lunes, 16 de junio de 2014

CAPITULO 2



Pedro

 
La rubia roza con sus uñas mi pecho y baja hasta que su rostro está al nivel de mi ingle. Se muerde el labio inferior y me pestañea seductoramente. Lástima que esto no está haciendo ni mierda por mí. Intento una sonrisa, pero mi rostro se siente apretado y poco natural. Agarro sus brazos y la levanto, inclinándome para susurrar cerca de su oído—: Lo siento, nena. Esta noche no. —La decepción cruza su rostro, pero asiente y se aleja. 


Hace un año esta habría sido mi forma favorita de pasar la noche de un sábado. ¿Chicas? Listo. ¿Bebidas? Listo. ¿Fiestas acaloradas con amigos? Doblemente listo. Ya no tanto. No extraño beber demasiado y despertar junto a alguien a quien no puedo recordar.


¿Pero la principal razón por lo que esto no me atrae? Estaba borracho la noche en que recibí la llamada de mi padre el semestre pasado. Tuve que esperar hasta la mañana siguiente antes de intentar el viaje en auto de tres hora a casa para ver a mi mamá, toda pálida y gris en esa cama de hospital. Después de pasar una noche torturado, destrozado sin ninguna forma de arreglarlo, beber se vuelve una
prioridad menos importante.



Mi mejor amigo Hernan se acerca. —Maldición hombre, ni siquiera tienes que intentarlo. Es como si accionaras algún radar que las atrae. Ven. A. Follarme —dice con una voz robótica.


Empujo su hombro. —Cállate, ya sabes que no es mi culpa.
 
—No, la genética superior nacida en ti por el Congresista y la MILF  aseguraron que tuvieras culos fácilmente y con frecuencia. —Niega con la cabeza—Maldito bastardo con suerte.


Me río entre dientes, ignorando su comentario. La verdad es que no pedí la atención, y rara vez duermo por ahí. Pero había ganado mi reputación durante el primer y segundo año acostándome con casi cada chica a la vista. Y ahora no hago mucho por disipar los rumores. Es bueno, sin embargo, no estar en guerra con un tipo u otro en la casa cuya novia o hermana se acostó conmigo. Realmente estoy disfrutando el indulto. 

Levanto la mirada y veo a una chica bonita con cabello oscuro en la esquina. 

No está vestida como las otras chicas aquí —sus tetas y su culo no están a la vista—y extrañamente eso la hace aún más atractiva. Sus ojos se abren y fuerza una sonrisa. Es obvio que este no es su lugar.


Me consuela saber que no soy el único fingiendo esta noche. 


Ella no es el tipo de chica con la que el viejo yo se habría molestado. Lo que significa que sus bragas no están listas para caer de rodillas a mi disposición. Pero de alguna manera, eso sólo me hace interesarme más. Tira del borde de su camisa de color rosa, viéndose lista para huir.


—Sólo quería advertirte… Vero esta aquí y te buscaba antes —dice Hernan.


Maldita mierda. —Justo con lo que quería lidiar esta noche. Veronica ebria— Veronica sentimental, Veronica llorona, Veronica excitada, tú eliges. Normalmente es al menos una, si no todas las anteriores. 

—¿Ustedes terminaron de nuevo? 

—Del todo esta vez.


Levanta su vaso en un saludo burlón. —Sé fuerte, hombre. 

Eso planeo. Hemos terminado y vuelto tantas veces, no sé qué pasa con esa chica. Salimos por un año. ¿Por qué? No podría decirte. Nunca me ha gustado su personalidad, pero me gustaba su cuerpo. Aún me gusta, si soy honesto. Y ella siempre compartía eso conmigo libremente. Pero salir, escucharla hablar sobre mierda intrascendente… gah incluso el sonido de su voz desgasta mis nervios. 

 
Echo un vistazo a la habitación, buscando a la chica bonita con cabello oscuro de nuevo. Sin encontrarla, me apoyo contra la pared para poder ver en la cocina. La gente llena mucho cada centímetro cuadrado de la cocina, sala y comedor —las únicas habitaciones que mantenemos abiertas durante las fiestas. Y la fila para el baño es muy larga, así que no podría haber ido allí. Considerando que sus amigos siguen bailando en el centro de la sala de estar,derramando  cerveza sobre nuestra ya asquerosa alfombra, sé que no está lejos. Esa chica se ve demasiado inocente como para andar vagando alrededor de una casa de fraternidad sola. 


Maldición. Le doy a Hernan mi cerveza y voy a buscarla.

Salgo a la terraza de atrás, y está tan oscuro que al principio no puedo verla.


La luna es sólo una pequeña porción y ella está de espaldas a mí, sentada en el último escalón. Cascadas de cabello castaño rojizo sobre sus hombros, cayendo casi hasta su cintura y mezclándose con el cielo oscuro. Su espalda se pone rígida con el sonido de la música inundando la noche pacífica. Cierro la puerta corrediza de cristal detrás de mí, apagando el ruido pero no bloqueándolo por completo.


La canción del cantante T.I. sonando adentro está a punto de darle lo que sea que ella quisiera. Un testamento que actualmente comparto, viendo a esta bonita cosita frente a mí.

  
Se da la vuelta y capta mi mirada. Su expresión no es la reacción que estoy esperando  Parece ligeramente molesta… molesta por mi presencia  No es el efecto normal que tengo en las mujeres. 

