jueves, 26 de junio de 2014

CAPITULO 26




Paula 


Mis pantalones y bragas están en mis rodillas, restringiendo mis movimientos, pero mi movilidad limitada no constituye ningún obstáculo para Pedro. Sus dedos localizan la parte de mi cuerpo que más lo necesita, acariciando, rosando, deteniéndose por un momento para mojar sus dedos con su boca, luego acaricia de nuevo. La manera en que sus dedos resbaladizos se deslizan a por mi piel sensible me hace gritar. Levanta mi camisa y tira hacia abajo las copas de mi sujetador así estoy expuesta, besando y succionando cada uno de mis pechos, su boca y su lengua explorando constantemente, manteniendo el ritmo de sus dedos que me envían cada vez más cerca del borde.


Sus besos húmedos se mueven por mi cuello, y descaradamente mueve mis caderas contra sus manos, necesitando más. Examinando mi cuerpo, empuja un dedo dentro de mí y deja escapar un gemido propio cuando me penetra. Conoce mi cuerpo mejor de lo que yo lo hago y me da lo que necesito antes de preguntar.


Una chica podría acostumbrarse a este tipo de buen trato. 


Estoy a punto de terminar, y Pedro me está llevando ahí. 


Cierro mis rodillas, mis manos buscando por algo a lo que sujetarse a medida que estoy ahí. De repente, Pedro quita sus manos y me planta un beso casto en mis labios. ¿Se está deteniendo?


Pedro no te detengas .Creo que puedo venirme…


Me ve con una malvada sonrisa. —Ah, sé que puedes, cielo. Pero los chicos pueden escucharte, y tengo el presentimiento que va a ser aún mucho más ruidoso cuando te haga venir. Vamos a mi habitación. 

¡Mierda! ¿Nos escuchaban? Me di cuenta que la fiesta se encontraba en pleno apogeo y cuando empezamos se volvió extrañamente tranquila.


Desliza mis bragas y mi pantalón en su lugar, subiendo la cremallera y abotonándolo por mí, mientras me quedo allí inútilmente, intentando y fallando en calmar mi agitado corazón. 

—Cuando salgamos, sólo ignóralos. ¿De acuerdo? —Me da otro beso en la boca y simplemente asiento.


No estoy segura de cuánto tiempo hemos estados escondidos en el baño; al menos veinte minutos, pienso. 


Pedro toma mi mano y sale primero. El pasillo está vacío, pero cuando pasamos por la sala de estar las felicitaciones vienen en erupción. Aplausos, silbidos, carcajadas y gritos. 


Mis mejillas se encienden como nunca antes. Dios, esto es vergonzoso. Pego la barbilla al pecho, no sintiéndome
valiente para encontrarme con sus ojos, y sigo a Pedro a la escalera. Subimos tres pisos hacia el ático y tomamos aire una vez que llegamos a su habitación.


Enciendo la lámpara de luz suave en su cómoda, Pedro cierra y pone llave a la puerta, luego se vuelve hacia mí. Estoy segura de que mis mejillas siguen sonrojadas, pero no parece importarle mí torpeza. 


Acecha hacia mí como un predador cazando a su presa, tomando mis caderas para guiarme hacia atrás a su cama. 

Las cosas que le hizo a mi cuerpo, las respuestas que obtuvo, sé que es inútil pretender que no quiero esto. Cada miedo ha sido silenciado; cada pensamiento tiene que ver con Pedro. En este momento, me siento como si pudiera dejar mi pasado irse, como si pudiera empezar de nuevo con Pedro y olvidar todo acerca de Mauricio y ese error que no tiene nombre. Esta podría ser mi última oportunidad.


Veronica podría estarse enterando de mi pasado en este momento. 

—Sólo dame una oportunidad de mostrarte lo bueno que puede ser estar juntos —susurra.


El tono seductor de su voz grave y la promesa de más, le pone fin a mi auto preservación. —Sí.


Pedro no lo duda y le da a mis hombros un empujón juguetón, así que caigo a su cama, sentada en el borde. 


Levanta la camisa por encima de mi cabeza y, con un
movimiento rápido de la muñeca, mi sujetador cae abierto también. Dejo caerlo al piso.


La intensa mirada de Pedro se clava con la mía. Sus labios se separan ligeramente hinchados por los besos. —Dios, eres hermosa. —Arrastra sus nudillos en mi cuello, trazando la línea de mi clavícula. Como si tratara de adivinar si estoy lista, o, más importante, si no estoy lista. Permanece totalmente vestido, y me ayuda a quitarme mis pantalones. 


Nos acostamos en su cama, nuestras piernas enredadas, lo más cerca que dos cuerpos pueden estar. Puedo sentir cada latido de su corazón palpitante, cada respiración en mi cuello. Necesitando algún tipo de cobertura, insisto en que mis bragas permanezcan, pero Pedro está trabajando en ellas. Empieza a explorar mi cuerpo nuevamente, suavemente frotando mis brazos, dejando besos en mi pecho y estómago, y cuando se cierne entre mis piernas y echa un vistazo para medir mi reacción, simplemente lo veo y espero a ver qué ocurre a continuación. No tengo ninguna intención de detenerlo.


Empuja mis bragas hacia un lado y planta un beso con la boca abierta allí. 

Santo Toledo, la sensación es como nada parecido en el mundo. Pedro está caliente, su boca húmeda levanta mis caderas del colchón. Su lengua se desliza contra mí de
nuevo, y me voy a venir, tomando el edredón en mis puños y gritando su nombre.


La presión se intensifica y las ondas de placer me golpean. 


La sensación es mucho más de lo que alguna vez esperaba. Necesito hacerlo de nuevo. A menudo. 

Pedro me detiene después, y continua suavemente acariciando sus dedos a lo largo de mis brazos desnudos como replicas que hacen que mis músculos tiemblen. Mis emociones son un lío dentro de mí. Siento pura felicidad en este momento, feliz y segura con él. Entonces me golpea una ola de culpa, porque algo tan bonito como esto, sé que ha sido construido sobre mentiras.  

Un par de segundos después, Pedro vuelve a besarme, sus caderas presionando insistentemente las mías. Su cuerpo entero está duro y listo. Paso una mano por su cabello, como he querido hacerlo desde la primera noche que lo vi. 

Dejando caer otro beso ligero contra su boca, Pedro se reclina ligeramente para verme. Mi respiración finalmente está volviendo a la normalidad, aunque mi corazón sigue golpeando.


—¿Se siente bien eso, nena? —pregunta. 

—Increíble, gracias.


Su sonrisa crece. Este claramente orgulloso de él por mi ruidoso y poco femenino orgasmo. —Cuando quieras. 

—Lo siento  no puedo… devolverte el favor  

—Está bien. —Su voz es grave—. No lo hice por eso. No tienes que hacer nada que no quieras.


—No es eso… es sólo que me dará nauseas.


—Hmm. —Acaricia mi mejilla—. Trabajaremos en ello.


—¿Es tan importante?


—Es más o menos mi favorito. —Sus labios se curvan en una sonrisa suave.


Oh, mierda.

2 comentarios: