Paula
Cuando Pedro prácticamente me empuja en la habitación, estoy confundida. Y herida. Pensé que realmente habíamos llegado a alguna parte, y después de lo que sucedió anoche, yo había estado esperando una repetición de eso.
Eso apesta.
Lavo mi cara, cepillo mis dientes, y trato de no hacer pucheros cuando entro en la cama.
Por la mañana, las cosas están tranquilas de nuevo durante el desayuno y Pedro no pierde el tiempo, pronto estamos diciéndole adiós a su mamá y en el coche para el viaje de regreso.
Cuanto más nos acercamos al campus, más se instala mi pánico. Catalina había estado más que enojada porque me iba a casa con Pedro, sin creer por un segundo que sus motivos conmigo eras honestos y ahora Pedro, el chico por el que estoy arriesgando todo, apenas habla conmigo.
Cuando aparca delante de mi dormitorio, salimos del coche y espero mientras él saca mi bolso.
—No sé qué hice mal... pero no quiero que las cosas sean raras entre nosotros —le digo.
Sus cejas se juntan. —No hiciste nada malo. Pensé que me había apresurado la otra noche, así que quería asegurarme de que supieras que no era todo lo que quería.
Oh. Niego con la cabeza. —Bueno, estás callado conmigo… así que pensé que estabas enojado por algo.
Sus dedos presionan sobre mis labios. —Dejar de pensar tanto. No estoy enojado. Te voy a dar tiempo para resolver todo lo que necesitas resolver. Eso sí, no me dejes fuera, ¿de acuerdo?
Asiento. —Gracias por este fin de semana.
—Gracias por ser tan dulce con mi mamá —dice. Se inclina para plantar un tierno beso en mi frente, luego se vuelve hacia su coche.
Tenía razón sobre el estado de ánimo de Cata. Me envía miradas sospechosas y comentarios crípticos toda la tarde mientras trato de estudiar. Me siento aliviada cuando Noah se presenta para nuestra cena regular del domingo por la noche en la cafetería.
Lleno mi plato con cazuela misteriosa, no puedo concentrarme en otra cosa que en las sospechas de Catalina. ¿Soy estúpida por pensar que hay algo entre Pedro y yo? Cuando me deslizo en mi asiento, Noah ha sido claramente informado de mi escapada de fin de semana, porque también me está frunciendo el ceño.
Pongo mi bandeja sobre la mesa, pero permanezco de pie delante de ellos.
—¿Qué? ¿Podrían simplemente escupirlo?
Noah pone su mano en Catalina, diciéndole que él se encarga. —Creemos que tienes que tener cuidado. Pedro podría estar jugando algún tipo de juego contigo. Y estás destinada a enamorarte de él, pasando tanto tiempo a solas con él.
Tal vez debería tomar su intervención como muestra de su preocupación,pero por alguna razón, me molesta. —¿Es tan imposible que a Pedro le guste? ¿Cuántas de las otras chicas con las que ha salido las ha llevado a su casa para pasar el fin de semana con su madre? ¿Alguna vez pensaste que quizás hay algo diferente entre nosotros?
Noah levanta sus manos en señal de rendición. —Está bien. Te amamos. Te apoyamos. Siempre y cuando lo hayas pensado.
Catalina sonríe débilmente y puedo decir que está mentalmente diciéndose que va a recoger mis pedazos cuando me abandone.
—Está bien. —Me deslizo en el asiento y pincho la comida en mi plato.
¿Saben algo que yo no sepa? ¿Piensan que todo esto me va a estallar en la cara?
El martes por la tarde, tengo muchas ganas de ir a la clase de sexualidad humana, aunque sólo sea para ver a Pedro.
La conferencia del profesor Gibbs se trata del amor propio, es decir, la masturbación —un tema con el que me siento muy incómoda. Claro, lo he intentado, pero no llego al orgasmo. Se discute la importancia de la comunicación con tu pareja y parte efectiva en comunicación es comprender primero tu cuerpo y tus necesidades. Estoy tan malditamente incómoda durante toda la conferencia que cuando la clase termina, me escapo por la puerta, y una profunda risita hace que los cabellos de mi nuca se paren mientras Pedro me sigue.