—No deberías estar aquí afuera sola. —Doy un paso más cerca. 

—¿Por qué, estás planeando hacer algo? Porque puedo gritar realmente fuerte.


El viejo yo habría hecho algún comentario sobre tener su sexy culo en mi cama para ver exactamente qué tan fuerte podría hacerla gritar, pero de alguna manera sé que no está esperando a que yo sea ese chico. Es refrescante. Me muevo más cerca de ella en el fresco aire nocturno, aliviado de que no tengo que aplicar el acto de chico suave.


—¿Puedo sentarme? —le pregunto. 

Me mira cuidadosamente y lentamente. Por un segundo me pregunto si me va a decir que no. No puedo recordar la última vez que una chica me dijo que no.


Se muerde el labio, tratando de leerme, luego junta las manos sobre su regazo. —Puedes quedarte, si te portas bien. 

Me río entre dientes suavemente. ¿Qué esperaba que hiciera? Tiene problemas de confianza o se enteró de mi reputación. —¿Tienes gas pimienta? ¿Tal vez un silbato de violación escondido debajo de tu camisa?


Sus ojos se entrecierran ligeramente. —Ja, ja, —dice secamente. 

Me siento en el escalón a su lado y de pronto me pregunto qué demonios estoy haciendo aquí con ella. Estoy seguro como la mierda que esta chica es demasiado dulce para meterme con ella. Pero sé que eso no es lo que quiero esta noche. Si lo fuera, estaría en mi habitación con la rubia de antes, y tal vez con su amiga morena también.


—Soy Pedro—Extiendo mi mano hacia ella. 

La mira, pero no hace movimiento para darme la suya. 

—Te llamaré Pajarito si no me dices tu nombre. 

Sus ojos siguen ardiendo en los míos mientras endereza sus hombros. —Si estás tratando de ligarme, ahorremos el tiempo. Mi respuesta es no. 

Mis hombros vibran con una suave risa. —Eres muy segura de ti misma,¿no, Pajarito? No iba a pedirte que salieras conmigo, pero tu pequeño discurso fue lindo.  


Fija su boca en una línea apretada. —Mi nombre es Paula. 

Su maquillaje es natural, sutil en comparación con el alto brillo de los labios de la rubia de antes. Es bonita pero no recargada. 

—No te había visto aquí antes. 

—Eso es porque no suelo venir a estas cosas.


Levanta su vaso con cerveza, pero no bebe. Es como si necesitara hacer algo con sus manos. Conozco el sentimiento. Me siento extrañamente torpe e inseguro cerca de ella —no es algo a lo que estoy acostumbrado.


No necesito preguntar por qué no asiste a fiestas de fraternidad. Es obvio que este no es su lugar. —¿Necesitas otra bebida?


Niega con la cabeza. —¿A quién estoy engañando? No voy a beber esto. —Vuelca el contenido del vaso en el césped antes de colocar el vaso vacío a su lado.


—¿No eres fanática de la cerveza? Creo que podría conseguirte algo más si quieres…


—No soy fanática de la bebida, en realidad. —Su voz es suave, como si hubiera un recuerdo lejano llamando su atención.


Ahora que me he vuelto para mirarla de frente, no puedo apartar la mirada.


Sus ojos son de un tono verde fascinante y su cabello se ve ligeramente rojo cuando capta la luz. Tiene rasgos suaves y delicados, pómulos altos, boca carnosa y bonitos ojos separados. Es encantadora. 

Arrastro una mano por mi cabello y me volteo porque parece que no puedo dejar malditamente de mirarla. Deja de ser raro, Pedro. En su lugar, miro hacia el patio trasero —basurero lleno de vasos de plástico rojos, botellas de cerveza y colillas de cigarrillos.


—¿Por qué no?  


—Te hace hacer cosas estúpidas —dice Paula después de varios minutos. 

Simplemente asiento. No tiene idea de qué tan cerca de casa golpea esa declaración. ¿Hizo ella cosas estúpidas en su pasado, o se basa en las acciones de la gente de adentro? 

—¿Por qué estás aquí? —pregunta. 

—Necesitaba algo de aire. ¿Qué hay de ti? 

—Lo mismo, supongo. —Intenta una sonrisa, pero puedo decir que está tan fuera de práctica como yo.


Hay algo triste en sus ojos, y me hace querer patear el culo de quien fuera que puso esa mirada allí. ¿Fue algún borracho idiota que la hirió? Tal vez es por eso que no le gusta el alcohol.



—Tomé el semestre pasado libre —digo, tratando de mantener la conversación—. E incluso aunque vivo en la casa de la fraternidad, supongo que no estoy listo para el inicio de una fiesta de semestre nuevo.


Me mira. —¿Eres un Delta Sig?


Asiento, agradecido de que no me pregunta por qué no tomé el semestre pasado.


Mira hacia atrás, hacia el patio y lanza un suspiro profundo.

Esta chica es diferente, y estoy completamente fuera de mi juego. Pero creo que me gusta. Se niega a babear por mí, y la respeto por eso. Odio cuando las chicas que no saben nada sobre mi actúan como si fuéramos malditas almas gemelas. Es tan repugnante. Pero Paula parece diferente. Quiero conocerla.

1 comentario: