martes, 1 de julio de 2014

CAPITULO 35




Pedro 


Aparto el teléfono de mi oreja ante la estridente carcajada. Es genial escuchar a mi mamá tan alegre, pero nadie necesita tal cantidad de información sobre la última novela con la que su club de lectura está, mucho menos su hijo.
Pff… 


Mi papá ha regresado de China e incluso nos arreglamos para intercambiar unas cuantas palabras amigables por teléfono antes de que se lo pase a mamá. Para mi sorpresa, él me agradeció por venir a comprobarla mientras estuvo fuera. No pensé que lo notaría o que le importaría, así que es bueno saber que lo hizo. 


—¿Cómo está Paula? —pregunta mamá a continuación—. Le conté a tu papá cuán linda y dulce es.


Mierda. Sólo escuchar su nombre es como una patada en mi estómago.


Intento decidir qué decirle ahora. —Ah… Ella y yo ya no estamos saliendo.


—Pedro Alfonso. ¿Qué hiciste para arruinar las cosas?


—Lindo, mamá. Gracias por asumir automáticamente que fui yo.


Está callada por un segundo, pero puedo decir que no lo va a dejar ir, al mismo tiempo que yo estoy esperando silenciosamente que lo haga. —Esa chica era tan dulce como un pastel, Pedro, y podría decirte cómo se sentían ustedes dos por el otro. ¿Qué ocurrió?


Respiro profundamente, intentando calmar mi alboroto de nervios. — Simplemente digamos que ella escondía grandes esqueletos en su armario y no era quién yo pensé. —Suena como una excusa de mierda cuando lo digo en voz alta.


No sé si me siento herido porque Paula no confió en mí después de que he sido tan honesto con ella, o si sólo estoy lastimado porque no fui el primero en estar a su lado.


Pedro, todos tenemos cosas en nuestro pasado que desearíamos poder retirar. Tú, yo, y sé que tu papá se arrepiente sobre cómo manejó las cosas contigo. Pero nosotros no nos limitamos a sacar a la gente de nuestras vidas cuando cometen errores. Cada día le agradezco a Dios que me perdonaste. Y el cielo sabe, que a lo largo de los años, tú también habrás cometido tu cuota de errores.


Jodida mierda. No puedo discutir. —Supongo que fue más el cómo lo descubrí. Desearía que Paula hubiera confiado en mí lo suficientemente para contarme ella misma la historia.


—Sí, lo entiendo. ¿Pero le preguntaste por qué no vino a ti? ¿Le diste la oportunidad de explicarse? Tal vez iba a contarte, o quizá tenía una buena razón del por qué pensó que no podía.


Maldición. Odio cuando mi mamá tiene razón.


Su voz se suaviza. —Sólo ten una conversación más con ella, Pedro. Ese es uno de mis más grandes arrepentimientos, me hubiera gustado hablar más abiertamente las cosas con tu padre. Simplemente no quiero que tengas ningún pesar.


—Te amo, mamá. —Ahora cuelga.


—Te amo más, Pepe. Así que, ¿vas a hablar con ella?


—Veremos. —Después de cómo la traté, no sé si Paula querrá seguir hablándome. Y luego está la cuestión de admitir que la jodí más aquella noche en que dejé que Veronica se quede en mi cama. Dudo que esté feliz por eso. 

—Está bien, adiós cariño —dice mamá. 

Cuelgo y miro el teléfono en mis manos. Sería tan simple llamarla. ¿Sin embargo, qué diría? Me he mantenido en contacto con su amiga, Catalina, así que puedo vigilar de cerca como está Paula. Sólo porque ella no es mía, no quiere decir que no me preocupe. Sé que el consejo de mamá rondará por mi cabeza hasta que hable con Paula una última vez.

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