PEDRO
Paula es diferente a cualquier chica con la que he pasado el rato antes. Ella me mantiene en un estado constante de curiosidad y de leve excitación. Es una combinación interesante, tanto mi cerebro como mi pene están comprometidos, lo cual es algo nuevo para mí. Puedo ver fácilmente que esto se está volviendo adictivo. Quiero desafiarla a que me bese, pero sé que no lo hará. No puedo apresurarla. Tendremos que trabajar en eso. Pero sé que si me deja tocarla, podría poseerla. Cristo, es una idea tentadora. Nunca sentí ni una chispa posesiva con Veronica, pero algo en Paula me dan ganas de poseerla de una manera que nunca lo he hecho antes.
—Voy ir despacio la primera vez. —Hago una pausa, manteniendo mis ojos en los suyos para que el significado profundo se asiente. Se sonroja, en el momento justo—. Ven a mi fiesta de este fin de semana.
—¿Eso es todo?
Asiento, todavía sosteniendo su mirada.
Se muerde el labio, pensando en ello. —Sabes, realmente no me gustan las fiestas que duran toda la noche.
—Lo sé. Pero es una fiesta anual y los chicos enloquecerán si no estoy allí. Tenerte ahí me ayudará. Y vamos a pasar el rato, hablar, como la última vez. Salir de tu zona de confort puede ser bueno para ti.
Lo considera, todavía mordiéndose el labio inferior. —¿Cómo podría ayudarte que esté allí?
Lucho por no dejar salir una sonrisa. Es evidente que no tiene ninguna pista sobre el tema de la próxima fiesta de Delta Sig. —Oh, lo hará, no te preocupes.
—Supongo que puedo. Estoy segura de que a Catalina y Noah no les importaría venir también.
—Por supuesto. Trae a tus amigos. —Con nuestro próximo encuentro ya asegurado, me siento aliviado. Paula me tiene sonriendo más de lo que lo he hecho desde el intento de suicidio de mi madre. Jodidas gracias por eso. Fui como un zombi caminando por un tiempo—. ¿Deberíamos discutir nuestra asignación?
—Por supuesto. —Se encoge de hombros y saca su plan de estudios.
Mi estratagema para conseguir que abra su diario —aquel en el que escribió una maldita novela sobre mí— es un intento frustrado. Queda bien escondido dentro de su bolso.
Me acerca la hoja de papel y apunta. —Tenemos que redactar entradas sobre nuestra propia imagen corporal, lo que nos atrae en el sexo opuesto, y una entrada de las preferencias sexuales y orgasmos. —Sus ojos se mueven rápidamente hacia los míos y arrastra sus dientes sobre el labio de abajo.
Joder, eso es sexy.
Paula mete el papel de nuevo en su bolso, murmurando para sí misma. — Una sección sobre los orgasmos… ese seraun capítulo corto
Mierda. —¿Qué? —No puedo dejar de reaccionar. ¿Acaso nadie ha tocado a esta hermosa chica? Apúntenme. Justo malditamente ahora.
Su cabeza se mueve bruscamente hacia arriba. —Voy a callarme, ahora.
—Eso es probablemente sabio. —De lo contrario, no puedo ser responsable de llevarla al orgasmo yo mismo. Debajo de la mesa. Inmediatamente.
Paula se derrumba, enterrando el rostro entre sus manos.
No puedo resistirme a alcanzarla para frotar su espalda, entre sus omóplatos. —Oye, está bien. Si también necesitas tutoría en el dormitorio, nena, sólo pídelo.
Paula deja escapar un gemido, y no puedo estar seguro, pero creo que también una serie de maldiciones. Una vez de que se detiene su discusión metal, toma una respiración profunda y se sienta con la espalda recta. Su expresión todavía está contraída, como si no pudiera creer lo que me dijo.
Le acerco su café, tratando de quitarle importancia, y Paula acepta la taza, tomando un sorbo.
—Oye, no hay nada de que avergonzarse, pero no me extraña que seas tan malhumorada. También lo estaría sin orgasmos regulares —le digo.
Paula escupe su café sobre la mesa, ahogándose y escupiendo. Deslizo mi silla más cerca y le doy palmaditas en su espalda hasta que puede despejar sus testarudas vías respiratorias.
Se agarra de la mesa e inhala en una respiración entrecortada, sus ojos llorosos por el esfuerzo
—Lo siento, Pajarito. —Sigo frotando su espalda—. No debería haber dicho eso. Quise decir cada palabra, pero siento que te hayas atragantado por la emoción.
—No me he atragantado por la emoción. Me atraganté. Gran diferencia. Y no me llames Pajarito. —Paula se levanta y agarra su bolso—. Hemos terminado.
Mi mano en su muñeca la detiene. Tal vez fui demasiado rápido. Pero creo que en secreto le gusta que lo haga. Subo el bolso y coloco las tiras cuidadosamente sobre sus hombros. —Recuerda, el sábado. Ya dijiste que sí.
—Estaré ahí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario