Pedro
Cuando sus lágrimas finalmente se detienen, pequeños hipidos inestables continúan rasgando su pecho durante varios minutos más. Paula finalmente levanta la cabeza de mi hombro y parpadea hacía mí, limpiándose los restos de su maquillaje.
—Lo siento —grazna, su voz ronca de tanto llorar.
—No. No lo hagas. Me alegro de que lo hayas dejado salir, y me alegro de haber podido estar aquí para ti.
Asiente. —Gracias, Pedro.
—En cualquier momento, Pajarito.
La confusión cruza su rostro al escuchar el apodo que no he usado en mucho tiempo. Se está preguntando lo mismo que yo. Sobre nosotros. Acerca de dónde estamos ahora.
Se sienta en la cama, completamente desenredada de mí.
La pérdida del calor de su cuerpo junto al mío no es bienvenida, pero resisto el impulso de jalarla de nuevo hacia mí.
—Voy a darme una ducha —dice.
Su rostro está rojo, su pecho manchado y su pelo es un lío enredado y enmarañado, los mechones que enmarcan su rostro un poco humedecidos por sus lágrimas. —Sí, está bien. —El agua caliente la calmará un poco, espero—. Voy a salir a comprar la cena. Podemos comer aquí en la cama si estás bien con eso, y ver TV.
Se baja de la cama. —Sí, quedarnos tranquilos suena genial.
No me imagino que ella estuviera de ánimos para ir a ninguna parte. Tomo las llaves de la mesa de al lado y veo a Paula desaparecer en el baño, cerrando la puerta a su espalda. Cuando oigo el agua correr, tengo que luchar contra el impulso de ir tras ella.
Vuelvo un poco más tarde con bolsas de comida china para llevar. Vestida con una camiseta blanca y unos pantalones de algodón rosas,Paula se sienta con las piernas cruzadas sobre la cama.
—Hola —dice.
Su sonrisa está de vuelta, así que sólo puedo asumir que la ducha ayudó. Su cabello todavía está húmedo, pero prolijamente peinado y asegurado en un trenza sobre su hombro. La hace parecer más joven. Hermosa.
Repentinamente, la comida es la última cosa en mi mente.
—¿Qué nos has traído? Huele bien.
Dejo la bolsa en la mesa de al lado y empiezo a descargar las cajas de cartón.
—Comida china. Espero que esté bien.
—Sí, es perfecto.
Comemos fideos condimentados, rollitos de primavera y pollo con almendras mientras vemos una comedia sin sentido por cable. Para cuando estamos llenos, Paula se está riendo abiertamente con la película. Tiro las sobras en mi habitación de al lado y cierro la puerta. Tengo la esperanza de que vayamos a compartir la cama esta noche. Incluso si nada más sucede, sólo quiero estar cerca de ella.
Y me imagino que no querremos respirar el olor de la comida china pasada toda la noche.
Paula ha apilado todas las almohadas de su cama y la mía contra el cabecero y está descansando contra ellas cuando vuelvo de cepillarme los dientes.
—Pareces bastante cómoda ahí.
Cruza las piernas por los tobillos y sonríe, como una princesa encaramada en su trono. Ahora que hemos terminado de comer, el ambiente está muy tranquilo, demasiado lleno de ella. De repente no sé qué hacer conmigo mismo.
Paula me sigue mirando con sus grandes ojos verdes.
Dudo a los pies de la cama, y froto la parte posterior de mi cuello, a la espera de que me dé alguna indicación de que quiere que me quede. Aunque ha requisado todas mis almohadas así que…
—Estás manteniendo a mis almohadas como rehenes… significa eso que quieres que me quede
—Tal vez sólo me gustan las almohadas… —Se remueve contra la montaña detrás de ella, acomodándose—. Estoy bromeando. Por supuesto que te vas a quedar. —Acaricia la cama junto a ella—. Que estés aquí significa mucho.
Me gustaría mucho saber qué está pensando. Cruzo la habitación para sentarme a su lado en la cama.
—¿Te sientes mejor? —le pregunto, aunque veo que sí.
El brillo en sus mejillas está de vuelta, sus ojos están resplandecientes y felices. Lo que sea en lo que ella ha estado trabajando en el último par de horas, sólo puedo esperar que mi presencia haya ayudado. La sensación es adictiva.
Simplemente me gusta estar cerca de ella, y no voy a ir a ninguna parte mientras me quiera aquí.
Paula se escabulle, haciéndome un hueco en la cama, y se acerca para hundirse contra las almohadas. Estamos medio sentados, medio tumbados lado a lado.
— Deberíamos hablar de mis… indiscreciones del pasado —pregunta,mirando el techo.
Odio la forma en que tiene que vivir con tanto sobre sus hombros. Pero tiene razón. Necesitamos hablar sobre eso.
Me pregunto si ella va a empezar, porque no tengo ni idea de qué decir. Se agarra las manos, pareciendo nerviosa.
Tomo una profunda respiración y empiezo.
