viernes, 27 de junio de 2014

CAPITULO 27



Pedro  


Ofrezco a Paula una de mis camisetas, y silenciosamente se la desliza por la cabeza, luego se acurruca contra mi almohada en un acuerdo tácito de que se va a quedar toda la noche. Verla acostada en mi cama, envuelta en mi camisa es la mejor vista que he tenido jamás. Saber que va a dormir en mis brazos esta noche,que está compartiendo partes de sí misma conmigo a pesar de sus temores, hace cosas emocionantes a mis instintos protectores. Aun así me gustaría saber lo que pasaba dentro de esa bonita cabeza, pero sé que llegaremos allí. Esta noche fue un gran paso adelante. Y no voy a olvidar pronto como sabe, el sonido sensual de sus jadeos roncos diciendo mi nombre. Joder, eso fue caliente.  


Apago la luz y me uno a ella en la cama, haciendo cuchara contra su espalda para así poder sostenerla en mis brazos. 


Su cabello huele a fresas y me inclino para besar su nuca. 


—Sólo descansa. Todo va a estar bien —murmuro contra su piel.  


Deja escapar un suspiro y se relaja en mi contra. 


No sé que la hizo reaccionar así esta noche, pero estoy feliz de que vino a mí para consolarla. Nunca olvidaré la sensación de pánico cuando escuché el silbato interrumpir la fiesta. Ni siquiera noté que lo llevaba con ella, se lo había dado como una especie de broma. Pero a una parte de mí le encantaba saber que lo mantuvo, y lo usó para llamarme cuando me necesitaba.  

Por la mañana, dormimos hasta tarde, y tomamos café y panecillos en el campus antes de llevarla a su dormitorio. No me importaría pasar el día con ella simplemente descansando en mi cama, pero dice que tiene tarea, así que a regañadientes la dejo ir.  

En la acera frente a su edificio, la abrazo fuertemente contra mi pecho y la beso.  


—Gracias por todo lo de anoche —dice, parpadeando hacia mí.

—En cualquier momento. —La beso una vez más y la dejo ir—. Ahora será mejor que vayas a escribir esa asignación sobre los orgasmos... —Sonrío.  

Da un paso y tropieza en la acera, pero la atrapo por el codo antes de que empiece a caer. El calor se arrastra en sus mejillas y me lanza una mirada. 

 
—Llámame más tarde, cariño.


Asiente una vez, luego huye hacia su dormitorio.

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