tener un preservativo. Camino más cerca, mi corazón late con fuerza y miro hacia abajo en la papelera.
Una botella de agua vacía, un recibo arrugado de la estación de gas por un tanque y un silbato de juguete.
No hay envoltura del condón.
Una exhalación escapa de mis pulmones, y me hundo en su cama. Es en este momento que me doy cuenta de que me gusta la forma de ser de Pedro mucho más de lo que tengo derecho a hacerlo. Estoy a punto de perder la cabeza.
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