—Escucha, Paula, puedo superar las fotos. Todos cometemos errores estúpidos. Pero no me gusta sentirme engañado. —No dice nada, sólo sigue mirando directamente al techo, su expresión neutral—. Lo que más me retiene es que no eres quién yo creía. No puedo evitar tener la sensación de que me has engañado. ¿Conozco siquiera a la verdadera Paula? ¿Fue todo una tapadera cuidadosamente construida, o vi a la verdadera tú?
Sus hombros se enderezan y parece cobrar algo de fuerza interior.
—Viste mi verdadero yo. Mi yo desastroso, asustado, intentando encontrar una forma de dejar atrás el pasado.
—Cuando te vi por primera vez, estabas huyendo y sólo quería ayudarte.
Verte agachada detras de ese basurero… mierda Paula —Tomo una respiración profunda, dejándola salir lentamente de mis pulmones.
—Está bien, Pedro. No tienes que explicarte. Necesitabas un pequeño proyecto para distraerte de los problemas con tu madre, bien. Misión cumplida. Pero, ¿sabes qué? No quiero ser el proyecto de alguien. No estoy rota. He terminado de esconderme de mi pasado. He cometido errores. No soy perfecta. Necesito a alguien que pueda tratar con eso.
—Nunca fuiste un proyecto, y ambos lo sabemos. No me involucré contigo por algún noble propósito. Amaba ver tus ojos iluminarse, viéndote venirte, hacerte sonrojar cuando hacía comentarios sucios. Convertí en mi misión verte sonreír.
—Bueno, oficialmente he terminado de esconderme. No me hace ningún bien, de todos modos. Y cuando salí con Mauricio, no era la misma chica que soy ahora. Fue mi primer amor; quería impresionarlo, para encajar y ser un poco imprudente… obviamente puedes ver lo bien que funcionó eso para mí Fue un estúpido error que no puedo deshacer, Pedro.
—Que le jodan a tu pasado. No nos posee. No puedo pensar con claridad sin ti. Te echo de menos. Quiero recuperarte, nena.
Me siento mal por todo lo que ella ha tenido que soportar. Lo lamento por su jodido estúpido ex. Lamento que ella haya tomado esas fotos. Pero puedo apartar todo eso a un lado. Quiero a esta chica. La quiero para mí. Fin de la historia. El mundo puede irse a la mierda, para lo que me importa. Ella es mía.
—Pajarito, voy a besarte ahora.
La tensión de mis hombros disminuye por primera vez en semanas. Me inclino y la beso, suave y tiernamente, mis labios rozando los de ella. Le pellizco el labio inferior, atrayéndolo hacia mi boca, y deja escapar una suave exhalación ante el repentino contacto Estoy desgarrado… la deseo la he querido durante tanto tiempo, y ahora es mía y estamos solos juntos en un hotel, pero no quiero presionarla.
Paula, al no haber conseguido la información sobre mi decisión de tomar las cosas con calma, empuja sus manos bajo mi camisa y las frota por mi pecho y estómago. Incluso el más suave de sus toques es increíble. Encontrando su coraje, se sube a mi regazo y se monta a horcajadas sobre mí. Agarro su cintura y sigo besándola, sin querer apresurar las cosas, pero tampoco dispuesto a renunciar a este momento. Sus manos se detienen en la cintura de mis pantalones, y con manos temblorosas, empieza a trabajar en el botón. Toma cada pizca de autocontrol que poseo encontrar sus manos y detenerla.
—Paula —respiro contra su boca y se aparta sólo un poco, sus ojos buscando los míos. Odio que justo cuando se encuentra a sí misma y empieza el contacto físico entre nosotros, tengo que detenerla.
Presiono mis manos contra sus mejillas, dándole un firme beso en la frente y quitándola de mi regazo. Sus ojos traicionan su confusión y dolor.
—Tanto como quiero esto, quiero hacer las cosas bien contigo. Nunca te he llevado a una cita adecuada.
—¿Me estás rechazando? —Pone mala cara.
Me cuestiono por un breve momento. Sobre todo porque mis pantalones se han vuelto considerablemente estrechos. —Voy a poseerte, nena, y cuando lo haga, habrá merecido la pena esperar.
Se ríe en voz baja, un ligero rubor coloreando su pecho. —Esto es un cambio de roles. Yo estoy lista para tener sexo, y ahora tú no.
Gimo y ajusto mi erección. —Compórtate. —Pongo las almohadas en su lugar y la jalo hacia abajo, contra mí, de forma que estamos tumbados lado a lado, mirándonos el uno al otro. Ni siquiera quiero apagar la luz para dormir, así puedo simplemente observarla, pero sé que debo. Una vez que estamos a oscuras, su mano se desliza en la mía, y deja salir un suave suspiro.
El viaje en el que estamos juntos es rocoso, pero creo que nos ha llevado al lugar correcto. Paula es más fuerte, más segura, y yo no soy el tipo que era. El de las fiestas, el del sexo sin sentido. Quería más todo el tiempo y ahora lo he encontrado. Paula es mi más. Quiero ser mejor para ella, ser su todo. Una punzada de remordimiento me pellizca cuando me doy cuenta de que tendré que encontrar una forma de contarle a Paula que estuve con Veronica cuando ella y yo no nos estábamos viendo. Pero me preocuparé de eso más tarde, por ahora sólo la abrazo.
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