miércoles, 2 de julio de 2014

CAPITULO 39



Pedro 


He paseado por la habitación durante los últimos quince minutos, tratando de convencerme de ello. Oí el grifo de la ducha encenderse —y luego apagarse, ocho minutos después— y ahora probablemente se está preparando para ir a la cama, pero no me puedo quitar las ganas de verla. 


Tomo un último aliento, deseando simplemente dejarlo ir y seguir adelante, pero sé que no lo haré. Es por eso que estoy en este viaje. No puedo renunciar a ella.


Toco mis nudillos contra la puerta y espero.


Está completamente en silencio. Tal vez ya está dormida. 


Pero unos segundos después, la puerta se abre y Paula está de pie delante de mí en un top blanco y pantalones de pijama de color rosa anchos, pies descalzos y cabello húmedo. Su belleza simple se estrella contra mí como una ola. Quiero empujar el pelo de sus hombros y besar un camino por su cuello, recordando lo bien que sabe.


—Oye —le digo brillantemente. 


—Hola —regresa con una voz suave y prudente.


Trago una ola de nervios, preguntándome qué demonios le digo. Debería haber pensado en esta mierda.


—¿Puedo pasar?


—Por supuesto. —Da un paso atrás de la puerta. 

Su habitación huele a su champú y el aire está todavía cubierto de rocío de la ducha, lo que no está ayudando a mi línea de pensamiento.


Paula está en silencio mirándome. Hago lo único que se me ocurre hacer: me acerco y pongo mis manos en su cintura, atrayéndola hacia mí. Paula me mira con curiosidad en sus ojos cuando mi pulgar suavemente acaricia la piel desnuda en su cadera. No sé lo que está pasando, o lo que queda entre nosotros, lo único que sé es que necesito esto. 


Tengo que borrar todas esas imágenes mentales vívidas
de ella con su ex. Tengo que hacerla mía. No estoy de humor para hablar de mis sentimientos. Sólo la quiero desnuda. Necesito sentir su piel. Si eso me convierte en un idiota, que así sea. 

Bajo mi boca a la suya, y luego me detengo. No voy a forzarla a nada. 

Quiero darle la oportunidad de decidir.


—¿Pedro? —Su aliento va como un susurro a través de mi boca. 

—¿Sí? 

Su lengua humedece su labio inferior, pero no dice nada más, simplemente cierra los ojos y espera a que la besara. 


No dudo. Capturo su boca en un beso feroz, un beso que espero desesperadamente ahuyente los malos recuerdos. 


Paula agarra mis hombros, aferrándose a mí, arañando mis bíceps. Algo primario y posesivo burbujea en mi interior. La empujo de vuelta a la cama, ayudándola a subir en el colchón. Los dos estamos sin aliento a medida que chocamos nuevamente,besándonos, tratando de acercarnos.

No hay palabras esta noche. Nada de esa mierda de sobre-analizar. Somos dos cuerpos, atraídos el uno al otro y llenando una necesidad tan profunda que sólo puede ser superada de una manera. Quiero estar dentro de ella. 


Estoy desesperado por reclamarla, pero no tengo un condón y dudo que ella lo tenga.


Rasgo sus pantalones de sus piernas y la encuentro desnuda debajo de ello. Sus dedos trabajan con el botón de mis vaqueros, temblando e inseguros. Me levanto de la cama y me quito los pantalones y calzoncillos. Estoy orgulloso delante de ella y veo como su mirada desciende a mi polla increíblemente dura. Me doy cuenta de que nunca he estado desnudo delante de ella. El deseo en sus ojos me dice que le gusta lo que ve. Pongo mi camisa al lado y me uno a ella en la cama de nuevo. 

Los ojos de Paula permanecen por encima de mí, disfrutando de todo.


Incapaz de frenar el ritmo, la hago levantarse para que pueda quitarle la camisa. El sujetador es el último artículo entre nosotros y me encuentro con el broche en la parte media de la espalda y la libero de él. Lo lanzo a un lado de la cama con el resto de la ropa.


