Paula
—¿Qué pasa con el silbato? —pregunta Cata una vez que volví a unirme a ella y a Noah en la sala de estar.
—No preguntes. —No tiene sentido, incluso para mí, y sé que tendría menos sentido para alguien más. Es la manera que Pedro tiene de mostrarme que está cuidando de mí. Incluso si es ridículo.
Cuando finalmente lo visualizo de nuevo, está de pie en la sala de estar con Veronica. Ugh. Ella viste un vestido rojo ceñido y están en lo que parece ser en una intensa conversación. Sus rostros están a sólo centímetros de distancia, su mano descansa sobre el antebrazo y él se inclina para hablarle en su oído, con una voz baja y controlada.
Ella lo mira, se muerde el labio y asiente. ¿Están haciendo un plan para reunirse más tarde? Quiero soplar el maldito silbato, todo mi cuerpo está temblando. Quiero ver si Pedro realmente vendrá corriendo hacia mí. Pero no hago tal cosa. Me quedo ahí, insensible, mirándolos hablar demasiado cómodos. Los ángulos de su cuerpo hacia el suyo, y su mano roza su espalda. Se ven muy familiar juntos.
Cuando me ve, una sonrisa practicada adorna sus características. Cuando Pedro nota lo que le llamó la atención —yo mirándolos boquiabierta— rápidamente la jala del brazo y la lleva a la esquina.
Guau.
¿Qué diablos fue eso y por qué siento la necesidad de perforar algo? Sólo somos amigos, me recuerdo a mí misma. Puede hablar con quien quiera.
Noah está bailando con un grupo de chicas de la hermandad, y decido que no se dará cuenta que no estamos allí, así que arrastro a Cata a la cocina.
—Necesito algo de beber. —Levanto mi copa por lo que ella me comprende a pesar del ruido de la música.
Asiente con alegría y me sigue. Necesito algo más fuerte que la cerveza. No sé si es esta estúpida ropa que, no es como yo me visto, o el hecho de que acabo de ver a Pedro irse con Veronica, pero mis manos están temblando.
No es como si fuera mío. Con quién decide estar, no debería ser de mi incumbencia.
Pedro se aventura en la cocina, sólo esta vez, y nos observa a Cata y a mi esperar en el mostrador, mientras que uno de sus hermanos de la fraternidad nos sirve un trago. Levanto la copa a mis labios y dejo caer mi cabeza hacia atrás,dejando que el líquido queme en mi garganta. ¿Por qué no está con Veronica?
—Otro —le digo al chico.
Sonríe y vuelve a llenar mi vaso mientras Catalina me lanza una mirada de sorpresa. Pedro me está mirando y quiero que él sienta lo mismo: la confusión y la impotencia que sentí mirándolo con Veronica. Bebo un segundo trago y golpeo el vaso sobre el mostrador. Me lloran los ojos y no estoy segura si es por el licor o las extrañas emociones que inundan en mi sistema. Ha pasado tanto tiempo desde que me permití estar interesada en un hombre, y él es absolutamente la peor elección que podría haber hecho. Debería alejarme de él en este momento. Eso sería lo más inteligente que hacer.
—Basta —gruñe Pedro a mi lado, sus dedos agarrando la piel expuesta de mi cadera, llevándome detrás de la barra.
Echo un vistazo alrededor. —¿Dónde está Veronica?
Frunce el ceño. —Se fue. No se sentía bien.
Está tranquilo, le daré eso. Permanece a mi lado, y su presencia envía escalofríos de reconocimiento por mi cuerpo. Los alejo. —Dame otra —le digo al chico rubio y lindo que sostiene la botella.
Pedro da unos pasos más cerca, la intensidad sale de él en oleadas. —¿Qué estás haciendo?
Cata se le queda mirando. Ella no confía en él. Su buena acción de hacer que Noah entre, obviamente, ha sido olvidada.
—Estoy haciendo lo que hablamos... pequeños cambios para salir de mi zona de confort. ¿Cuál es el problema? —Coloco el vaso en el mostrador,esperando mi próximo trago.
La mirada de Pedro reta al pobre tipo a que lo coloque y vea qué clase de locura se desata. Si yo fuera él, tampoco lo pondría. —Joder, Paula —Agarra mi mano, sacándome de la cocina.
Tropiezo tras él por el comedor lleno de gente, los dos tragos ya están haciendo efecto. Pedro abre la puerta corrediza y el fresco aire nocturno es un respiro. Enfría la piel enrojecida y despeja mi cabeza un poquito.
Cierra la puerta detrás de nosotros, la música hace que el cristal vibre con suavidad. Sin ninguna pretensión, Pedro se acerca. Acuna mi nuca y coloca mi boca en un ángulo cerca de la suya, antes de inclinarse para besarme. Su boca es suave al principio, pero cuando le devuelvo el beso, gime y abre mis labios para profundizar el beso. Su lengua toca la mía y todo el sentido del bien y el mal está perdido. Esto es el cielo. Su otra mano encuentra mi trasero, y le da un apretón no muy suave. Puedo sentir todo en este beso... Cuánto Pedro me quiere, las ganas que tengo de hacer esto... Mi cerebro está gritando que me detenga, pero mi cuerpo me pide seguir
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