miércoles, 25 de junio de 2014

CAPITULO 22



Pedro

 
Paula está callada en el viaje de vuelta a casa de mi mamá. 


Pasa todo el viaje cambiando las emisoras de radio. Puedo decir que hay algo sucediendo dentro de su cabeza, pero no la presiono. Sé que no está absolutamente aquí conmigo, pero sé que está acercándose a dejarme entrar. Sobre todo por cómo me comporté esta noche y mi disculpa con Laura. 


Paula y yo no nos quedamos mucho tiempo con Radar después de mi conversación con Laura. Comenzó torpe, pero tan pronto como pronuncié las palabras “lo siento”, sus hombros cayeron e inmediatamente se relajó. Después de eso, las palabras simplemente salieron. Le dije cómo había utilizado las chicas como una distracción para escapar de mi vida en casa, y ella admitió que aprendió que las chicas no pueden atrapar a los chicos en una relación simplemente física.


Hablamos unos quince minutos, cómodos y aliviados por el final de la conversación. Sabía que las cosas no se podrían incómodas si me encontraba con ella de nuevo. Toda la experiencia fue una revelación. 


Después, me encontré a Paula y Radar donde los había dejado en la cocina,riendo sobre una historia que él le contaba. Nos quedamos un poco más, visitando a los chicos antes de dar por terminada la noche. Mi estado de ánimo cambió después de la conversación con Laura, y además de que no me importaba salir temprano porque la idea de estar a solas con Paula me atraía más.


La casa está a oscuras y en silencio, pero no puedo encontrar mi camino en la oscuridad, así que coloco una mano sobre la espalda de Paula y la guío hacia la
escalera. Una vez que estamos en el rellano, le acompaño hasta la puerta de la habitación y me detengo, en lugar de llevarla a mi habitación como realmente quiero.


Ella no es mía, y anoche, probablemente presioné demasiado las cosas. Y sintiendo el tranquilo estado de ánimo de Paula, contemplando el camino a casa, estoy en silencio con ella en la puerta de la habitación de invitados. 

—Estoy orgullosa de ti por pedirle disculpas a Laura—dice finalmente. 

Estoy callado mientras la observo. No estoy seguro de lo que quiere de mí, lo que necesita. Si lo supiera, sin duda se lo daría. Asiente una vez parpadeando esos ojos verdes mirándome, me inclino hacia abajo y planto un beso en su frente.


—Buenas noches, Pajarito.  

Luego desaparece en la habitación.

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