Paula se sube encima de mí, a caballo entre mis caderas y su piel desnuda me presiona, las pequeñas rotaciones de sus caderas me vuelven loco. Mi cabeza cae de nuevo sobre la almohada y un gemido escapa de la parte posterior de mi garganta.

Estar desnudo con Paula es una mala idea. Su piel desnuda es tan suave y huele tan bien; tengo que probarla. Me incorporo para que pueda llegar a su boca y besarla profundamente. Paula coincide con mi ritmo, su lengua masajeando la mía. Los únicos sonidos son de piel rozando sobre piel, la respiración pesada y el ocasional gemido suave de Paula. Me está volviendo loco. 

Mis dedos agarran su cintura, manteniéndola quieta contra mí. Puedo sentir lo mojada que está y eso no ayuda a mi erección. Me voy a avergonzar a mí mismo si no deja de molerse contra mí. 

Beso un camino húmedo a su garganta, me paro a mordisquear su clavícula antes de inclinar la cabeza para capturar su pecho en la boca. Paula se arquea hacia adelante, gimiendo en voz alta en el cuarto demasiado tranquilo. Mis manos dejan su cintura, mientras decido confiar por un momento que no me envíe sobre el borde. 


Una mano se desliza por la espalda, se encrespan alrededor de la parte posterior de su cuello para acercar su boca a la mía, mientras mi otra mano se extiende entre nosotros para masajear a la protuberancia sensible de carne que está
tratando desesperadamente de frotarse contra mi ingle. 

La cabeza de Paula cae de nuevo y gruñe de placer mientras deslizo mis dedos por su suave piel, enviándola cada vez más cerca de su liberación. Ataco su garganta expuesta con besos, mordiscos en la piel y chupo con la fuerza suficiente para dejar una marca mientras mis dedos aumentan su ritmo.Paula responde, pero en absoluto a como yo esperaba que lo hiciera. Se aleja de mi regazo, sin aliento, con los ojos abiertos por el miedo.


—¿Nena? —Pongo una respiración profunda en mis pulmones. ¿Hice algo mal? No responde, pero sus ojos se llenan de lágrimas. ¿Qué demonios?—. ¿Te he hecho daño?


Niega con la cabeza. 

—Dime lo que hice. —Trato de alcanzar su mano, pero se aparta de mí, bajándose de la cama con las piernas temblorosas.


Mi cuerpo se sobrecalienta luchando por alcanzar a mi cerebro. Todavía estamos desnudos, aunque mi erección está rápidamente sintiendo el problema.


Agarro las sabanas de la cama y la envuelvo alrededor de sus hombros, y luego entro en mi bóxer.


—Dime lo que pasó. —Mi voz es firme, pero no me importa. 


Ella estaba teniendo un buen momento, a punto de llegar, creo, y luego se rompió.


Paula traga visiblemente y ajusta más la manta a su alrededor.


—Lo siento. Eso fue demasiado para mí. Esto, lo que sea, no puedo. Sólo tengo que centrarme en mí. Necesito llegar hasta mañana. No puedo manejar esto contigo y la idea de conocer a mi madre mañana.Tengo que elegir mis batallas.    
Mierda, mierda. No debería haber venido aquí con una cosa en mente —hacernos olvidar. Paula tiene cosas más grandes sobre sus hombros. Tal vez quería hablar, tener a alguien a su lado para escuchar sus sentimientos, infiernos, tal vez quería que la dejaran sola. De cualquier manera, la he jodido. Una vez más. 

—Lo siento. —Me pongo mis pantalones vaqueros—. No estaba pensando.


Agarra la manta alrededor de sus hombros y me mira vestirme.


El momento entre nosotros ha pasado, y puedo sentir que quiere que me vaya. Me pongo mi camiseta por encima de mi cabeza.


—Me voy. Lo siento, no debería haber venido. Sólo duerme un poco.


Asiente y desaparezco por la puerta hacia mi cuarto.

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