jueves, 19 de junio de 2014

CAPITULO 9


Paula 


Observo a Pedro caminar hacia la barra en la cafetería de estudiantes súper llena para recoger nuestra orden de café. 


Se apoya contra el mostrador, la camiseta extendida por sus anchos hombros. Creo que probablemente está coqueteando con la cajera, o ella está coqueteando con él. No importa. Todavía estoy enojada conmigo misma por cómo me comporté en clase. Sólo porque tiene muchos rasgos delicados no significa que tenía que catalogar todos y cada uno en mi maldito diario. Una vez que me di cuenta de que escribió como una línea y se dio por vencido con la tarea, me sentí como una completa idiota. 


Mientras espero que regrese con nuestro café, saco los cuadernos de mi bolsa y los coloco sobre la mesa, asegurándome de mantener el diario a salvo en mi bolsa. No quiero que Pedro lo tome y lea acerca de cómo pienso que sus ojos son de la más fascinante sombra de azul, como un cielo de verano sin nubes, y estar cerca de él me hace sentir más viva de lo que lo he sido en un tiempo, me hace querer cosas que pensé que nunca más querría de nuevo. 



No puedo dar mi corazón de nuevo. Sobre todo teniendo en cuenta que a duras penas todavía late en mi pecho. Por supuesto, todo esto es post-Mauricio. A menudo, eso es lo que pienso de mi vida; el yo antes de todo el drama de mi último año y el yo de después. Después de que confié en él. Después de me permití ser utilizada por él. Sé que yo misma lo busqué, pero eso no borra el pasado. 


Mirando atrás, no entiendo cómo pude haber sido tan estúpida. Pero cuando estás enamorado y desesperado por afecto, y lidiando con el hecho de que fuiste adoptada, resulta que harías casi cualquier cosa para llamar la atención. Cosas que ahora me gustaría poder devolver. Pero no puedo. Incluso si no hubiera testigos, el acto se grabó en mi memoria.
 
Además, no es como si Pedro estuviera pidiendo algo de mí. Amigos, tal vez.
Puedo manejar eso. Creo.


Probablemente consideraría dejar la clase si Pedro no estuviera ahí para presenciar mi derrota. No quiero que sepa que el tema me aterra. Quiero ser valiente, abierta, como parecen ser el resto de los estudiantes. Pensaba que tomar esta clase sería bueno para mí, pero ahora no estoy tan segura. Pero una cosa es cierta; No voy a echarme atrás con el rabo entre las piernas. Al menos, una parte de mí quiere ver hacia donde irá esto, especialmente porque eso significa que estaré viendo a Pedro todos los martes y jueves, rodeados por el excitante tema del sexo.


Será un milagro si puedo sobrevivir este semestre sin una combustión espontánea.


Pedro se desliza en el asiento, poniendo un vaso de papel con café frente a mí. 


—Crema y un montón de azúcar, justo como lo solicitaste. 


—Gracias. —Pruebo un sorbo. Pedro aún está observándome, una sonrisa torcida en sus labios—. ¿Qué? 



Se ríe suavemente, el profundo timbre de su voz pasando sobre mí, y cruza las manos sobre la mesa frente a él. —De acuerdo, lo haré. 


—¿Hacer qué? 


Sonríe. —No veo otra opción que convertirme en tu tutor. 


Esta vez, yo soy la que se echa a reír. —¿Quieres ser mi tutor de sexualidad humana? Eso es original. Y para nada estúpido.


La mirada determinada de Pedro encuentra la mía. —Por muy tentadora que sea la oferta, y hay muchísimas cosas que puedo enseñarte, no. Me refería a que podría ser tu tutor de... la vida. 


—Vaya, gracias. Por qué no simplemente admites que crees que soy una perdedora sin una vida y seguir adelante. 


—No dije perdedora. Perdida... probablemente. Sin tener tanta diversión como debería ser... definitivamente. 


—Porque no arrancas la curita.


Pedro se recarga contra su asiento, deslizando su taza de café hacia él en el proceso. —Sólo lo nombro como lo veo, nena.


Está demasiado relajado, demasiado engreído.  Quiero atacar y decir algo para quitarle esa sonrisa arrogante en su rostro. En cambio, tomo un profundo respiro y reflexiono sobre su observación de mí. Estoy sentada muy erguida en mi asiento, mi pila de libros de texto cuidadosamente alineados frente a mí. Y cada vez que Pedro me ha visto, por primera vez en la fiesta y luego detrás del contenedor de basura, me he estado escondiendo. Me gustaría poder decirle que esos fueron incidentes aislados, que no soy así realmente, pero lamentablemente lo soy. Me doy cuenta, con un destello de claridad, que Pedro tiene razón. Y de repente quiero más.


Me inclino hacia él sobre mis codos, sopesando su oferta. —Entonces, ¿cómo funcionaría exactamente este trabajo de entrenamiento de vida...? No estoy diciendo que estoy interesada, pero si lo estuviera... 

—Tendríamos que empezar con pasar más tiempo juntos para principiantes. 

Asiento, escuchando atentamente. Estoy agradecida de que no sabe que mi corazón dio una patada sobre la marcha con sus palabras. —¿Qué más? 

Pedro abandona su postura casual, inclinándose hacia mí sobre la mesa, sus brillantes ojos azules perforando los míos con intensidad. —Voy a darte retos como crea conveniente. Tendrás que confiar en mí.


Cruzo los brazos sobre mi pecho. —No voy a correr desnuda por el campus, dejar caer ácido ni nada raro por el estilo. 

—No te pediría que hicieras algo para lo que no estás lista. 
—Su voz es calmada y segura.


No puedo creer que estoy considerando esto, pero así es. —¿Por qué querrías hacer todo esto? No soy un proyecto.


—No he dicho que lo fueras. Sólo digamos que podría necesitar la distracción justo ahora.


Sé que mi expresión me delata.  Estoy más que confundida acerca de lo que está pasando entre nosotros y ser incapaz de detenerlo. 

Pasa su dedo índice sobre el pliegue en mi frente. —Oye, relájate. —Su voz es sólo un susurro—. Estás pensando demasiado.  No voy a curiosear sobre tu pasado, a menos que quieras que lo haga.

Niego con la cabeza, mi corazón latiendo salvajemente.


El pulgar de Pedro acaricia mi mejilla antes de que deje caer su mano. —Sin embargo, me harías saber si hay algún trasero que deba patear, ¿verdad?


Soltaría una risita por esto, si no fuera por la intensidad irradiando de Pedro

—No. Tomé mis propias decisiones. 

Está en silencio mientras me estudia, sus ojos azules buscando respuestas.


Respuestas que posiblemente no puedo darle. 

—Eras joven, demasiado confiada, te enamoraste del chico equivocado...


Me aclaro la garganta. —Algo por el estilo.


Alcanza mi mano y le da un apretón. —Oye, está bien. 

Me las arreglo para asentir, disponiendo mi boca en una sonrisa. Si él supiera la verdad, no estaría sentado aquí, siento tan amable conmigo. Mi corazón está latiendo con fuerza contra mi caja torácica. —Esta cosa de tutoría... ¿Cuándo empezamos?


Le echa un vistazo a su muñeca desnuda. —Ahora estaría bien. 

Ruedo los ojos para evitar reírme de él. —De acuerdo. ¿Cuál es mi primera tarea?

No hay comentarios:

Publicar un comentario