Me deslizo en nuestro lugar de siempre, mientras Pedro ordena el café. Pongo mi rubor bajo control en el momento en que regresa y me entrega una taza de café con una sonrisa.
Se sienta frente a mí, con los ojos bailando juguetonamente hacia mí. Me preparo para el comentario vergonzoso que seguro va a hacer de la conferencia.
Sólo que no lo hace. Sus ojos se ponen serios y se inclina en mi dirección, su aroma único a colonia y suavizante me saludan. —¿Estás segura de que estás bien con lo que pasó entre nosotros este fin de semana?
Me atraganto. —¿Por qué no habría de estarlo? —Quiero parecer fresca,naturalmente sexy, y tranquila. Lástima que soy un manojo de nervios, agarrando la mesa delante de mí por apoyo, lista para fundirme en un charco en el suelo por la forma en que Pedro me está mirando.
Su voz es una octava más baja. —Porque estoy dispuesto a prestar mis servicios... para ampliar tus conocimientos en una zona gris que he apodado Operación Primer Orgasmo de Paula.
¡Eek! Tenía la esperanza de que hubiese olvidado el comentario que había hecho en la cafetería, pero es evidente que no lo ha hecho. Aprieto mis muslos juntos y me recuerdo respirar. No hay palabras para el hormigueo que Pedro puede enviar a través de mi cuerpo sólo con su voz profunda y sexy. Eso ciertamente no ocurrió con mi novio de la secundaria, Mauricio.
—¿Pajarito? ¿Estás bien? —Toma mi mano y distraídamente traza su pulgar en mi palma—. Respira para mí, está bien.
Respiro entrecortadamente, sin poder hablar.
Su sonrisa arrogante está de vuelta. —Sólo piensa en ello, cariño.
Sólo muevo la cabeza.
Pedro toma un sorbo de su café, sus ojos nunca dejan de mirarme sobre el borde de la tasa. —Hay algo que no entiendo —dice, pasándose una mano por el pelo desordenado—. Tú dijiste que tenías un novio en secundaria, y ustedes eran bastante serios...
Oh Dios, no puedo contestar a las preguntar qué está haciendo acerca de Mauricio —Uh huh.
—Y, sin embargo, nunca has... —Levanta las cejas—. ¿Así que ustedes nunca lo hicieron?
Me siento como que estoy teniendo una experiencia fuera de mi cuerpo. No puedo creer que Pedro quiere hablar de mi vida pasada... el amor, o la falta del mismo. Esto es una locura. Me siento como si estuviera flotando por encima de nosotros, viendo, preparándome para presenciar mi muerte.— Hemos experimentado un poco, pero nunca tuvimos relaciones sexuales.
Frunce el ceño. —¿Y nada de orgasmos para ti?
—¿Por qué estás tan obsesionado con mi estatus de no-orgásmico? Algunas chicas simplemente no los tienen, ¿de acuerdo?
—Um, no. Eso definitivamente no está bien para mí.
Pongo los ojos. —Catalina dijo que probablemente lo habría tenido si él... no importa. —Necesito un bozal. En serio, deberían dispararme. Las cosas que él hace que confiese...
Pedro me clava una mirada gélida. —¿Si él qué?
—Hubiera usado su boca —chillo. No fue realmente la forma en que ella lo había dicho, pero no usaría esas palabras groseras para describirlo.
—¿Y no? —Los ojos de Pedro se amplían.
Niego con la cabeza. —Me dijo que no lo haría.
Pedro echa la cabeza atrás con disgusto, gimiendo mientras sus ojos ruedan atrás en su cabeza. —Cualquier persona que tiene una política en contra de eso es un idiota.
Las olas de nerviosismo rompen en mi interior en un frenesí total con esta información. La opinión de Pedro sobre el sexo oral no debería encender mi impulso sexual, hacer hormiguear mi piel, o calentar mis partes femeninas, pero eso es exactamente lo que sucede.
Su expresión se oscurece, más seria mientras se inclina más cerca. —Cariño,si me dejas, yo te haría venir durante una semana.
Mierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario